Hay cuestiones en esta vida que deberían ser asumidas sin problema alguno. La primera es que el ser humano nace para morir, sin más trascendencia, sin más alharacas; lo bueno o malo que se haga en la tierra aquí queda. No se lleva el ser humano nada a la tumba, ni el espíritu de la historia engorda más por las acciones realizadas. La otra cuestión que debería quedar clara es que, sin cambiar la estructura básica del sistema capitalista actual, las elecciones generales dan igual qué partido las venza, o que coalición de partidos. Al final del camino quienes dominan, aunque no se presenten en sí a las elecciones, acaban mandando igual. Ese mandato puede ser más duro o menos dependiendo de quién gobierne, pero jamás dejaran de mandar y dirigir los que todos sabemos.
En el caso español los personajes simbólicos de este dominio son claramente Florentino Pérez (fracción empresarial) y Ana Botín (fracción financiera). Ellos son los que marcan las directrices básicas de la política económica española. Con Mariano Rajoy se impulsó la precarización y la elusión impositiva, ahora veremos qué más quieren y desean. La fracción financiera de la clase dominante necesita dinero fresco para seguir en su lógica especulativa y de ahí que se escuchen propuestas como la mochila austriaca. La fracción empresarial necesita privatizaciones de lo público para proseguir con su acumulación por desposesión. Se han vuelto tan improductivos per se que necesitan saquear hasta la última gota de los pequeños empresarios y la clase trabajadora.
Si venciesen los partidos de la derecha, España pasaría a ser un país propiedad de la burguesía para hacer y deshacer en la prosecución de la locura en que se ha convertido el capitalismo actual. Un capitalismo que es completamente incoherente en sí porque busca acumular riqueza con el único fin de poder seguir acumulándola en muy pocas manos. Se genera dinero, en muchas ocasiones ficticio, para generar más dinero. No hay ni búsqueda del bien común, ni mejorar la vida de las personas. Sólo acumulación por acumulación. Fíjense en lo que están haciendo en Andalucía o en Madrid los gobiernos del trifachito. Privatizaciones continuadas y entrega del dinero público a manos de ciertas empresas que acaban empeorando los servicios para acumular un dinero que se pone en el sector financiero para seguir el proceso especulativo. Una victoria de las derechas acabaría con la población española tal y como la hemos conocido hasta la fecha. Todas las personas al sector servicios salvo una élite y sus diversos cuadros. Porque necesitan cuadros directivos para cumplir una doble función de engaño. Uno, hacer ver que hay personas que progresan en este tipo de sociedad y que quien no lo hace es por incapacidad y debe autoexplotarse. Y dos tener personas que controlen y justifiquen el sistema contra las masas que pudieran levantarse.
¿Cambiarían las cosas si venciesen las izquierdas? Algo, no piensen que mucho más. Cuando menos las privatizaciones no se harían como se vienen haciendo, lo público tendría algún apoyo, y se intentarían poner parches de todo tipo para evitar la quiebra social. Pero, mientras no haya voluntad de cambio radical, que no la hay en ninguno delos partidos de izquierdas, gobernarían Florentino y Botín de igual forma. Ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias se enfrentarán de cara a la clase dominante, la pueden asustar un poco, pero no mucho más. Entre otras cuestiones porque la clase dominante tiene el apoyo del centro de sistema, lo que en Europa significa el apoyo de Alemania como fuerza hegemónica, cuasi imperial. España es un país del centro en el sistema-mundo capitalista, pero eso no empece para que no sea en sí un país semi-periférico en el sistema-continental europeo de ese centro. Esto supone que se está a lo que mande la fuerza hegemónica que en este caso es Alemania. Una vez que se garantizó, frente a Rusia, su propia periferia industrial, España es vista desde Berlín como un país de apoyo para especulaciones varias (suelo, finanzas, etc.), puerta a ciertos mercados y un país de servicios para el imperio.
