Durante el pasado fin de semana y el comienzo de esta misma semana diversos medios de comunicación han presentado sus encuestas mensuales. A la espera de lo que diga el CIS con sus datos en bruto, sin filtrar, y que cada vez menos personas creen hay dos tendencias claras: una, la bajada constante de los apoyos al PP y el techo al que parece haber llegado el PSOE. Mientras un partido baja, el otro no alcanza a superar el ±28%. Hay que introducir una contextualización clara, son encuestas realizadas para medios de la derecha por lo que no cabe trastrocamiento ideológico alguno. Así viene pensando la población y así se ve reflejado.
En el caso del PP de Pablo Casado el declive comienza a mostrarse. Tras una subida, provocada por toda la campaña que hubo durante el confinamiento pandémico, sus alagaras contra un supuesto camino hacia un sistema totalitario y las mentiras continuamente publicadas, permitió a los peperos aumentar la expectativas de voto. Falsa ilusión cuando la realidad era bien distinta. La contingencia del momento pudo hacerles ver que estaban caminando por el camino correcto pero, elecciones gallegas y vascas mediante, la realidad social, como el río, acaba tomando su cauce de nuevo. Por muchos muretes que se quieran poner el agua siempre vuelve a su curso y acaba arrastrando todo lo que se pone por delante. Ensoberbecido por esas encuestas, Casado se lanzó a una campaña de mentiras, de abruptos mensajes, de bronca sin sentido y de negación de la renovación del CGPJ. Esto, unido a los nuevos casos sangrantes de corrupción de su partido y la mala gestión de, principalmente, la Comunidad de Madrid, han provocado la caída en las encuestas.
Advertía ayer el inteligente politólogo de la derecha Jorge Vilches que el PP no podía moderarse, no podía dejar sus principios arrumbados, no podía ser “ni chicha, ni limoná”, en este contexto actual. No sólo por los supuestos tejemanejes del gobierno “socialcomunista” (retórica propia de la derecha) sino por las presiones de la extrema derecha cavernícola o el populismo del sistema. Algo cierto hay en ello, no perder los posicionamientos ideológicos del partido, pero le faltaba añadir que con esos mimbres poco más se puede hacer. Saben, son conscientes los que piensan en el PP, que hoy en día hay una lucha de clases en la teoría y tienen miedo a perderla. No es que la esté protagonizando la izquierda organizada en realidad, pero sí intelectuales en medios de comunicación minoritarios (pero con muchas visitas), redes sociales y activismo en las calles. Saben que la lucha en la teoría la tienen medio ganada porque nadie pone en cuestión el sistema en sí, pero la batalla del día a día está por disputar pues la realidad pandémica ha hecho abrir los ojos a muchas personas. Súmenle a todo esto que lo que pierde el PP acaba en manos de la extrema derecha y eso impide que se vuelva a la “casa común de la derecha”.
El techo electoral de Sánchez.
En el otro lado del bipartidismo se sitúa Pedro Sánchez y el PSOE que ha edificado a imagen y semejanza. Un Sánchez que sigue estancado en el ±28% del voto estimado y real y se muestra incapaz de romper ese techo. Ni recoge voto de personas desafectas a Podemos, ni de desafectos de IU, ni de los supuestos votantes moderados que habrían optado por Ciudadanos en otras elecciones. Trasvases puntuales existen entre todas las formaciones pero el PSOE no consigue pasar del límite que le permitiría vislumbrar un gobierno en solitario con alianzas puntuales, algo que siempre ha sido lo deseado por el presidente del gobierno. El PSOE está apoyado por los fieles de años y poco más.
