Tiempos revueltos son los que está viviendo el independentismo catalán por la división y el enfrentamiento entre los distintos partidos que lo conforman, hecho que está provocando un debilitamiento de cara a su pulso contra el Estado. Sin embargo, hay dos elementos fundamentales que mantienen cohesionado el espíritu de quienes son favorables a una República Catalana: los presos políticos más los representantes que se encuentran fuera de España y Felipe de Borbón. Respecto a los primeros es lógico que sea un aspecto que una al independentismo dado que hay personas en la cárcel o en países extranjeros de todos un cada una de las formaciones secesionistas.
No obstante, lo que no es tan lógico desde la perspectiva sociopolítica es que sea el jefe del Estado uno de esos elementos de cohesión. Felipe VI, tras su discurso del día 3 de octubre, se posicionó claramente en el bando de la confrontación y se dirigió sólo a los ciudadanos catalanes que están de acuerdo con el discurso ultranacionalista de Albert Rivera o de Xavier García Albiol. Un Jefe de Estado no puede jamás dirigirse sólo a una parte de sus ciudadanos. Felipe de Borbón lo hizo, olvidándose, además, de que en la sociedad no hay sólo azules o rojos sino que hay pasos intermedios y su discurso del 3 de octubre también obvió a los millones que no tenían una posición definida respecto al Procés.
Se suele afirmar que Felipe de Borbón dijo lo que el Gobierno de Mariano Rajoy le dijo que dijera. Este hecho es muy grave. El Jefe del Estado, aunque con unas mínimas funciones políticas, debe mantener, precisamente, su independencia y libertad frente a tal o cual ideología o partido. Si se somete a lo que dictamine el Ejecutivo estará actuando igual que sus antecesores Felipe III con el duque de Lerma, Felipe IV con el conde-duque de Olivares o Carlos IV con Manuel Godoy, es decir, a las órdenes un valido. Un Jefe de Estado jamás puede posicionarse en la estructura ideológica de un partido, jamás, y Felipe de Borbón y Grecia lo hizo.
El cambio de gobierno ha provocado al independentismo la pérdida de uno de sus puntales de cohesión: la falta de diálogo por parte del gobierno de Mariano Rajoy. El cambio de actitud de Pedro Sánchez al ofrecer un espacio distinto a Quim Torra ha provocado que, en medio de la crisis existente entre los partidos secesionistas, sólo les queden dos aspectos de unión: los presos y Felipe VI. Para cualquier democracia el hecho de que el Jefe de Estado sea un elemento de unión para quienes lo desafían es intolerable. Ni siquiera Franco logró ser un fundamento de conexión entre las distintas ramas ideológicas que conformaban la oposición al Régimen. Por tanto, alguien debería reconsiderar la actitud del Jefe del Estado hacia Cataluña y sus instituciones para que el consenso y el espíritu democrático vuelva al lugar del que nunca tuvo que partir.