Los populistas y los nacionalistas lo tienen sencillo, hablan de pueblo y casta o de nación y opresores para establecer los buenos de los malos, los propios de los demás. Sin embargo, otros movimientos más basados en la discusión propiamente materialista siguen refiriéndose a las clases sociales para canalizar los apoyos a sus posturas. Nadie suele utilizar la llamada a la clase capitalista, alta o coalición dominante porque sería estúpido en sí. Tal apelación no sería productiva para poder dominar. Por ello se requieren argucias nacionalistas, usualmente como ha sucedido con el PP y en Cataluña con el nacionalismo de derechas, para adherir personas a la causa de sus propios explotadores. También se utilizan argucias discursivas apelando a las clases medias para luego ponerles a los pies de los caballos, eso sí, con recurrentes promesas inciertas.
En los últimos años se observa que, al menos, dos partidos, más bien un partido y un dirigente (o varios que conforman su cohorte), vienen apelando a la clase media-trabajadora. Tanto Ciudadanos como Pedro Sánchez (el primero y el segundo) utilizan esa fórmula para conseguir apoyos entre una capa social. La cuestión es si realmente existe esa clase media-trabajadora o es una argucia más para conseguir apoyos y no perder otros en la batalla electoral, que realmente es lo que les importa. Hegel ya hablaba de clase media y proletariado como dos clases diferentes. La clase media era la clase de las personas que prestaban sus servicios al Estado en sus distintas funciones (desde administrativos y soldadesca a abogados y jueces). Luego estaba la clase poseedora de los medios de producción que disfrutaba de los deseos materiales sin tener que trabajar por ello. Debajo que aquellas dos el proletariado como clase trabajadora. Y muy por debajo los innombrables o miserables.
Más adelante, con la ampliación de los trabajos más intelectuales que manuales, se fue constituyendo la clase trabajadora de cuello blanco, que fue asimilada por la sociología conservadora-neoliberal a la clase media, desplazando tanto al funcionariado como a los directivos medio-altos de las empresas. Unos permanecieron en la clase media y otros pasaron a la clase alta (al fin y al cabo no son más que los esbirros del capital). Así la clase trabajadora fue, incluso por los propios partidos socialdemócratas y buena parte de los comunistas tras el eurocomunismo, quedando desplazada a ser casi el lumpen de la sociedad. El mecanismo de dominación de la coalición dominante para desmembrar a la clase trabajadora funcionó a las mil maravillas. Se le hizo creer al administrativo, que está siendo tan explotado como el tornero fresador, que era clase media por no mancharse las manos. La segunda parte fue hacer creer a buena parte de los trabajadores manuales que como tenían cierta experticia, no como los miserables o ni nis, también eran clase media. Así, el neoliberalismo ideológico consiguió casi la cuadratura del círculo al crear en occidente una sociedad de clase media. Un proceso mediante el cual fue negando cualquier fórmula alternativa al capitalismo (menos en su versión financiera), por tanto se les decía, si ya has llegado a esta posición de clase media con coche y casa, debes defender al sistema que te lo ha permitido, no como esas sociedades de comunistas que no tienen mercancías ni fetiches que comprar. Sociedades de clases medias consumistas y rendidas al sistema capitalista. Hasta que algo se ha roto.
No piensen que las apelaciones a la clase media-trabajadora son gratuitas, no. Tienen una lógica de defensa del sistema muy claras. Son apelaciones mediante un proceso ideológico de inevitabilidad, por un lado, y de representación por otro. La inevitabilidad queda muy clara en la llamada al fin de la Historia, a que no existe más allá de la democracia burguesa de partidos y el sistema capitalista globalizado. Para reforzar nos inoculan, por ejemplo, lo buenos que son los frutos americanos o africanos y que si no hubiese globalización no se podría disfrutar de tales manjares. Te quitan las lentejas para que comas cualquier tontería hecha de soja. Te venden un producto innecesario pero lo utilizas porque es “global”. ¿Cómo te vas a oponer a la globalización si hay muchos fetiches globales? Así se asume tanto el fin de la Historia como la inevitabilidad del capitalismo como orden global superior del ser humano.
También se utiliza la fórmula ideológica de dominación de la representación que, como dijo Göran Theborn, es un mecanismo mediante el cual el dominado obedece porque entiende que lo que hace el dominador es en favor de los dominados. Por eso intentan no sólo hablar de la clase, la raza o cualquier otro mecanismo identitario, sino parecer semejantes o aparecer como pertenecientes a ese grupo dominado. Y aquí es donde tiene sentido esa argucia lingüística de la clase media-trabajadora. Porque, aunque no se había dicho hasta el momento, es una argucia y un intento de falseamiento de la realidad. Incluso se podría hablar de una contradicción que conllevaría a un desafecto representativo en no mucho tiempo.