La errática estrategia del camarlengo monclovita, Iván Redondo, de estar apelando continuamente a los sentimientos, a lo irracional, a la emotividad como un populista cualquiera no a sus frutos. El sentimentalismo electoralista vale para momentos puntuales no para llevar cuatro años con él. Mucho juego simbólico, mucha declaración de intenciones pero a un partido de gobierno se le pide, se le exige, que gobierne, que lo haga bien y que en esa gestión aplique los principios que dice defender. Estar todo el día con “somos la izquierda”, “que viene la ultraderecha”, “los malos son los otros” y demás clichés que viene usando Redondo no funciona. A la vista están las encuestas y nada hace por cambiar, entre otras cuestiones porque, por mucho autobombo que se dé, no sabe lo que es el PSOE y lo que representa en el inconsciente colectivo de España.
Al contrario que el PP no es un problema de personas, aunque todo es mejorable a nivel partido especialmente, ni un problema ideológico, sino un error de comunicación tras otro que no le sirve para captar por su izquierda o por su derecha. Se ha estancado y el problema es si sabe salir de ahí o viven en la comodidad del gobierno y los cargos adyacentes. Pueden argumentar que la prensa es muy dura y está en batalla constante, a lo que se puede responder ¿y cuándo ha sido diferente respecto al PSOE? A Felipe González, a Joaquín Almunia, a José Luis Rodríguez, a Alfredo Pérez Rubalcaba, a Sánchez I o a Sánchez II les han dado estopa todos los días, nada nuevo bajo el sol de la prensa española. Lo que no se puede estar es en la constante contradicción entre las palabras y la praxis. Además de abandonar toda práctica del propio partido que respalda al gobierno. Hoy el PSOE no existe y por ahí vienen muchos de los males que provocan no subir en las encuestas.
Ambos partidos tienen suerte que a sus lados no hay rivales de verdad, al menos por la derecha de momento. Unidas Podemos no pasará del 12% si no es que baja un poco más por el desgaste del gobierno, más cuando haya cambio y algunos de los rostros actuales pasen a mejor vida. Vox podría ocupar el puesto del PP siempre y cuando hubiese una debacle/batalla interna de/en los peperos y Ciudadanos captase a cierto elector moderado. Si Casado insiste en agitar el nogal de iniquidad, de la estulticia, de la traición, del irracionalismo, las nueces se las comerán otros. Justamente aquellos que viven felices bajo contexto de agitación. Tener principios y defenderlos con toda la radicalidad posible no es incompatible con tener visión de Estado, algo que hoy en día escasea por la calle Génova.
Esta suerte de no contar con partidos ampliamente implantados en el territorio español, de tener a extremistas a los lados y un partido moderado que no se sabe si va o viene lleno de contradicciones es lo que ha salvado a los dos grandes partidos del bipartidismo… pero nada, ni nadie puede estar seguro de que las tornas no cambiarán. El PSOE necesita hacerse con un nutrido apoyo de los abstencionistas de izquierdas –ni Redondo, ni Ábalos, ni Cerdán saben cómo hacerlo pues lo han demostrado hasta el momento- y de personas más moderadas, y el PP necesita reencontrarse –igual echando a Casado ganaban mucho- ideológicamente y tener el valor de enfrentarse a la ultraderecha. Ahí va a estar el quid de las próximas elecciones que pueden ser en cualquier momento porque el gobierno está hilvanado, no cosido, y hay ganas de intentar mejorar. Desde luego nunca será antes de que pase la pandemia –ni Redondo se atrevería a ello porque es de suponer que tiene la inteligencia de saber que sería la muerte de su jefe-, pero en cuanto se haya controlado podría suceder. Por el camino el PP cae en las encuestas –y no parece que sacar a las momias de Aznar y Aguirre sea la mejor táctica- y el PSOE está estancado completamente.
Querido Santiago:
Amistosa colleja otra vez: Se te vé el plumero «PSOísta de los tiempos legendarios» por los cuatro costados. Mejor que lo dejes ya: Corruptos como MrX y sus boys no volverán, por mucho que ladren desde sus miserables posiciones ultraneoliberales «melollevocrudo». Es mejor que te adaptes al siglo XXI.
Por otro lado, por favor revisa mejor las faltas de ortografía y la puntuación, que queda poco lustroso que un intelectual orgánico como tú las cometa 😉
Un afectuoso abrazo