En unos días Juan Carlos Girauta y Macarena Olona participarán en una conferencia o charla de egos titulada “Liderazgo, compromiso cívico y participación política”. Se desconocen los conocimientos sobre la materia de ambas personas, no hay rastro en su curricula que muestre que saben de lo que hablarán. Igual compromiso cívico en el caso de Girauta y poco más. Lo que es obvio es que en ambos casos no tienen el mínimo conocimiento sobre liderazgo. Vocablo utilizado frecuentemente para hablar sobre lo divino y lo humano respecto a la política y lo empresarial pero el gran desconocido en las Ciencias Sociales pues nadie se ha tomado la molestia en investigarlo con profundidad y solvencia. De hecho hasta 2017 sólo había en España tres tesis sobre el tema y sólo una que estuviese centrada en un posible líder político. Sin embargo, da igual la universidad, pública o privada, por todos sitios verán ustedes cursos sobre liderazgo. Bien, pues lamentándolo mucho son todos un verdadero timo.
El timo de la estampita versión 2.0 o siglo XXI para ser más exactos. El cuerpo docente casi no sabe de qué habla (sólo hay que ver el listado de materias) y el alumnado acude esperando conseguir la clave para ser un/una líder en el ámbito político o empresarial. Así es como se consigue el engaño, incitando los deseos de una población deseante de “casito” y que espera hacerse con algún tipo de poder o buena posición económica. Los cursos de liderazgo son el gran timo de la sociedad del deseo capitalista. Y ustedes se preguntarán ¿por qué? Lo primero porque todos esos cursos no son más que mediocres ejercicios de comunicación política o, en el mejor de los casos, intentos de aplicar a la vida real un idealismo ético. En todos se dice “deberían hacer”, “deberían saber”, “deberían ser” y así hasta la finalización del curso. Lo que en el caso empresarial puede aportar, en cierto modo, algún tipo de conocimiento sobre gestión de grupos humanos o dar cierto atrevimiento a las personas, en el ámbito político construye estúpidos que sólo ansían el poder y ya piensan que son líderes.
Lo primero que hay que decir es que cualquier tipo de liderazgo es contextual. Esto es, un liderazgo en una situación dada, bajo unos parámetros dados y un discurso ajustado al contexto es inútil en otro contexto. Es más existen contextos en los que el liderazgo es completamente inútil, inexistente y se requieren otras capacidades de gestión. No vale cualquier situación para que exista liderazgo (Bernard M. Bass), desde un grupo de matones de barrio hasta un Estado. Como es el contexto el que determina la posible aparición de la relación de liderazgo carece de todo sentido que enseñan a alguien esto o aquello sobre liderazgo pues nadie es capaz de prever el futuro. Está bien aprender lo que hizo aquel líder o aquella líder en cierto momento porque puede aportar experiencia, pero como se aprende de cualquier gestor o dirigente político aunque carezcan de liderazgo. Esto no se lo contarán en los cursos de liderazgo y es fundamental.
El liderazgo es también relacional. Esto es, para que exista un/una líder debe existir un grupo posible de seguidores. Un tipo que clame en el desierto jamás será un líder. Una mujer que hable sobre limones a personas que sólo tienen manzanas no será una líder. Sin seguidores no hay liderazgo. En España el caso más claro en la actualidad es Pablo Casado que se autocalifica de líder y no tiene seguidores porque ni en su grupo de derechas le quieren. Puede tener apparatchik y bots comprados, incluso personas que defienden sentimentalmente al PP –independientemente de quien lo dirija-, pero no son seguidores. Otro ejemplo. Pedro Sánchez I era un perfecto inútil aupado por las baronías del PSOE. Se estampó contra las urnas por dos ocasiones. Ni ejercía el liderazgo, lo más que decían es que era guapo, ni tenía seguidores. Tuvo la suerte de que el contexto cambió favorablemente para él. Su intento de celebrar un Congreso de forma exprés después de dos derrotas apabullantes en Generales y otras dos en Galicia y Euskadi, llamó a rebelarse a las baronías que provocaron su dimisión –porque dimitió porque no le aprobaron su Congreso- y luego esto le sirvió para que, aupado en unas masas enfervorecidas, ganase las primarias con el voto de la mitad de la militancia y pasase de ser repudiado a adorado e intocable para buena parte de la militancia del PSOE. Algo que no se proyecta, como muestran las encuestas del CIS, más allá de las fronteras de partido. Contexto y relación no se lo contarán en los cursos de liderazgo.
