Luis de Guindos es un político con hoja de ruta propia y con mucha ambición. Creía que el desafío que tenía por delante podía llevarle al éxito: ser presidente de Gobierno y derrocar, sin pasar por las urnas, a Mariano Rajoy. A principios de 2.012, Luis de Guindos se enfrentaba a la reestructuración del sector financiero y tenía cuentas pendientes con Rato. A su vez, él había comercializado las cuotas participativas de la CAM, con el desastroso resultado que conocemos: pérdida del 100%. Las cuotas participativas eran un producto que Luis de Guindos, en su calidad de presidente de Lehmann Brothers —banco quebrado en 2008 y que presidía en España— se había encargado de diseñar y comercializar. Para mayor sonrojo, hasta que Rajoy le llamó era consejero y miembro de la Comisión de Auditoría de BMN, fruto de la fusión de Cajamurcia, Caja Granada, Sa Nostra y Caixa Penedés.
Luis de Guindos había trazado un plan para hacer desaparecer las Cajas de Ahorro, echar un manto de tierra sobre la gestión política de las mismas, y sanearlas con dinero europeo que pagaríamos todos los españoles.
Es difícil encontrar a alguien con más contraindicaciones para ser ministro de Economía que Luis de Guindos y, probablemente, también para ser vicepresidente del Banco Central Europeo, puesto que ocupa después de haber enjaretado a Bankia su querida BMN, poniendo a buen recaudo una parte de su pasado.
Se puede afirmar que Luis de Guindos ha sido uno de los peores ministros de Economía que España haya tenido. Pese a él, el país resistió el embate de una crisis brutal, a la que se aplicó una medicina dañina. El sistema financiero sufrió la acción de unos políticos que se beneficiaron de las Cajas de Ahorro y, cuando hubo que arreglar el desmán, De Guindos y sus colaboradores inestimables destruyeron todo y entregaron el poder financiero a los grandes bancos, a cambio de unas ayudas europeas que permitieron al Gobierno de Rajoy decir que el problema de los bancos se había arreglado –como si las Cajas sobre las que habían mandado nunca hubiesen existido-. Los chivos expiatorios, algunos malos directivos de las Cajas, siguen desfilando ante los Juzgados, sin que los que se han beneficiado de tanta tropelía aparezcan y permanecen ocultos tras todo este trampantojo urdido por De Guindos y sus amigos.
La cuestión no era distinguir entre grandes y pequeños, sino entre entidades buenas y entidades malas. El ministro contribuyó a fortalecer a los grandes respecto a los pequeños, a dificultar el acceso a la financiación a los pequeños, de tal manera que el incremento de la desigualdad es inevitable.
Es obvio que había alternativas a la solución de la crisis. Cabría haber ordenado la reestructuración financiera al principio de la misma, distinguiendo en 2008 entre buenas y malas entidades, pero nadie, ni quienes gobernaban en Madrid, ni quienes mandaban en las Comunidades Autónomas, querían perder el control. Con la aquiescencia de todos los políticos implicados, la crisis se pospuso, se crearon las fusiones frías para permitir el control de las Cajas por los gobiernos respectivos, el mal infectó a todo el sector y la crisis financiera contagió a toda la economía.
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