En la reunión de hoy en el Consejo Ciudadano de Podemos, Pablo Iglesias aceptará parte del discurso de los críticos de Podemos, que cada día aumentan su número. Al menos así lo reconocen desde la propia organización. Lo que podía parecer una reunión tensa en el máximo órgano entre asambleas se ha convertido en una verdadera puesta en cuestión de buena parte de la estrategia que viene llevando a cabo el dirigente morado. Por ello, según nos cuentan, el máximo dirigente aceptará buena parte de las críticas, más bien las necesidades a futuro, siempre y cuando le permitan negociar con las manos más o menos libres la posible entrada de miembros de Podemos en el Gobierno de Pedro Sánchez.
Algo que según pasan los días torna más complicado pues desde el PSOE, apoyando la campaña contra Iglesias desde algunos medios que se están volviendo afines, intentan tensar la cuerda hasta el punto de que Podemos acepte una rendición (no entren personas de la formación morada o IU en el Gobierno) o fuerce unas futuras elecciones y así poder echarle todas las culpas. Lo que sí tienen claro en Moncloa es que Iglesias no entrará en el Gobierno de ninguna de las maneras, como mucho se aceptará un perfil técnico de alguien cercano a la formación morada. Sánchez no quiere a nadie que le haga cierta sombra o que le pudiese hacer parecer que está entregado al establishment financiero. También quiere tener las manos libres para pactar con Ciudadanos al ser consciente de que le forzarán a hacerlo desde los poderes fácticos. Ni con Rivera, ni con Iglesias es el lema que mantienen en Moncloa bajo supervisión del camarlengo.
Una vez le acepten esta posibilidad, aunque Espinar ha dicho que le parece un error como también han insinuado los Anticapitalistas, aceptará los análisis y, lo que es más importante, algún tipo de reunión para cambiar tanto la estructura del partido como la estrategia y análisis del nuevo ciclo político. No será posiblemente una Asamblea Ciudadana en sí, pero algún tipo de asamblea extraordinaria donde se puedan producir los cambios que se están demandando sobre el funcionamiento de las estructuras de partido y de las personas que ocupan los cargos de poder y donde analizar los resultados de estos cinco años intensos. No va a permitir que a él o a Irene Montero (los Ceaucescu como dicen en el errejonismo) les quiten de los cargos donde les pusieron los inscritos, pero de los demás atenderá a las peticiones de cambios organizativos y mayor democracia interna.
Que alguien con tanta influencia intelectual, cuando menos, como Manuel Monereo le haya pedido a Iglesias que piense seriamente en una Asamblea, le ha sacado de su burbuja a donde le había llevado la campaña para acabar con Podemos que existe en los medios. Que Margalida Quetglás, senadora balear comprometida y capaz, haya pedido un tiempo de reflexión también ha llegado a las altas esferas. Que María Espinosa pida recuperar el feminismo como mecanismo de comportamiento dentro de la organización es otro aviso de que los comportamientos de partido de toda la vida, que la ex-diputada califica de machirulos, sobran en Podemos. A estas personas hay que añadir a la potente Andalucía que viene con las pilas cargadas por la gran cantidad de agravios sufridos en el pasado, cuando paradójicamente han conseguido mejores resultados con Adelante. También vienen desde Aragón y Cataluña con ciertos resquemores.
Haber entregado la cabeza de Pablo Echenique y cambiarle por Alberto Rodríguez ha calmado algo a las personas que participan en el Consejo Ciudadano, pues todos los dedos señalaban en la misma dirección sobre los problemas más allá de Madrid. También le van a afear la conducta que ha tenido con Fran Casamajor al que ha laminado por el simple hecho de ser amigo de Espinar y provenir de la Comunidad de Madrid. En general va a ser la primera reunión donde le van a decir verdades que igual no le gustan a Iglesias. Debido a la campaña de acoso y derribo se ha apartado de quienes hacían críticas constructivas y se ha encerrado con un núcleo que comparte una visión tan restringida. Esto también se lo van recordar aunque no le guste.
La perspectiva no es amable para con Iglesias, pero piensan muchos y muchas que, una vez han pasado las elecciones, es el momento de para para pensar el proyecto y acabar con las actuaciones laminadoras por la sola voluntad o el miedo. Eso sí, Iglesias no quiere ni oír hablar de recuperar al errejonismo. Están vetados como grupo porque sigue teniendo en su propio cuerpo el puñal clavado como si fuese de ayer mismo. Y que algunos y algunas hablen de recuperarle le parece una afrenta. Por ahí no va a pasar porque sería como dimitir en sí. Aceptará debatir y, si no logra entrar en el Gobierno o si lo consigue, una Asamblea o como quiera que llegue a llamarse. Pero antes manos libres para enfrentarse a Sánchez, prietas las filas y que se calle durante un tiempo prudencial todo el mundo. Eso si no le han cabreado esta noche, dimite y manda todo…