Después de rechazar la estrambótica propuesta de Pablo Iglesias para conformar un gobierno de coalición, tener ministerios hasta la aprobación de los próximos presupuestos generales (que igual no se ha dado cuenta el dirigente morado que éstos se aprobarían en unos meses), a Pedro Sánchez sólo le queda una vía para solucionar el problema en que tiene sumida a la sociedad española: un gobierno de Frente Amplio. Es tal la incapacidad de las dos fuerzas de la izquierda para acordar algo más allá de la vanidad de cada grupo dirigente que la salida más lógica es buscar un gobierno de amplio espectro en el que ambos partidos se vean forzados a negociar con más fuerzas políticas día a día. Igual así aprenden algo del sentido que tiene la política democrática (así sea a escala de base). No sólo es una salida para Sánchez sino para toda la izquierda. Les puede parecer una locura pero está siendo planteada por diversos intelectuales, así que lo mejor es analizarlo con mimo.
En el PSOE no se fían de Podemos y dicen que lo que desean es crear un gobierno dentro del gobierno y hacer oposición desde dentro. Algo que no habría que descartar en base al histórico de Podemos compartiendo gobierno en ayuntamientos y comunidades autónomas. En Podemos dicen que de no estar en el gobierno el PSOE se lanzaría a pactar casi todo con las derechas (PP y Ciudadanos) en temas fundamentales para la población. Y también hay que darles la razón porque el histórico del PSOE ha sido pactar con Ciudadanos donde ha podido antes que con los demás partidos de izquierdas (caso Andalucía con Susana Díaz) o el alborozado abrazo de Sánchez con Albert Rivera en 2016. Ambos tienen razones de peso para desconfiar de los otros y más después de la vergüenza que están haciendo pasar a las personas de izquierdas con este juego que se traen en las últimas fechas.
¿Qué sería un gobierno de Frente Amplio? Un gobierno en el que estuviesen no sólo Podemos y el PSOE sino ERC, PNV, Compromís, IU o el PRC (incluso los comunes catalanes o gallegos). Un gobierno de 19 ministerios y dos vicepresidencias (una para PSOE y otra para Podemos) donde 12 ministerios serían para el partido mayoritario y los siete restantes 1 ERC, 1 IU, 1 PNV, 1 PRC, 1 Compromís y 3 para Podemos. De esta forma todos tendrían cargos y los que no son propiamente de la formación morada no sólo estarían cumpliendo su función sino que ayudarían a la convivencia de los dos grupos mayoritarios. Un Consejo de Ministros donde el PSOE tendría mayoría, en base a su posición parlamentaria y haber ganado las elecciones, y el resto ayudaría en la gestión de las cuestiones de Estado. Un Gobierno con mayoría en el Parlamento y que podría aguantar los cuatro años de legislatura, sacar los presupuestos y hacer frente a la crisis que ya se vislumbra en lontananza.
La consecución de este gobierno de Frente Amplio (término muy propio de la izquierda para otras cuestiones) debería pasar, lo primero y esto es importante, por un acuerdo programático en el que se sentasen todas esas fuerzas políticas a ello. No sirven acuerdos de tú a tú entre PSOE y los distintos partidos. Al contrario, eso es completamente desaconsejable. Todos sentados a negociar y aprender a transigir en beneficio del bien común. “Bien Común”, un concepto que parecen haber olvidado unos y otros, otras y unas en todo este tiempo de hastío y espera en el que han hecho entrar a la sociedad española. El bien común como máxima para la negociación entre todos los grupos y la consecución de un gobierno de Frente Amplio que, hoy, es una necesidad imperiosa en España porque enfrente están tres fuerzas políticas a las que el bien común y los bienes culturales de las nacionalidades parecen importarles poco o nada. Son tres fuerzas que tienen en común acabar con derechos y bienes comunes para entregarlos como mera mercancía a la clase dominante. Una clase, que como ya hemos expuesto en numerosas ocasiones, le hace falta dinero fresco y nada mejor que conseguirlo saqueando las arcas del Estado. Todos esos partidos se han manifestado contrarios a este tipo de desposesión, de la que tenemos dos ejemplos claros, los trifachito andaluz y madrileño.
Un gobierno de Frente Amplio que permitirá sacar a España de la anomia en la que se encuentra, que no será sencillo, que servirá de aprendizaje para muchos de los que quieren estar en él y que permitirá a España, por primera vez, unir a personas de distinto espectro y de distinta concepción del país en el día a día de llevar el peso de la gestión de la entropía. Un gobierno donde las vanidades (porque con la Hoguera de las Vanidades al final ganan las derechas y pierde España) queden en la puerta o en lo íntimo y se avance en los cambios estructurales que necesita en país con urgencia. No sólo las políticas públicas como pensiones, investigación, cambio climático, etcétera, sino derribar la ideología dominante que pone por delante a las empresas de unos cuantos (porque las pequeñas y medianas empresas no cuentan), que pone por delante el proceso de acumulación de riquezas de unos cuantos, que pone por delante la reproducción de las condiciones de vida impuestas desde arriba.
Pensarán ustedes que es complicado y lo es. Tal y como se han mostrado las diversas personalidades en todo este embrollo (de ahí dejar fuera las vanidades y la soberbia, que ya dijeron los clásicos que era el gran pecado de los estadistas, es fundamental) no es esperanzador ni que lo intenten, pero es la última salida entre dos grupos políticos que están encerrados en sus propios cascarones, pensando en lo propio y no en el bien común. Si nos llevasen a elecciones culpables serían todos, pero lo acabaríamos pagando los de siempre. Que por una cuestión subjetiva o de estrategia mal entendida haya la mínima posibilidad de entregar el gobierno de España a la extrema derecha sería para correrlos a gorrazos hasta la frontera a todos y todas, o lanzarse a la revolución que tampoco es descartable. Un gobierno de Frente Amplio en el que las fuerzas regionales tendrían la obligación de estar por el bien superior que defendería ese ejecutivo de amplio espectro y donde la moderación y el radicalismo se complementaría y, tal vez, se lograse en esta parte de la clase política actual algo de templanza, mesura y visión. Le vendría bien a unos y otros para bajarse del pedestal en que se/les han subido y pensar, ya que se dicen de izquierdas, en lo material, en lo fundamental si es que se quiere transformar algo. Cierto que las derechas echarían espumarajos pero ¿cuándo ha preocupado eso a la izquierda? Un Frente Amplio como única solución o caer en la barbarie. Ellos y ellas eligen.