Antes del desarrollo del artículo en sí cabe hacer dos apreciaciones. La primera, que debería ayudarles a comprender el título, tiene que ver con un artículo que escribió Hughes hace un tiempo en el que establecía el punto o ley Soto Ivars. El mismo o la misma se resume en que cualquier tema que se considera un tanto peligroso para el debate público pasa a ser debatible desde el momento en que el escritor Juan Soto Ivars escribe una columna o explica en la radio ese mismo tema. El segundo tema es que parece ser que existe un Vox bueno porque así parece que lo ha establecido la voz de la clase dominante.

Juan García-Gallardo ha salido en estampida de todos los cargos que ostentaba en Vox y en la Junta de Castilla y León. Se ha quejado de ciertas malas actitudes reiteradas por parte de algunos miembros de la dirección voxera, no del presidente, como chantajes políticos y constantes discrepancias en la estrategia política. No es la primera vez en que hay quejas de los dirigentes regionales de lo que obligan a hacer desde Bambú (sede de Vox). Quien más y quien menos ha señalado a Ignacio Garriga como un elemento un tanto desagradable, prepotente y de malas formas. Igual otro intento de hacer el “Alfonso Guerra” pero sin la gracia, ni la capacidad del andaluz —le pasa a todos los partidos, ahí tienen a Félix Bolaños en el PSOE o a Miguel Tellado en el PP—.

Por la voracidad y mala leche con la que han salido ciertos dirigentes voxeros parece ser que ese aspecto de presiones con mala educación tiene visos de ser veraz. Alguno incluso ha tenido la ocurrencia, mala, de elevar casi a los altares a Santiago Abascal de quien han señalado que es el único imprescindible. ¡Cojona! Luego saldrán diciendo que Pedro Sánchez es un dictador y bla, bla, bla. Paradójicamente, de todo lo dicho por García-Gallardo, lo de las carencias internas es lo más acertado de sus justificaciones, mientras que lo estratégico no. No hay que extrañarse de la falta de democracia interna en ninguno de los partidos españoles. En mayor o menor medida todos están regentados por un dictador y sus corifeos. En el caso de Vox, igual, sería mejor permitir cierto debate y luego, como decía Alfonso Guerra, ¡a votar!

Esto es lo que le gustaría a Soto Ivars para hace surgir ese fascismo bueno. Paradójicamente los antifascistas, antipopulistas, antitrumpistas, antisoberanistas creen que hay un fascismo bueno en tanto en cuanto se pelee con el fascismo malo. ¿No se había quedado que el fascismo no es bueno nunca? Ese Vox bueno, que también han elogiado en el programa de Carlos Herrera a coro, es el del castellano-manchego o el de Iván Espinosa de los Monteros. El de Garriga y Jorge Buxadé es el malo, el odioso, el que se equivoca y, esperen que no llegue un día en que afirmen, el que tiene secuestrado a Abascal.

Están todos equivocados. Vox navega contradicciones entre su ánimo libertario, su cristianismo y su soberanismo-conservadurismo. Como populistas son todos los dirigentes políticos —¿acaso no existe el populismo del sistema que representan Sánchez y Feijoo?—, no cabe esa catalogación. Esas contradicciones, empero, no le han impedido tomar buenas decisiones estratégicas. Juntarse con Giorgia Meloni o Marine Le Pen en Patriots no es un error sino un acierto como se ha visto a nivel internacional (¿estaban Sánchez y Feijoo invitados a la proclamación presidencial estadounidense?), quienes siguen negando la lucha civilizatoria que se está librando son culpables de mentir y de traición, en Vox eso lo tienen claro al menos y en ello están. Otras cuestiones pueden ser discutibles, pero esta batalla, donde hay muchísimos partidos europeos, es clave para el futuro de los europeos.

En el cortoplacismo de sanchistas y peperos no cabe entender esto como una batalla por una civilización (que según Miguel Ángel Quintana Paz comenzó hace 1700 años en Nicea), como tampoco cabe en la farsa ayusista que no es más que opereta y bomba de humo. Pero no solo los conservadores/soberanistas están en este plano, hay un grupo de pensadores de izquierdas que también están ahí, en esa batalla (en España pueden leer a Jasiel Paris o Víctor Lenore, si es que no le han echado los buenistas de la izquierda). Quienes han salido por peteneras de Vox no estaban en esa batalla globalmente. Son cayetanitos que sólo miran lo económico como buenos marxistas que son, sin saberlo. Son fachillas clásicos que acaban votando al PP o a Ciudadanos (cuando existía). El problema de Vox, más allá de la concepción oligárquica extrema del partido (muy leninista, todo hay que decirlo), es otro y está más relacionado con las contradicciones, no con la estrategia tomada.

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