Hace muchos años hubo un político que hacía chistes con los contrincantes. Podía llamar marmolillo a Leopoldo Calvo Sotelo o tahúr del Mississippi con chaleco floreado a un presidente del Gobierno como Adolfo Suárez. Tenía su gracia y su mordacidad política. Hoy en Ciudadanos hay un político que más que gracia, aunque él pueda creerse que la hace, es un puro esperpento. Por no decir un macarra de bar de copas infame saliendo a las cinco de la mañana. Juan Carlos Girauta es el insultador profesional de Ciudadanos, el macarra con cubata en la mano o desde el púlpito congresual. Es uno de los cipotudos de esa derecha cavernícola, montaraz y carpetovetónica que puebla esta nuestra España.
Bueno, hay una forma de ver la bandera como un trapo. La misma forma que permite definir al concejal como un pedazo de carne con ojos. https://t.co/LRzDeae91b
— Juan Carlos Girauta (@GirautaOficial) November 9, 2018
Ayer, sin ir más lejos, calificó al concejal de Izquierda Unida, Carlos Sánchez Mato, como “pedazo de carne con ojos”. ¿Por qué se lanza al insulto? Porque a su parecer decir que se planche el trapo, siendo éste la bandera, le parece mal, incluso un acto de terrorismo al señor Girauta. No dice el dirigente del cuñadismo naranja que esa bandera, que está a la entrada de la Junta de Distrito y por tanto, todos los que allí están saben de la representación, la llevan para provocar al concejal de izquierdas. Un republicano reconocido, como cristiano de base con más sentido que el cuñado naranja. Ante la provocación, utilizó el humor al decirles que podían planchar la bandera. Ya que tanto la quieren y la utilizan para acosar a las demás personas, para imponer su visión, para totalizar una visión de España y de su organización, pues al menos la podían llevar aseada y planchada. Esto le parece mal a Girauta y tirando de su gracejo habitual ha escrito el insulto citado más arriba.
No es la primera vez que Girauta se lanza a los insultos en Twitter o en una tribuna. Juntándose con personas como Arcadi Espada y siendo un sionista que apoya las matanzas de Israel en Palestina (allí sí que le importa poco que se respeten las leyes internacionales), es normal que el insulto sea su mecanismo de comunicación. No tiene la gracia de un castizo al utilizar ese tipo de lenguaje, ni se acerca a la chispa que tuvo en su momento Alfonso Guerra. Está más cercano al doberman del PP que a la utilización de una sorna elaborada. Demuestra de esta forma que su capacidad analítica y mental se acerca mucho más a lo que suele proferir antes que ese lugar elevado de ética pura en el que se suele colocar. Más bien justo lo contrario.
El concejal Sánchez Mato, por su parte, ha sido un ejemplo de elegancia política ignorando los insultos y recordándole que puede haber personas que piensen de forma distinta a él y tienen el mismo derecho a expresarse. Ha entendido que no merece la pena meterse en el barro con una persona que hace de la inmundicia su forma de pasar por la vida. Quien se hizo maoísta para ver si ligaba en su mocedad, hoy en día sólo puede ser lo que es: una persona sin ética y de estética muy mejorable. Y lo peor es que le da por cantar y tocar la guitarra, mientras los palmeros de Ciudadanos le ríen la gracia, pero los tímpanos de las personas sufren con esos acordes mal pisados y esas escalas lentas por incapacidad no por ritmo.
El pistolero del bloqueo en Twitter, el macarra de la Tribuna del Congreso (hasta ha desbancado a Rafael Hernando, que desde luego tiene más sagacidad y capacidad que él), el chulo de las Ramblas y el neoliberal al servicio de los poderosos que está al lado de Rivera para que éste parezca templado. La realidad muestra que es una persona intolerante; que no reconoce la posible parte de verdad que podría tener el otro o la otra; que va por la vida pegando empujones; el insultador profesional del partido cuñado de España. Un populista sin capacidad analítica e intelectual, pero que cuenta con el apoyo del establishment y de Federico Jiménez Losantos, lo que ya fija el lugar de esta persona en el mundo. Si pudiera acribillaría a sus enemigos, porque él no tiene contrincantes sino enemigos. Un liberal de mentira que hace del insulto su único argumento.