Aunque la inutilidad y la inoperancia de la actual Jefatura del Estado ya es algo que la sociedad española va descubriendo poco a poco y los ciudadanos y ciudadanas están despertando del mal sueño de la empatía hacia la Corona, la realidad es que en el último mes se ha demostrado como nunca que el actual modelo democrático en lo referente a la Jefatura del Estado no sirve para nada. La Monarquía ni sirve al pueblo ni sirve al país. Sólo despierta interés por el amarillismo de informaciones que en nada afecta al bienestar de la ciudadanía. ¿Qué le importa a una familia desahuciada que Letizia Ortiz no quisiera reunirse con Ivanka Trump? ¿Qué le importa a una familia de clase trabajadora explotada y con salarios por debajo del umbral de la pobreza que haya rumores de divorcio? ¿Qué problemas resuelve la Monarquía a su pueblo? Los mismos que resolvía Luis XIV en Francia o Fernando VII en España, es decir, ninguno.
En estas últimas semanas los españoles hemos vivido una serie de crisis de distinta índole en las que un Jefe de Estado de los de verdad hubiesen intervenido de una forma u otra o se habrían puesto en vanguardia en representación de su pueblo y de sus instituciones.
¿Qué ha hecho el Jefe del Estado español durante la crisis política provocada por la sentencia de la Gürtel? Firmar los correspondientes decretos posteriores a la moción de censura y mirar atentamente en las juras de las ministras, de los ministros y del presidente del Gobierno. No ha hecho más. Un Jefe de Estado de los de verdad habría intervenido cuando se hizo pública y habría tomado medidas porque el prestigio de España estaba en juego al mantenerse en el Gobierno un partido condenado por haberse lucrado de la corrupción.
¿Qué ha hecho el Jefe del Estado español en la crisis migratoria que está viviendo Europa sobre todo por el crecimiento de los ministros o los gobiernos xenófobos? Nada, no ha hecho nada. Ante la decisión de Pedro Sánchez de acoger a los seres humanos del Aquarius que el fascista ministro italiano Matteo Salvini pretendía que murieran de hambre en la mar Felipe de Borbón tendría que haberse puesto en vanguardia, en primer lugar, para defender a esas 630 personas de la barbarie xenófoba que se extiende por Europa y, en segundo lugar, haberse enfrentado directamente con Salvini a través de los canales diplomáticos que fueran necesarios.
En referencia a esa crisis migratoria, esta semana se celebra una cumbre europea en la que España nuevamente estará huérfana de su Jefe de Estado porque ante una crisis humanitaria de esta envergadura es mucho más rentable para la institución a la que representa quedarse de perfil y que sean otros los que den la cara. Un Jefe de Estado no hace eso. Martin Luther King decía que «un hombre no mide su altura en los momentos de confort, sino en los de cambio y controversia», una máxima muy aplicable a nuestro país.
En referencia a la crisis humanitaria provocada en Estados Unidos por las políticas xenófobas y fascistas de Donald Trump, nuestro Jefe de Estado se mantuvo al margen. El día en que se hicieron públicas las fotografías de los niños metidos en jaulas tras ser separados de sus padres, Felipe de Borbón visitó la Casa Blanca y no hizo ninguna referencia a la inhumanidad de una situación que revolvió las tripas a todo el mundo. Esta falta de sensibilidad por parte del Jefe de Estado español también transmite la imagen de España y, por lo tanto, el mundo vio a un señor alto saludando sonriente a la prensa mientras guardaba silencio ante la ignominia y la sinrazón. Esa no es la imagen de nuestro país ni de sus ciudadanos, quienes dieron un ejemplo ante el mundo de solidaridad con el acogimiento de los seres humanos del Aquarius.
Si miramos hacia atrás tenemos cientos de ejemplos en los que el Jefe del Estado español le ha dado la espalda a su pueblo. Ni él ni la institución a la que representa hicieron nada ante los desahucios; no influyó nada ante una reforma laboral que iba en contra de los intereses del pueblo; no intermedió ante el gobierno para que se priorizaran los intereses de los ciudadanos y ciudadanas a los intereses de las élites financieras. En medio de la peor crisis territorial que ha vivido España en su historia, Felipe de Borbón decidió, en vez de apoyar el derecho democrático al sufragio de los catalanes, adherirse al discurso ultranacionalista de Albert Rivera, Soraya Sáenz de Santamaría o Xavier García Albiol.
Los defensores del actual modelo de Estado siempre justifican esto en que son las funciones que le tiene conferidas la Constitución. Si lo correcto es tener a una institución cuya función es absolutamente inútil para el pueblo al que debe servir, entonces España tiene la Jefatura de Estado vacante y una democracia fuerte no puede permitirse algo así. ¿Será que España tiene una democracia fallida?