Mientras alguno está mostrando el perfil del próximo pontífice, el cardenal Müller, haciéndose el despistadillo, pero mostrando a los demás que si fuera por él no habría problema en aceptar la mitra papal, resulta que el Vaticano se mueve. No necesita, porque se laminó a unos cuantos, muchos apoyos el papa Francisco para seguir marcando las líneas a seguir. Con dos o tres indicaciones, mientras coge aire en cantidad, ordena algún obispo, o le da en los morros a Donald Trump. De hecho si no ha renunciado o a entregado la cuchara es por pelearle al presidente estadounidense y a todos sus católicos protestantes el discurso universal.
De momento, desde el Vaticano se está pidiendo que el acuerdo de paz por la guerra de Ucrania y de Israel/Gaza sea multilateral. Nada de juntarse los tres colegas que se quieren repartir las riquezas, sino que intervengan más países que algo tendrán que decir. Incluido el Vaticano si hiciese falta. Así se lo han hecho llegar los obispos estadounidenses a los católicos de allí y a la propia Casa blanca. Es evidente que esto le da igual a Trump porque sólo se guía por su testiculina y sus propios intereses (que incluye los de sus amigos empresarios en un forma habitual del colonialismo neoliberal). Pero que desde el Vaticano señalen con el dedo significa más para millones de personas.
Que Elon Musk, que no suele tener ni idea de miles de cosas en las que ofrece su opinión y mandato, ya ha estado moviéndose en las sombras para que el próximo pontífice sea un marmolillo lo saben todos. También es cierto que Francisco, o eso cuentan los rumores, ha estado maniobrando para cambiar la constitución y dejar en el 51% de lo votos cardenalicios los necesarios para nombrar nuevo pontífice. Eso permitía, eso dicen, que los más afines al franciscanismo pudiesen salir elegidos. Y entre esos afines se cuelan los nombres de un italiano Matteo Zuppi y un belga Jean Claude Hollerich. Se nota que información viene de donde viene porque, igual, sólo igual, los tiros no van por ahí.
Podría ser el secretario de Estado Pietro Parolin, más capaz de consensuar opiniones y seguiría una antigua tradición de situar en el trono de san Pedro al que ostentaba tal cargo. Pero podría ser cualquier otro, incluso un español. El problema que tienen los “tradicionalistas” es que, además de apestar a trumpismo e ideas protestantes, no tienen un candidato único y definido. El cardenal Robert Sarah está a punto de no poder ser elegido —supuestamente porque la legislación entiende que puede ser elegido cualquier católico como principio fundamental—, Müller no ha sido capaz de controlar a los obispos alemanes cualquier estadounidense de los que se nombran no cuentan con el apoyo de los demás.
Mientras tanto el Papa nombra nuevo obispo de Albacete a Ángel Román, madrileño-alcalaíno, lo que ya es un indicativo de otras cosas. Le están haciendo epitafios y obituarios, le buscan sustituto, le retiran, le matan y resucitan cada día, le añaden enfermedades todos los días, atacan a sus colaboradores pensando que podrían ser futuros pontífices, eppur si muove. O como se dice en español, no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo… incluyendo a Trump.