Fuente: Pool Moncloa

Este hombre, porque es un hombre, un simple mortal, lleno de defectos, de humores, de deseos irresolubles, de capacidades limitadas, nada parecido a un ser superior, o a un dios, si es que hablar de dioses se puede en esta época de relativismo total. Este hombre, decíamos, no puede haber dicho lo que las imágenes han captado y seguir al mando de cualquier estructura institucional por pequeña que sea. La manipulación de las conciencias, como bien demostró en el otrora partido llamado PSOE, hoy sanchismo agrupado sin más, puede ser un arma política como la historia ha demostrado, pero lo que ayer mostró no es un intento de manipulación sino de estupidez o de maldad.

¿Sabía lo que decía cuando explicaba, con tono burlesco, que todos somos Estado? ¿En verdad piensa eso? Porque de ser así da miedo. NO —así en mayúscula para que se note que es categórico—, las personas que trabajan no son Estado, ni parte del Estado salvo que quien lo crea carezca de la comprensión de que eso es una visión completamente totalitaria de la vida. Si todo es Estado ¿qué le queda al ser humano de humano? Esa visión totalitaria solo se puede adquirir, bien por la meditación intelectual profunda —aunque espeluznante—, bien por la mera estupidez. Como la historia ha demostrado ni Hitler, ni Mussolni, ni muchos dirigentes comunistas fueron estúpidos sino que pensaron realmente que todo era Estado y todo debía estar sometido al Estado que acababa encarnado en el líder supremo.

Desde el Estado, incluyendo uno mínimo, se puede actuar para la modificación de ciertos caracteres. Bien por la promulgación de leyes lesivas a la libertad individual y colectiva, bien mediante la utilización de los diferentes aparatos del Estado o en el Estado —algo propio de las democracias postliberales actuales—. Frente a o en compañía de esto se encuentra el sistema económico con todas sus ramificaciones y estructuras que están imbricadas en la sociedad civil. Pueden situarse frente al Estado o controlar el Estado de diversas formas. Una sociedad civil sana es aquella que tiene una gran diversidad de instituciones libres (medios de comunicación, grupos de presión, etc.) independientes en su mayoría de esos dos poderes que chocan o cooperan. Luego, por ser puntillosos, estarían los seres humanos, los ciudadanos que se ven hostigados por sociedad civil y Estado, aunque los canales de participación, demanda y lucha se sitúen en el seno de ambos. Ergo cualquier trabajador que paga impuestos no es, ni puede ser Estado, salvo que se acabe con su condición de ciudadano o ser humano.

Cualquier doctor en una rama de Ciencias Sociales, la Economía lo es, o de Humanidades tiene claro esto si ha sacado con provecho su título. A no ser que la explicación propuesta por cualquiera, como ha hecho Pedro Sánchez, sea producto de un análisis intelectual en el que conociendo esa diferenciación básica —existen numerosos recovecos, matices y zonas oscuras en el tema Estado-sociedad—, se pretende concienciar al populacho de que es Estado para someterse completamente en cuerpo y alma a los dictados del dirigente máximo. Esto es, que se quiera ser un totalitario con completa certeza de lo que se propone. Lo que, siguiendo el camino, convierte a cualquiera que proponga algo así en un peligro social y un ser malvado. De una maldad vista pocas veces en la historia universal y capaz de llegar hasta el aniquilamiento de aquellos que se consideran enemigos con toda la subjetividad posible.

¿Es esa la posición de Sánchez? Aquí se duda bastante que detrás de las palabras del presidente del Gobierno haya cualquier tipo de análisis intelectual, incluyendo a sus asesores. Es un discurso producto de la estupidez, de la ignorancia, de la ignominia de creerse superior a cualquiera, del egotismo, de la soberbia, pero no de algo que tenga que ver con el conocimiento y el pensamiento intelectual. Es un zote enorme Sánchez pero no hay que quitarle su punto de maldad social o sociopatía. Cabe recordar que ha eliminado cualquier tipo de democracia interna en el anteriormente partido conocido como PSOE; que impone o intenta imponer su voluntad a cualquiera sin importarle lo racional (como le ha sucedido con ministros independientes, antiguos dirigentes o periodistas); y que no entiende más que aquello que surge de su fuente de deseos y el resto es fascismo, populismo o antidemocrático.

Es malvado, un peligro. Solo hay que escuchar la petición de dar palmas en los balcones que hizo posteriormente a la digresión totalitaria. Una petición que será la que llene las redes sociales de memes, insultos (merecidos) y demás cuestiones nimias o irracionales que suelen producir. El problema es que, siendo una muestra de su estupidez, no es lo peligroso y dañino. El hecho de pensar que todo es Estado y que él está a la cabeza del mismo —del rey piensa que es un monigote que debe postrarse a su lado— y controla la soberanía nacional —hay que recordar que ya ha afirmado en otras ocasiones que la soberanía reside en el parlamento, algo que no es cierto, por fortuna— lleva a la más que simple consecuencia de que, pese a la cogobernanza, él manda sobre todo y todos deben postrarse a su voluntad expresada por la ley y los aparatos en el Estado que controla mediante el dinero. Cierto que es un zote, pero hay mucho más de malvado de lo que se piensa normalmente. Y no, no son prejuicios ideológicos (carece de ideología y haría lo mismo si estuviese en el PP), es algo inherente a su persona. Tiene una personalidad autoritaria, pero no de la que se deja someter como explicaron en la Escuela de Frankfurt, sino de la que desea someter. Es algo que está en su subconsciente y sale al exterior de vez en cuando.

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