El verano pasado, pese a que el optimismo de Rubén Uría resultaba contagioso, me pasé medio verano dando palos a la dirección deportiva del equipo y a su máximo responsable, Miguel Ángel Gil Marín. El equipo, como se vio durante la temporada, se quedaba corto de efectivos de calidad y con una plantilla envejecida. Durante la temporada se llevó unos buenos palos también por cobarde en la defensa de los intereses de «su» empresa ante UEFA y la Federación Española. Este verano parece que la cosa ha cambiado, cada vez que le cae un palo por lo que sea a los pocos días aparece con una noticia que contradice esa crítica.
En el mundo del gilismo nunca hay que fiarse, es como los halagos de los amanuenses del Maligno al Atlético de Madrid, no son sinceros, ni de fiar, nunca. Siempre sacan algún truco de hechicero malo para sacar tajada. Este año, parece, que vuelven a estar presionados por los posibles vendedores y los propios inversores para obtener, unos, un buen negocio ya montado y, otros, sacarle un buen beneficio al dinero invertido. Esa presión podría haber ido por el camino del gilismo habitual —como el chanchullo del senderista y Gallagher—, pero parece que hacen cosas más o menos normales en equipos de la categoría rojiblanca. Lo que no deja de ser anormal para un Gil.
No hace mucho, metiendo a Uría de por medio, se pedía desde esta columna que se largasen a todos esos jugadores que no estaban dando nada al equipo. Jugasen (De Paul y Molina) o no jugasen (Lemar), todo ello sabiendo que el marido de Erika no va a salir así como así. Y ahora van y se ponen a vender jugadores, esos jugadores, como si no hubiese un mañana, casi con prisas. De Paul está saliendo ya por la puerta del Metropolitano rumbo a Miami —se esperan fiestas en los clubes de allí por su llegada—, Molina parece que será cedido a ver si luego se puede vender y Lemar podría acabar en Lyon. A esto habría sumar la salida de Lino y, posiblemente de un Gallagher que no gusta o no es entendido por el entrenador.
También se ha dicho que, a ser posible, lo suyo es que los jugadores nuevos deberían estar en la pretemporada por las características del Cholo Simeone. Más bien por sus manías respecto a conocer a los jugadores, verles entrenar desde el principio y las correcciones que le gusta hacer. Antes de comenzar la temporada con fuego real, le gusta tener una visión sobre cómo encajarían las piezas. Vamos, lo que suele poder hacer un entrenador normal, en un equipo normal, sin estar esperando, mientras se reza, a que no salga un jugador fundamental en el último minuto, del último día del mercado de fichajes y acabe llegando un deshecho de tienta. Y resulta que van a estar tres, seguro, y un cuarto en breve porque tiene vacaciones por compromisos internacionales.
Esta misma semana se ha criticado que la dirección deportiva no tiene plan alguno y algunos con los fichajes de los jóvenes Baena, Ruggeri, Almada y Cardoso entienden que sí existe el plan de rejuvenecer la plantilla con jugadores de calidad. Carlos Bucero parece que, dicen estas gentes —no gentes sino el cachondo de David Vinuesa, Uría, Donado y alguno más pues los otros lo que les mandan dicen—, ha sabido hacer lo que no hacía Berta. Claro que al «silencioso italiano» le daban para disparar azúcar y a este pólvora, ya se verá de qué calidad pero pólvora. Incluso me han salido en redes sociales gentes extrañas, que nunca habían comentado nada, que olían a bucerismo diciendo que iban bien las cosas —por cierto, con una educación exquisita, no como VelcroRM que llega berreando e insultando—. No soy nadie para llegar a este nivel pero mosquea a estas alturas de la vida. De todas formas cambiar dinosaurios por jóvenes tampoco es una estrategia sino necesidad.
Plan, plan, al final no parece que exista salvo fichar jóvenes y de mayor calidad —algo no muy complicado en los veranos del Atleti del gilismo— porque, por ejemplo, se han ido dos centrales o defensas versátiles (Azpilicueta y Witsel), que lo eran para el entrenador, y no ha llegado ninguno. Ni uno. Reinildo por Ruggeri cuadra. Cardoso por De Paul, podría ser. Baena por Riquelme y Almada por Correa, sí y no, son cambios de jugadores, pero no son lo mismo ni por asomo. No parece que el plan vaya más allá de cambios de cromos en posiciones similares o algo así como juegan por el centro del campo o por arriba sin más especificaciones. Y no, no han cubierto todas las plazas. A los cinco que se han ido habría que sumar dos o tres más, igual a ocho. Y llegadas serían cuatro o cinco. Siguen faltando plazas por cubrir. Cierto que hay que esperar al final del mercado, pero justo en esos tiempos es cuando el gilismo se hace más peligroso.
Post Scriptum I. Si fuese cierto que Gil Marín hace todo esto por fastidiarme, igual debería plantearme más críticas para ver si así se cuadra todo. O que me ponga de Director Deportivo a mí, que parece que veo las carencias bastante antes —aunque me tenga puesta una cruz, como le comenté a un usuario de X, desde hace muchos años por cosas que no vienen al caso ni tienen que ver con el fútbol en sí—. O ¿debería pedirles a ustedes, lectores y lectoras, que me digan qué pedir para ver si cuela? Díganme entonces.
Post Scriptum II. Hay que reconocer que, para sorpresa de todos, lo de este año no va mal. El temor a la gilada persiste porque ya son 37 años de ellas —Tilico, Moacir, Nimny, Wicky, Lukic y tantos raros que han pasado—, pero hasta hoy no es para estar descontentos aunque se haya ido una silla y haya llegado un sofá. Al menos no es una lámpara por una mesa. Aquí, de momento, me tengo que tragar mis palabras pero… ni Gyokeres, ni Haaland vendrán, miren lo que ha pasado con el Cuti Romero.