Para desesperación de Florentino Pérez el régimen político español es una poliarquía, donde hay juegos de contrapoder, y no un sistema dictatorial donde las leyes no se respetan si eres poderoso. El trumpismo y demás populismos lo que desean es precisamente eso, que las leyes no se cumplan para todos. Ahí tienen a Elon Musk criticando a la Unión Europea por su legislación en protección de las empresas europeas, mientras apoya a Donald Trump que es presidente estadounidense que menos ha permitido el “mercado libre” imponiendo tasas arancelarias a numerosos productos.
Florentino, como tantos otros empresarios españoles, son de esa calaña que quiere que los demás cumplan las leyes pero ellos no. Piensan que son una elite natural y que, por ende, deben estar libres de estar sometidos al imperio de la ley. Lo curioso es que los liberales de todo cuño les apoyan públicamente en esa separación elitista pisoteando uno de los principios básicos del liberalismo, la igualdad ante la ley. El respeto de la ley y de la propiedad son el núcleo fundamental del liberalismo pero parece que cuando aparece el poderoso se extinguen esos principios.
Hasta la fecha Florentino había logrado engatusar, por emplear una palabra suave, a la clase política. A José Luis Rodríguez Zapatero le impuso una serie de cláusulas abusivas en los contratos públicos —algo excepcional con otras empresas— para no perder nunca dinero. Concesiones con dinero de todos los españoles garantizadas hasta el final de los tiempos o la venta de la misma a cualquier fondo de inversión. Con M. Rajoy (sea quien sea) también logró salvar el cuello con las autopistas de peaje, un negocio privado que no funcionaba y que todos los españoles tuvieron que sanear. Con Pedro Sánchez se reunió nada más llegar éste a la Moncloa —por eso las críticas eran mínimas y se forzó la máquina para lograr el pacto con Ciudadanos, lo que hubiese sido, además de obtener una mayoría absoluta, el culmen del poder de la clase dominante española—, justo después de George Soros, pero el actual presidente no invierte en el negociado del señor de Pío XII.
En la Comunidad de Madrid ha tenido barra libre. En las concesiones sanitarias, esa construcción de hospitales más gestión bonificada que ha supuesto un gasto un 400% mayor, no le fue mal, hasta que se comenzó a saber el tipo de contrato y de gasto que se estaba cobrando y vendió las concesiones. Además están las obras públicas que siempre tienen un hueco para el tito Floren. Da igual el Zendal que una carreterilla innecesaria. Por no olvidar el pelotazo de las torres y la entrega de terreno público (donde la ciudad deportiva) que ahora es producto de la especulación. Siempre ha tenido en el PP madrileño (y algunos del PSOE) un aliado en el capitalismo de amiguetes, en el cual es experto el empresario. Hasta la reforma del estadio Bernabéu no tuvo ninguna complicación… hasta que la ha tenido.
Después de 1.500 millones de euros invertidos en aparentar una gran reforma —realmente solo el césped retráctil es novedoso— parece que no tiene licencia urbanística para el megaproyecto de fiestas, cachondeo, alquiler continuado y conciertos a tutiplén. Nadie se puso a investigar la licencia —la cual solo permite partidos de fútbol y algún concierto esporádico— hasta que un grupo de vecinos de la zona ha estallado y se ha puesto manos a la obra- Posiblemente quien más conocido sea es la cuenta de Twitter/X @ruidobernabeu, pero son muchos más los vecinos que se vienen quejando del insoportable ruido que tiene que aguantar cada vez que hay un evento programado. Florentino vendió que la reforma se pagaría sola con todos los espectáculos pero olvidó pedir licencia para ello, lo que hubiese conllevado una inspección para analizar si tenía la insonorización necesaria. Además de otras molestias que se causa a quienes allí viven.
Tan fácil como acudir a un juzgado y que caiga la instrucción en manos de alguien que no frecuenta el palco del Bernabéu para que el castillo de naipes se derrumbe. A los vecinos les han dicho de todo los mamadores blancos, desde que eran secuaces pagados por Enrique Cerezo —que bastante tiene con los suyo como para estar a estas cosas—, hasta que deberían vender sus casas o que el estadio estaba allí antes de la construcción de las viviendas —algo que es cierto pero con la singularidad de que antes solo se jugaba al fútbol—. Una persecución de madridistas con poca mollera hacia unos vecinos que tenían y tiene razón, como demuestra que se hayan suspendido los conciertos y se esté estudiando la forma de insonorizar el estadio (otros 500 millones más para una reforma que iba a ser de 700 millones).
Ha intentado que José Luis Martínez Almeida, quien ya le ha dado una concesión de un parking público en un negocio de 400 millones según Marca y As, tapara el asunto y pasase sobre él de puntillas, pero las leyes están para cumplirlas y el alcalde madrileño se juega (pues en las poliarquías hay elecciones libres) su reelección. Florentino puede tener el control de varios medios de comunicación pero los miles de vecinos suman más. De hecho en esos medios bajo control financiero del florentinato nada se ha dicho del tema y cuando se ha escrito algo ha sido para inventar cosas contra los vecinos. Unos vecinos que no son unos muertos de hambre precisamente y tienen sus abogados y sus contactos también. Cara de pasmado la de Florentino ante la situación de verse obligado a cumplir la ley.
Para más inri su jugador Vinicius está empezando a ser criticado por los propios madridistas, en los medios de comunicación madridistas, esos que siempre intentan blanquear cualquier cosa que suceda con el Real Madrid (desde la distribución de pornografía infantil hasta un penalty). Desde que afirmó que, de no cambiar las cosas, se debería quitar la final del Mundial (y el mundial mismo) a España, ergo la final del Bernabéu, la prensa ya no le aguanta todas las tonterías. Comienzan a haber críticas donde se señala que debe cambiar su comportamiento, dejar de hacer el tolili y no ocultar todo eso bajo la capa del racismo. Ahora que estaba batallando Florentino por hacerle balón de Oro, para aumentar el ego del presidente y del jugador, resulta que hay fallas en el sistema del florentinato. Está claro que no es intocable, que siempre hay intersticios por los que lo legal y lo justo se abre camino.