Un artículo excelente de Antonio Maestre en La Marea nos ha puesto en la pista de los referentes intelectuales de Pablo Casado. Y hemos descubierto que es Homer Simpson. No Homero el de la Ilíada y la Odisea, no. El dibujo animado de Matt Groening. Cuidado que podía haber dicho San Agustín, Santo Tomás, Adam Smith o José María Aznar (este para no tener que pensar mucho), pero él prefiere al personaje de dibujos animados. Fiel representación del explotado, bebedor, machista y mediocre. Justo lo que querría que fuésemos todos los españoles. Si Groening decía que Homer era la representación de estadounidense medio (corto se queda), Casado quiere que España esté llena de Homers, no de Homeros.
Les recomendamos la lectura del artículo de Maestre (cuando alguien saca una exclusiva es de suyo que se le cite y no se le chafe la misma), pero viene a ser unos papeles escritos donde Casado hace una alabanza de las manadas de chicos de Colegio Mayor en sus cacerías de carne femenina que degustar. Algo machista, mal escrito y soez cuando menos. Más propio de pajilleros frustrados que de personas adultas, algo que parece seguir siendo el actual presidente del PP. Un frustrado, claro. En el mismo, para dárselas de intelectual incluye al final, como pueden ver en la imagen que nos hemos apropiado de La Marea, cita a Félix Rodríguez de la Fuente (por lo de la manda de lobos debe ser), Charles Darwin (ahora analizaremos) y Homer Simpson. Y claro quitando la (des)gracia del primer nombre, ya se observa que en esos tiempos de estudiante las luces no eran precisamente lo que brillaba en la cabeza del dirigente reaccionario.
Simpson como símbolo del español que le gusta a Casado. Esto es, aquel español que deglute no sólo comida, sino la información que le den desde los medios de comunicación controlados por el poder económico. Una información que se cree aunque sea la más estrambótica. Una información que no analiza sino que le genera reacciones violentas, xenófobas o machistas. Marge es una amargada ama de casa incapaz de satisfacer sus cualidades artísticas y personales por culpa de criar hijos y cuidar a un inepto marido, apurando un jornal que siempre es corto, aunque la nevera siempre llena de cervezas. Este es el tipo de mujer que quiere Casado. Con la pata quebrada y en casa, algo que se verifica en sus declaraciones sobre el aborto, la natalidad y la labor de las mujeres. La verdad es que sí que Homer es una influencia para alguien tan escaso de cultura.
Las estupideces del jovenzuelo universitario parecen permanecer en el hombre que dice que quiere gobernar España. Patriotismo barato de andar por casa, mujer sometida y comida basura, de multinacional eso sí. Un hombre entregado al capitalismo más febril y sin capacidad analítica propia. La nuda vida de Giorgio Agamben es lo que quiere Casado para todos nosotros, una vida sin valor. Y no porque hay hecho un desarrollo filosófico de su visión del mundo, la haya alimentado de lecturas diversas y nos la muestre después de la debida meditación. No. Lo hace porque lo ha aprendido de Homer Simpson. El gran liberal detrás de los pensamientos de Casado es un dibujo animado. No es que despreciemos los dibujos animados, de hecho en estas mismas páginas hemos analizado cómo son instrumentos de dominación de la clase dominante (ver el caso de Bob Esponja o el Correcaminos), sino que sabemos que no son realidad en sí. Algo que Casado parece no distinguir, lo que no sorprende en sí porque dice cosas que sólo pueden pertenecer al mundo de la fantasía o los mundos paralelos. Esa España que nunca ha existido salvo en su cabeza o en algún pensador fascista, por ejemplo.
El discurso del odio también es propio de Homer. Ese dualismo antagónico que suele ser utilizado por personas con escasos recursos mentales, propios de la personalidad autoritaria, suelen aparecer en los capítulos de la serie televisiva. La complejidad del mundo asusta a Homer tanto como a Casado. No se saben manejar cuando han de visualizar hasta tres o cuatro posibilidades distintas. El pensamiento autoritario es así, siempre manejándose con simplezas capaces de entrar en su cabeza y en la de los demás. Pero sí que sabe algo que es por donde debe citar a Charles Darwin y se aleja de Homer, no hay que meterse con los poderosos y sí ponerse a su servicio. Para ello si hay que mentir se miente para adaptarse y sobrevivir. Realmente no es que Casado lo haya descubierto de Darwin, no habrá leído el Origen de las Especies, sino que lo debe haber escuchado por ahí sin enterarse bien. Por eso en su escrito infame le utiliza como símbolo de la depredación, algo que el buen británico no dijo jamás. Siempre habló de capacidad adaptativa, como Jean-Baptiste Lamarck, no de depredación. La depredación es propia del capitalismo salvaje que a Casado le gusta, para los demás eso sí, y la cual defiende porque interesa a los poderosos.
No es muy intelectual el chico. Tampoco debía comerse una rosca en sus tiempos de Colegio Mayor. Más bien tiene cara de haber sido un fiel seguidor de Onán ( en las dos acepciones que derivan de su nombre), más dedicado a los cubatas, a ser un cansino de barra de bar, un molesto plasta, antes que coger dos libros y ponerse a leer algo. Televisión con Los Simpson y cacerías fracasadas con la pandilla del Colegio Mayor. Sabía que los cursos se los aprobarían porque estaba de meritorio con Esperanza Aguirre, y culebreaba a Aznar. Se iba a dedicar a la política para vivir bien, como hacían sus ejemplos Francisco Granados, Ignacio González, Francisco Camps o Eduardo Zaplana, grandes ejemplos de vividores hasta que les han pillado con las manos en la pasta. En la de todos por cierto. Para qué necesitaba leer o tener algo en la cabeza. Con saber moverse bien dentro del aparato del partido le valdría. Pisotear a algunos, dar unos cuantos codazos y a vivir del cuento… y del odio con dos o tres ideas simples. No vaya a ser que le pidan pensar y a él le pasa como a Homer, se le cae la baba y se queda inmóvil.