Olvidando la clase media-trabajadora en su vertiente objetiva, porque incluso en la rama conservadora ha quedado claro que no tiene visos de existencia, mejor hablar en el plano de la subjetividad. Puesto que las élites políticas utilizan el concepto como un constructo social compuesto de relaciones para representarla y así seguir con la dominación sistémica, lo subjetivo ha de asentarse sobre algo para que la apelación tenga firmeza. De otra forma sería una mentira más de esta sociedad especular y espectacular donde lo que nos dicen no existe y lo que existe se encuentra escondido tras los fuegos artificiales del espectáculo en sí. No mostrar lo que ocurre tras las bambalinas para que la dominación mediante la representación sea productiva a los intereses de la coalición dominante.
Subjetivamente no se conoce a nadie que se autocatalogue como clase media-trabajadora. Siempre tienden a hacerlo en la clase superior a la que objetivamente pertenecen, así se ha generado esa gran masa de clase media en las sociedades occidentales. Y esto es importante porque la apelación ¿por qué se produce? Porque después de la crisis, y que se haya ido corriendo a salvar a la fracción financiera del capitalismo globalizado, y que se haya permitido a la clase dominante aumentar sus beneficios, y que se bajen los impuestos a la coalición dominante, y que el burgués pueda actuar libremente y con impunidad en el sistema mientras el resto, clase media o trabajadora, se la está exprimiendo en beneficio de muy pocos (de ese 20% que tiene el 80% de la riqueza), mucha gente se ha caído del guindo y no se ve tan objetivamente como clase media. El precariado, en acertada expresión, tiene todos los componentes de ser clase media subjetivamente, pero es en esos estratos sociales donde comienza a generarse una conciencia, o autoconciencia en términos hegelianos, contraria a la subjetividad de clase media construida por el neoliberalismo y sus compañeros de viaje socialdemócratas.
Es por ello que Ciudadanos y el grupo alrededor de Pedro Sánchez (incluidos algunos barones) hablen de clase media-trabajadora, porque están intentando quebrar esa autoconciencia de explotado por el sistema (independientemente de su posición de clase), de que hay muchas más cosas que unen al trabajador intelectual con el trabajador manual, con el autónomo, con el pequeño empresario. Digamos que se está generando una conciencia de clase que, en otros países, está siendo utilizado por diversos populismos. En España ese esfuerzo de canalización del enfado, de la sublevación de una nueva clase trabajadora que sabe que le mintieron al hacerle creer que es clase media, lo vienen haciendo la muchachada de Albert Rivera y la élite del PSOE. Intentan canalizar, ya que Podemos ha perdido fuerza en cierto sentido, el descontento para desactivar la conciencia de clase. La autoconciencia de una nueva clase trabajadora más amplia y diversa pero contraria al capitalismo y el neoliberalismo actuales. Al utilizar lo de clase media-trabajadora lo que se pretende es tener un constructo, al que se quiere dotar de relaciones sociales subjetivas, que impida cualquier movimiento transformador. Un constructo que subjetivamente es inexistente para una gran parte de la población.
Lo curioso es que el PSOE haya entrado en ese juego de desmovilización, algo que no sorprende en Ciudadanos, y no hay querido utilizarlo para ganar terreno y transformar el sistema español. Se acogen a la clase media-trabajadora como mecanismo de marketing y de apelación a sostener el sistema, o es que son muy incultos y como se lo han oído a otros se lanzan a utilizarlo. Nadie se ha sentido mal en España cuando el PSOE ha defendido ser el partido de la clase trabajadora en su unión con una parte de la clase media más cualificada. Es un error querer subjetivar ese constructo porque las contradicciones del sistema son cada día más aparentes y chocan objetivamente con las pretendidas virtudes de aquel. Ni existe la clase media-trabajadora objetivamente, ni subjetivamente. Y el PSOE haría bien en desprenderse de tal manejo porque, mediante esas contradicciones y las relaciones sociales objetivas/subjetivas que se generan en realidad, podría ser presa de un soplo de aire de algún partido de la fracción dominante y quedar sin base social objetiva (salvo los que le apoyan sin pensar en cambiar, que por edad tampoco es que le queden muchos más años).
La clase media-trabajadora es un engaño a los dominados por parte de los dominadores. Una treta ideológica, como otras que no vienen al caso tratado, para aceptar el sistema como inevitable porque no existe alternativa. Y tras usarlo quien lo utilizaba sabiendo perfectamente el sentido del mecanismo ideológico, alguno lo ha adquirido en el mercado de fetiches políticos para utilizarlo sin saber que, al final, no es más que un mecanismo contrario a los postulados que dice defender. Cuando se utiliza el marketing político hay que ser conscientes de que las palabras no son significantes vacíos que valen para cualquier cosa. Hay un poso material que acaba por descuartizar esos significantes vacíos, esos eslóganes, ese artificio espectacular y que hace su aparición cuando menos lo espera el interfecto de las palabras pervertidas. Sin análisis material, el resto es una bomba de relojería a la espera.