Comenzaba la mañana de ayer con esa risa nerviosa que acontece antes de que ocurra algo. Los aficionados del Atlético de Madrid estaban intranquilos ante el último día de fichajes. Unos pensando en si se iban Herrera, Vitolo o Lemar; otros tratando de hacer el rompecabezas del encuadre para la llegada de Torreira, quien había pasado el reconocimiento médico el fin de semana con autorización del Arsenal. Los más veteranos esperando la famosa “heitingada” del dúo dirigente porque flotaba en el ambiente que un verano sin traspasos era bien raro. En el histórico Vicente Caderón solía ser comidilla de los aficionados contar la leyenda sobre la comisión que iba a la buchaca de la familia Gil con cada traspaso. Unos días era para la señora Marín, otros para la sociedad de los hermanos Gil Marín. También se contaban lo de los pagos en pisos a través de Gilmar… Leyendas urbanas al fin y al cabo pero que vuelven a aparecer en los tiempos de fichajes y ventas.
Lo que ya era risa floja al ver que Miguel Ángel Gil iba a llevar al Atlético a un nuevo ridículo mundial al no poder inscribir a Torreira ya que ninguno de los jugadores que querían echar del equipo aceptaba salir, pasó a ser un sudor frío cuando Charles Watts confirmaba desde Gran Bretaña que el Arsenal pagaría la cláusula de 50 millones de euros del centrocampista Thomas. Un jugador al que han querido renovar a precio de saldo y que el equipo gunner va aquilatar de millones (hasta 14 millones al año, no se sabe si limpios o con impuestos). No será porque aficionados y cuerpo técnico no hayan avisado que el cantero, en estos momentos, es fundamental. Pero ya es conocido cómo se funciona en el palco del Metropolitano, no hay cláusula sino Precios de Venta al Público y cualquier día podía llegar alguien y pagar ese precio. Ha pasado con todos los jugadores que últimamente han abandonado el club siendo titulares o casi (Griezmann, Lucas, Rodri…).
El problema no es que un equipo pague una cláusula sino que no haya nada previsto cuando todas las señales indican que se sabía de sobra que podría suceder. El entrenador Cholo Simeone, que está con los jugadores todos los días, ya se barruntó que algo podría pasar en la rueda de prensa post-partido cuando advirtió que esperaba que no sucediera nada malo respecto a los fichajes. Y si el entrenador se lo olía, los dirigentes lo tenían que saber, más cuando se ha estado negociando con el mismo club la cesión de un jugador e, incluso, que otro rojiblanco tomase el camino a Londres. Seguramente, puestos a imaginar, Simeone advirtió a los propietarios (aunque no pusieran una peseta para serlo) y estos le dijeron que era imposible, que nadie iba a pagar los 50 millones. Es más, Enrique Cerezo, palillo en boca y brandy en la mano, se expresaría en términos similares a: “¡Ca Hombre! Ya les hemos dicho que cláusula o nada y están tiesos”. Pues buscando en la hucha los ingleses han encontrado esa moneda, como cuando de chavales se encontraba la que hacía falta para los cromos, que faltaba para pagar la cláusula.
O realmente lo sabían en los despachos del Metropolitano y era algo acordado mientras se cerraba la cesión del uruguayo Torreira esperando cerrar otras operaciones para fichar a algún jugador de la cuerda de Mendes –paso obligatorio para todo director deportivo que esté en el Atlético de Gil y Cerezo-, o alguna cesión rara de las que tienen acostumbrada a la parroquia atlética. Al fracasar la colocación de diversos jugadores todo el castillo de naipes sobre el que está construida la gestión de Gil y Cerezo se acabó cayendo y provocando la heitingada del año. Antes solían salir jugadores que no contaban y habían fracasado claramente, con lo de Thomas la tropelía del dúo de la usurpación alcanza la cumbre de las fechorías futbolísticas –a la altura del rivaldazo-. Ahora los amanuenses al dictado del palco ya están culpando al jugador –nada nuevo, con Carrasco hasta escribieron que se llevaba fatal con Simeone-, al entrenador –que si no estaba contento con el trato, que si no le iba a poner de titular-, al Arsenal –que si traicionó la palabra dada-, pero jamás dirán que la culpa está en el lugar donde están los males del equipo desde hace 33 años.
¿Significa esto librar de cierta culpa al jugador? Podría haber sido más claro, si es que no la ha sido tal y como se puede suponer, pero si usted en su trabajo está ganando 2.500 euros y ve como otros compañeros están levantándose 6.000 euros por no cumplir, por escaquearse, por pedir bajas por enfermedad constantemente y encima le alaban. Y en estas llega otra empresa que le ofrece 7.000 euros limpios por hacer lo que hacía y además le van a reconocer, aunque sea medianamente sus méritos, seguramente tardaría menos que Thomas en salir escopetado. Y eso no es culpa de usted, sino de sus jefes que no han sabido valorar su labor debidamente en comparación con otros compañeros que aportan menos al equipo. En el caso del Atlético eso es lo que ha hecho Gil Marín con el jugador africano. Ahora vienen las supuestas prisas, los miedos y el alto consumo de bebidas espirituosas y canapés de los amanuenses para desviar la atención. Que no se llega a la lista Forbes de los más ricos de España nutriendo de buenos jugadores al equipo.
Tras el juego de trilerismo del fichaje de Suárez, no a cambio de Costa como se presuponía sino de Morata, el equipo vuelve a estar cogido con alfileres. Lo que viene siendo habitual desde que comenzó a obrar milagros el Cholo Simeone. Jugador que despunta, jugador que acaba saliendo por el PVP establecido por Gil y Cerezo. A cambio acaban trayendo jugadores decadentes, rodillas raras, futuribles y algo medianamente bueno para ilusionar a los más jóvenes rojiblancos. Pero quienes llevan aguantando 33 años de gilismo saben perfectamente que, más allá del negocio que es el fútbol en general, el otro negocio está en el palco. El jeque mochilo sabe lo que se hace mientras inexplicablemente aumenta la deuda de la SAD pese a que se vende hasta el alma y el escudo para pagarla. Algunas personas culparán a Andrea Berta, que algunas ha pifiado, pero hay que decir claramente que tiene las manos atadas desde el palco que acaba “dirigiendo” las opciones de fichajes, de mercados y de gastos. Sólo cuando llegue algún empresario con ganas –no un Peter Lim de la vida, para que se entienda- el Atlético de Madrid será un equipo serio. Mientras a vivir en el milagro permanente de Simeone, con sus errores y sus aciertos, mientras otros juegan al FIFA Manager y hacen caso a los mandangas del “fúrgol internasional” que ven estrellas en verdaderas medianías. La culpa de toda esta vergüenza: Gil Marín.
No tienes ni idea. Si fuera por dinero Oblak se habría ido ya por 80 kilos. Otro, Giménez, tampoco estaría en el equipo (otros 85 kilos). Te recomiendo que vayas al estadio y veas los 33 años de gilismo, como tú dices. También pasa por la sala de trofeos y ves la Liga, la Copa, las 3 UEFAS y las 3 SUPER COPAS DE EUROPA.