Angela Merkel no permitiría acabar con la precarización española, más allá del austericidio, porque le interesa a sus empresas. I+D+i low cost, sol y turismo para su clase pequeño burguesa y el control del Mediterráneo. A partir de esos mínimos impuestos desde la Comisión Europea, esto es, Berlín y el BCE, en lo demás hay libertad. Y son esos intersticios en los que viene jugando la izquierda española. Sánchez más por la cuestión de la justicia (poética) social, que no es más que sostener lo poco que hay de Estado de bienestar; e Iglesias más por una versión radical socialdemócrata (que se cumplan los derechos ya existentes) en busca del bienestar para la mayor parte. No supone acabar con el sistema (algo difícil) pero sí de procurar que los españoles vivan decentemente. Por todo ello, la base de ambos programas electorales es situar la carga impositiva de la clase dominante en los parámetros europeos.
Normal que Iglesias se queje de que todo en esta campaña es Cataluña y poco lo económico. No interesa a los poderes económicos hablar de economía porque viene otra crisis sistémica (algo que niega para sorpresa de todo el mundo la ministra de Economía Nadia Calviño) que no se sabe bien qué deparará a los de siempre. Lo que sí es claro es que ninguno de los partidos de izquierdas mira más allá de Berlín y eso que a España le interesaría mucho más abrir puertas con Rusia. Alemania no quiere porque tiene el control de los países del Este (incluso apoyando a los neofascistas ucranianos), pero para la agricultura española, por ejemplo, es un mercado necesario. Más cuando Donald Trump la ha tomado con España (vetos a los productos agrícolas) y el tablero geoestratégico más lógico y favorecedor es el europeo. Nadie toserá a Merkel en este tema porque, en unión con Estados Unidos, componen el eje imperial del capitalismo occidental. Ante esto, nadie se ha movido ni se moverá. ¿Han visto a Podemos en el parlamento europeo decir algo al respecto? España está secuestrada por los acuerdos que en su momento sirvieron para mejorar la calidad de vida de los españoles.
Pérez y Botín, además, están fuertemente imbricados en la economía alemana por lo que cuentan con esa gran aliada que es la presidenta. Realmente están imbricados en la economía-mundo y se consideran empresas TBF (Too Big to Fail, demasiado grandes para caer). Por eso mandan, hacen y deshacen en España esté quien esté en el Gobierno. Esto no debe llevar al desaliento y la abstención. Como se dijo en párrafos anteriores si tuviesen el gobierno las derechas sería peor, por lo que lo deseable en estas próximas elecciones es que venza la izquierda. Esta reflexión tan sólo sirve para tener constancia que por muchos anhelos que se tengan hay un tope infranqueable. Cataluña al carecer de peso en la economía-mundo, aunque se piensen que lo tienen, no deja de ser un entretenimiento de una pelea intraburguesa que sirve a las derechas para ocultar lo que harían realmente. Darwinismo social que con Rajoy sólo se pudo ver la punta de las intenciones y autoritarismo político.
El sistema está intranquilo y recurre a la represión (que no es lo que ha pasado en Cataluña, eso son juegos de algaradas que no afectan al sistema). Si se tiene un gobierno de izquierdas esto se podrá evitar. Por eso es tan importante que las personas de izquierdas voten y no se queden en casa, siendo conscientes que los límites del juego ya han sido marcados por la clase dominante y en centro del sistema capitalista. De momento, frente a las fuerzas reaccionarias toca aguantar el envite para poder, en cuanto se factible, atacar a la base de un sistema que cada vez muestra con mayor claridad sus contradicciones. Hoy supone votar en masa a los partidos de izquierdas para que tengan una mayoría suficiente (y no, los partidos nacionalistas no son de izquierdas aunque se disfracen de ello) porque será necesaria para la lucha terrible que asoma en lontananza. Si los primero párrafos les asustaron es el momento de que tomen conciencia y sepan qué hacer ahora: que cuando menos ni Florentino, ni Botín duerman tranquilos cuatro años.