Les cuentan en esos cursos timo que las características de los líderes son algo fundamental. Amabilidad, demostración de energía –no ven que todos se muestran haciendo deporte o senderismo-, oratoria, etcétera. Esto surge de un estudio de R. M. Stodgill en 1948 (Personal factors associated with leadership: a survey of the literature) donde encontró 29 características que se encuentran en los líderes. ¡¡¡29 nada más y nada menos!!! En encuestas de los años 1970s las personas han llegado a señalar como características propias de los líderes hasta 240 distintas. El problema de esto es que se califica como líder a cualquier persona que está al frente de cualquier grupo, sin más. Así hay características para hacer pensar que cada persona puede ser un/una líder. Imaginen tener que reunir al menos 29 características personales para liderar algo que es contextual y que una característica igual carece de importancia. ¡Hay que vender el curso, no jodas! Luego vienen teorías que dicen que lo que acaba definiendo el liderazgo es “orientarse a objetivos” u “orientarse a tareas” (ahí tienen a distintos autores como R. J. House, Peter B. Smith, Mark F. Peterson, John W. Gardner o Samuel Barnes). Como pueden comprender son variables que no sólo están en una relación de liderazgo sino en cualquier mecanismo de gestión. Humo.
Y si se entra en los estilos de liderazgo ya se llega a la magufada más asombrosa. Aquí es donde entra toda la ideología, toda la ética y todo el debería ser del mundo. Está muy bien que todas las personas que hablan de estas cosas se ganen la vida de alguna forma pero no a costa de generar una desconexión entre realidad y teoría. Victor H. Vroom era el adalid del estilo democrático que defendía que la toma de decisiones debería ser compartida –menudo líder que carga el muerto a los demás-, que las opiniones de los demás son tan válidas como las propias –si alguien es líder no es por sus opiniones, sino por lo que proyecta a futuro-, o diversas fórmulas colaborativas. Kurt Lewin, por su parte, afirma que el estilo autoritario es mejor para conseguir más productividad y/o silencio. Este gusta mucho a los dirigentes actuales porque no hay uno que actúe democráticamente en el seno de su partido. La realidad es que en la relación de liderazgo esas cosas de democracia o autoritarismo importan poco y no lo determinan, pues ha habido líderes que han sido muy sectarios y tenían una imagen de santidad enorme (véase Ghandi). Los ha habido hasta asesinos en masa (Hitler). No hay un estilo definido y claro porque depende del tipo de seguidores y del contexto.
Se evita tener que hablar de otros enfoques que ya son puro new age y meditaciones trascendentales, o simplemente un engañabobos (tipo Robin S. Sharma). Tomando el título de la obra de Ronald A. Heifetz, que no sus teorías de los valores, el liderazgo no tiene respuestas fáciles. Por tanto cualquier pretensión de intentar enseñar algo cercano al liderazgo en tres o cuatro sesiones es un imposible. Una estafa legalizada por la administración pública. Da igual si es “liderazgo para un feminismo eficaz”, que el “liderazgo personal” y mucho más el político, no pueden enseñar a ser líderes porque es sumamente aleatorio que lo que una vez funcionó funcione en otras ocasiones y no se sabe si esas personas se enfrentarán a un contexto en el que se requiera liderazgo. Eso sí, sirve para dar trabajo a un montón de personas que dicen saber mucho de comunicación política –más bien de mecanismos comunicacionales-, tipo Iván Redondo, pero de liderazgo nada o casi nada. Si se quieren divertir prueben con Robert K. Greenleaf y su escuela holística –recomendable su lectura con algún tipo de sustancia psicotrópica-, pero no busquen donde no van a encontrar. Líderes hay en todos los órdenes de la vida pero no se pueden confundir con dirigentes, caudillos o simplemente matones de barrio. Ya lo advirtió hace años un estudioso de las empresas Abraham Zaleknik, los líderes y los directivos o managers no hacen lo mismo, ni son lo mismo. En política lo mismo. Hay mucho manager y poco líder. Y cuando hay algún tipo de relación de liderazgo suele ser intragrupo más que exterior. Por ello no se dejen engañar ya que la mayoría de personas que les pretenden enseñar algo sobre liderazgo político seguramente no sepan quiénes son Jean Blondel, Ann Ruth Willner, James MacGregor Burns, Robert C. Tucker, Edward Shils, Peter Smith, Gabriel Sheffer y tantos otros que intentaron estudiar el liderazgo sin dejarse llevar por moralismos o cuestiones ideológicas. Y si se ponen a hablar de carisma, atícenles con lo primero que tengan a mano.