Sombres oscuras se ciernen sobre el proyecto de Íñigo Errejón de conformar un movimiento populista desde el lado izquierdo del arco político. Tanto como para acabar olvidando lo que son los neofascistas de Vox, algo no intencionado pero cargado del buenismo y del institucionalismo que sobra en la izquierda. Al verse frente al espejo de lo que le gustaría que llegase a ser Más País, la dicotomización de la política para agregar todas las demandas, Errejón no calcula realmente sus palabras y le acaba pareciendo bien que Vox haya obtenido una vicepresidencia en la Mesa del Congreso “porque les ha votado mucha gente”. Como pueden observar una incongruencia total típica de los laclauianos y de los politólogos de lo institucional.
Salvo que obtengan mayoría absoluta, por muchas personas que les voten, lo ético cuando menos es que el resto de partidos impidan a los neofascistas tomar cualquier tipo de poder institucional. Tener esa vicepresidencia les puede servir para muchas cuestiones administrativas o jurídicas que pueden llegar a perjudicar el normal desarrollo de la vida política si llega a haber Gobierno y éste es una coalición de las izquierdas. Ni estratégicamente tienen sentido esas palabras. Recuérdese que los nazis no tenían la mayoría del Reichstag y acabaron aniquilando a la oposición y a los judíos. Por mucho que uno, ese uno es Errejón, quiera quedar bien con todo el mundo, e incluso aspirar a captar a los supuestos descontentos que votan a Vox (lean lo que escriben sus coequipiers del movimiento que ha montado), hay barreras que no se deben traspasar. Como ya abandonó hace años la lucha de clases y esas cosas de rojos, se le ha olvidado que a los neofascistas se les combate siempre y en todo momento.
Errejón piensa “combatirles con ideas”. Aquí el chascarrillo se transforma en patetismo. ¿Piensa disputarles con ideas quien ha demostrado que las suyas no son capaces de captar a casi nadie? Igual piensa que sigue en Podemos y tiene una base social potente, pero la realidad es que está allí arriba del hemiciclo en el grupo mixto porque, quitando Madrid, no ha sido capaz de sacar ningún diputado más y sí fastidiar algunos, como en Málaga por ejemplo, a otros partidos de izquierdas. Se pensó que como la traición en la Comunidad de Madrid salió medio bien, iba a asaltar España con su populismo verde. Y como lo ecológico es transversal, esa palabra que utilizan para todo los populistas, pues está tan extendido entre todos los nichos electorales que no le sirve nada más que para cargarse Equo y dos diputados ramplones.
Un problema es que algunos intelectuales, que han pasado a la acción y dejan de influenciarse por las luchas cotidianas, creen que la realidad acabará siendo como lo han pensado en sus papeles y artículos. Al contrario, la realidad siempre acaba superando las disquisiciones por muy inteligentes que parezcan. El populismo latinoamericano que quiere importar Errejón no penetra en Europa, por mucho que existan populismos, porque la estructura social y la de pensamiento son casi radicalmente diferentes a aquellas. Apelar al pueblo o dicotomizar el discurso (algo que llevan haciendo todos los partidos desde hace siglos) no sirve como proceso indentitario y más cuando mezclas churras con merinas como le pasa a Más País. Las contradicciones no sólo son del sistema capitalista sino que son patentes en cualquier tipo de movimiento, facción o grupo de amigos, pero en el marco político acaban penalizando si sumas feministas con queer o a clase trabajadora con burgueses bohemios y todo bajo la estructura de cultura política europea. Como esto no lo ve, o si lo ve tardará quince años en analizarlo bajo su prisma epistemológico, pues piensa que sus ideas bastarán para acabar con el monstruo. Al cual sólo ve una cabeza y no las tres que tiene (PP y Ciudadanos como fieles aliados).
Menos Chantal Mouffe, menos Antonio Gramsci, menos Ernesto Laclau (y menos leerse entre los mismos con el mismo pensamiento) y más materialismo. Si Diego Fusaro, o un tradicionalista católico como Juan Manuel de Prada parecen más de izquierdas es que algo estás haciendo mal. Y el problema es que el sistema capitalista acaba por desaparecer de sus análisis, recurriendo a citas de Marx para parecer lo que no son en la realidad. Si Friedrich Engels es más feminista que tus posiciones después de más de doscientos años es que igual tienes un problema de análisis. Con este armamento ni puede, ni podrá con la catexia de las personas que apoyan a Vox. A los neofascistas sólo se les puede confrontar desde el materialismo (no confundir con el empirismo, que suele llevar al idealismo) y la construcción de un sujeto político que aminore las contradicciones, no que las amplíe como sucede en Más País. En Vox apelan con ciertos mitologemas o narraciones míticas que están insertas en el inconsciente colectivo, por ello sólo cabe contraapelar desde lo material o utilizando mitologemas propios de la izquierda, esos mismos de los que reniegan los populistas por oler a obrerismo y sudor. Tanto la izquierda caviar como la bohemia burguesa, ambas posiciones captadas por la clase dominante, carecen de las armas de lucha contra la ultraderecha. Por tanto, salvo en su mundo de las ideas verdaderas y perfectas (su mundo y el de sus escasos correligionarios), la lucha se debe dar en otros campos, justo los que ha repelido y no le gustan a los errejoners.
Post Scriptum. A todo esto hay que tener en cuenta que los medios de comunicación cada vez le están dando más de lado y sólo le utilizarán si critica a PSOE o Podemos, preferiblemente a los segundos.