No existe mayor falacia en la sociedad actual que la fallacia ad madridismus —se advierte a filólogos y/o cuñados que no vengan aquí a criticar el invento en latín del titular, hay consciencia del invento—. Da igual el aficionado, el dirigente máximo o la prensa mamadora (que diría Manolo Lama), todo el mundo señala al Real Madrid como un equipo que lucha contra los clubes-Estado, contra la potencia económica de la Premier League y demás. A todo hay que darle un contenido épico para ocultar que, en realidad, el equipo blanco es el Estado-club por excelencia. Lo fue en otros tiempos y lo sigue siendo de la mano de Florentino Pérez.
La falacia es hacer ver que todo es épico pero no puede construirse sin la ayuda de los aparatos ideológicos y del poder político. No se trata de negar los éxitos deportivos, son los que son, pero es falso que exista ni un atisbo de épica cuando se juega con las cartas marcadas. Sí, marcadas porque, presuntamente, en el palco del Bernabéu se cuecen movimientos de la clase dominante española. Si a usted le parece que Óscar Puente es un bocas, a Florentino también, pero usted no tiene poder y el mininistro sanchista tiene el presupuesto general del Estado. Está invitadísimo, como el resto de mininistros hasta que dejen de tener poder o influencia. Esto no es deportivo, como no lo es la presencia de empresarios, jueces de los tribunales superiores, funcionarios de alto rango… El Real Madrid está pegado al poder porque lo necesita y su presidente más.
Gasta en fichajes como todos
Parte de esa épica es rebajar el precio de los fichajes en la prensa. Siempre dicen que cuestan menos de lo que realmente cuestan para dar a entender que el equipo blanco no puede llegar a las cifras de otros. Y claro que llegan. Bellingham han sido 133 millones; Tchouameni va ya por 90 millones; Vinicius al final ha salido por 60; Rodrygo van 55; Hazard ha costado 160 millones (gracias a la prensa inglesa que lo cuenta); Camavinga han sido 50; Militao 55; Reinier 30 millones; y el nuevo chaval brasileño, Endrick, llega por cerca de 70 millones. Por no ir a los años de fichar a Ronaldo por 100 millones y a Bale por 110. Gasta más que el tercer clasificado de los últimos años y campeón en dos ocasiones de La Liga. En la Premier no sucede eso, el Liverpool no es un equipo-Estado y tiene dinero para fichar. En España no, existe un duopolio que se consiente para seguir alimentando la épica. Ese Madrid-Barcelona que trasciende lo deportivo, ese centro-periferia, ese engaño del poder de la clase dominante.
¿Qué épica existe en ingresar más y fichar tan caro como los demás de fuera? Ninguna pero se alimenta un relato, una mitopoeia en realidad, que esconda lo que es la realidad. No solo gana es que con lo que tiene debería ganar siempre y todo. En España no hay quien le haga sombra salvo el ayudado con palancas —por cierto, palancas también utilizadas por el Real Madrid pero acalladas y vendidas como enorme gestión de Pérez— por lo dicho anteriormente. Cuando les supera algún otro, en este siglo solo Valencia y Atlético de Madrid, es por algún motivo inventado que descarte un mal año o culpa de los árbitros.
Controlar los aparatos ideológicos
El canal Real Madrid TV no tiene casi espectadores (salvo las pelis de vaqueros o de Chuck Norris), audiencias de 10 o 13.000 espectadores diarios, pero todas sus campañas de acoso a los árbitros, a todos los árbitros, para condicionarles son amplificadas por los demás medios de comunicación. Si no le diesen importancia nadie se enteraría.
Porque hasta los políticos se rinden a los deseos del presidente. Que hace falta recalificar y regalar terrenos (donde posteriormente habrá urbanización, Fórmula 1 y aumentarán su valor) se tuerce el brazo y se salva la situación financiera del equipo con 5.000 millones. Que el coste del estadio se ha ido de las manos, pues el Ayuntamiento cede un parking público por una cuota nimia (de momento parada la concesión por los tribunales). Si hay concierto, los padres no pueden recoger a sus hijos e hijas del colegio frente al estadio salvo con autorización. Esto no parece propio de un equipo de medio pelo como quieren hacer creer. Más bien todo lo contrario.
¿Por qué mentir y lanzar ese relato épico? Porque de no existir la falacia ad madridismus cualquier derrota, cualquier no ganar algo se vería como un verdadero fracaso. A ello súmenle que se quiere imponer un totalitarismo de equipo por cuestiones meramente comerciales. A Florentino los socios le dan igual siempre y cuando compren cada año la camiseta del equipo y lo que digan sus patrocinadores. Le interesa el dinero y cuantos más aficionados se dejen los ahorros en productos, da igual que sea en Tegucigalpa, mejor.