¿Es un modo de rebelión femenina mostrar los pechos para reivindicar derechos subvertidos de la mujer? Evidentemente, sí. Cuando se habla de Femen los pechos de sus activistas es lo de menos, lo importante es el germen del mensaje que defienden, un mensaje que sin la presencia de un par de pechos desnudos hubiera pasado desapercibido. Es triste, pero es así, sobre todo en un mundo que se maneja aún bajo los parámetros de un patriarcado medieval por el que aún no ha pasado el rastrillo de la igualdad. Es triste que cuando se habla de activistas se piense en pechos y pezones en vez de en los mensajes que llevaban escritos en su vientre.
Sin embargo, Femen ha significado mucho más que eso de cara a las distintas ramificaciones de la teoría feminista y de sus reivindicaciones, sobre todo porque ha demostrado la valentía de la mujer que lucha por sus derechos. Como ocurre dentro de todos los movimientos sociales, el feminismo tiene mil ramas de pensamiento y otras mil formas de interpretar los preceptos fundamentales donde se asienta sus principios. Por esta razón, Femen ha generado controversia tanto dentro como fuera de las organizaciones de defensa de los derechos de la mujer, sobre todo por la acusación de que su modo de protesta no era más que otro modelo de cosificación del cuerpo. Más bien, al contrario, ha sido la utilización de esa cosificación como herramienta para generar la revolución en sus actos de protesta. En un mundo medievo-patriarcal que unas chicas jóvenes enseñen sus pechos captaba la atención del gentío macho que, precisamente, les miraba el pectoral sin darse cuenta de que esa atención era el sistema para hacer fuerte la reivindicación feminista. Es muy penoso que aún haya gente que necesite la visión de un par de tetas para estar pendiente de una reivindicación.
El cuerpo de la mujer convertido en arma revolucionaria no es un sistema de cosificación, más bien al contrario, es un sistema reivindicativo y de poner en evidencia los usos patriarcales porque, hasta ahora, los pechos de la mujer eran un símbolo de sexualidad y Femen consiguió que fueran algo más importante.
Lo fundamental no es la carne sino lo que está escrito sobre ella. Tal vez haya una parte de los movimientos feministas que acusen a las activistas de Femen de lanzar mensajes demasiado genéricos y no entrar en profundidad en reivindicaciones más concretas. Sin embargo, la fuerza está ahí porque esa falta de concreción hace que se haya visualizado los pilares fundamentales de las exigencias feministas.
Sin embargo, lo importante es que Femen ha mostrado la valentía de la mujer y ese valor se ha contagiado a lo largo de los años a todo el movimiento feminista, de un modo u otro. Sería demasiado pretencioso afirmar que Femen ha sido el ariete de la revolución de la mujer en el siglo XXI, pero, lo que queda claro es que sus acciones han demostrado a muchas que se puede luchar por la igualdad desde el balcón de la irreverencia más grande que se pueda lograr: utilizar como arma de lucha lo que durante años fue el instrumento de la sumisión.
Todo esto lo creó Oksana Sachko, con todas las dudas que desde los diferentes movimientos feministas se pueda tener, pero, lo que queda claro es que no se puede negar es la aportación fundamental para la visibilidad de la lucha por los derechos de la mujer que ha tenido este colectivo.