Querían protagonismo, querían espectáculo y lo obtuvieron. A costa de los vecinos de Vallecas, eso sí, pero ganancia en el mundo del espectáculo. Los populistas y los demagogos son así, buscando constantemente la confrontación para poder justificar sus discursos, sean del odio, sean de la demagogia, sean de la estupidez que sean. Sin confrontación, sin agonismo, son la nada. No saben actuar en un mundo democrático, de debate, de reflexión, de seres humanos racionales. Su lugar es la ciénaga y el estercolero de lo irracional. Porque al fin y al cabo saben que en ese mundo irracional las masas se movilizan en favor de los demagogos, de los hechiceros de la tribu, del absurdo.
Ustedes dirán que mientras uno sí acudió a Vallecas, el otro no estaba allí. Cierto. Pero ese otro tardó segundos en adjudicarse la lucha supuestamente antifascista de aquellos que confrontaron a los supuestos fascistas. Supuestos, unos y otros, porque ni unos son fascistas (aunque haya fascistas entre ellos), ni los otros son antifascistas, sino autoritarios todos. O totalitarios en ciertos aspectos, si lo prefieren. Como tampoco son comunistas os otros como gustan decir en los medios de la derecha y sí tienen toques neofranquistas los unos como ocultan. En ambos casos personajes con características poco democráticas.
Santiago Abascal al ver que aquello tan sólo se quedaba en algarabía y no se producía una bronca (pese a que los partidos de izquierdas habían pedido no acudir, aunque en ciertas redes sociales se pidió justo lo contrario), dejó el estrado y se saltó el cordón de seguridad para provocar el tumulto. Así lo contaron los periodistas que allí estaban (por cierto ayer no estaban en Vicálvaro) y así lo han recogido los mandos policiales en su atestado. Ahora bien, tampoco es que en el otro lado del cordón anduviesen con pocas ganas de enfrentamiento. Al fin y al cabo, todos querían pelea y al final la encontraron.
Al poco de producirse la bronca, esa que nadie quería pero que anhelaban todos los populistas, Pablo Iglesias, su escudero Pablo Echenique y todos los mendrugos de las redes sociales salieron a defender a los supuestos antifascistas por la provocación de Vox. ¿Cómo un partido legalmente reconocido de ultraderecha se atreve a visitar un barrio obrero? Una infamia que ÉL no podía permitir porque ÉL es el representante in pectore del antifascismo aunque esos que ayer se peleaban fuesen en un tiempo catalogados de “lumpen”, de “ser de una clase social más baja que la nuestra”. De esta forma Amado líder y Vox conseguían lo que buscaban, polarizar aún más la campaña y lanzar un mensaje a cada electorado que se quiere mantener o conseguir.
Por el lado de los populistas de derechas enseñar a las personas de otros barrios que ellos no tienen miedo a los peligrosos comunistas, a los vándalos, a los que atentan contra los valores comunitarios más sagrados. Además, legitiman su discurso (bien expuesto por Iván Espinosa de los Monteros) sobre su supuesta virtud democrática pues son las gentes del comunismo-batasunero-independentista los que carecen de principios democráticos al afirmar que Vox va a provocar dentro de un Estado democrático. Y ese argumento comporta cierta lógica para cualquiera y más para los votantes de derechas. Esos a los que quieren retener y a los que quieren conseguir en esta campaña, no sólo en Madrid sino a nivel nacional. Una señora de cualquier pueblo o ciudad fuera de Madrid asimilará mucho más ese mensaje que el de Podemos y su lucha antifascista inexistente.
En Podemos y satélites mediáticos logran su medalla de lucha antifascista contra PSOE, Más Madrid y El país (como medio que no entra a su juego), como únicos representantes legítimos por sus batallas de la izquierda. Por eso cuando Ángel Gabilondo rechaza la violencia implícita en ambos lados, acuden los mostrencos a señalarle como un melifluo, como un tibio frente al peligro fascista que recorre España. Señalan al PSOE por no estar en la lucha antifascista. Una jugada para ganarse. Igual, a un estrato poblacional más juvenil porque cualquier adulto con dos dedos de frente se desternilla frente al supuesto fascismo de Vox. Lo normal es ver que son tan autoritarios como Podemos. O ¿es que amado líder es la perfección democrática? Vende humos por ambos lados del espectro político.
Tanto unos como otros quieren una sistema autoritario, unos porque patatas independentistas; otros porque patatas anticapitalistas. Pero miren lo que hacen en realidad cuando están en el poder o cerca de él. Subvenciones para los amigos, colocar a todos los amigos, proponer medidas exageradas o imposibles, y mucha ideología para conseguir lo que no logran mediante el convencimiento. Unos ultracatolicismo; otros ultrapostmodernismo. Unos ultraliberalismo; otros ultraestatalismo. Ambos autoritarismo a espuertas.
Consiguieron centrar todo el foco mediático en ellos y así dan por buena la bronca de Vallecas. Vox logra que algunos votantes de derechas no se marchen hacia el trumpismo ayusiano del PP; Podemos igual logra, porque no es seguro, animar a algún extremista para que se acerque a votar o quitar algún voto a Más Madrid. Pero todo el espectáculo de dos o tres días lo ocupan con sus actuaciones. Volverán a hacerlo o intentarlo más adelante. Es obligación de cualquier ser racional no hacerles ni caso, ni mover sus cosas en redes sociales… opacarles completamente y no entrar en sus provocaciones. En el PP están cometiendo el error de defender a Vox, con tibieza eso sí porque quieren ser los protagonistas del conflicto (y porque algunos tienen querencias autoritarias); en la izquierda (al menos la izquierda no-Podemos) no hay que entrar en el juego de defender a violentos de izquierdas, ni las cosas de agonismo que busca amado líder, y mucho menos en hacerle el caldo gordo a Vox –que hay mucho tonto a las tres que entra al trapo enseguida-.
Post Scriptum. Habrán visto y/o leído un recorte de ABC donde achaca la culpa de la bronca a Abascal por saltarse el cordón. No es que el diario conservador se haya vuelto loco o crea en la verdad. Basta con leer los artículos que publican cada día para ver que apoyan buena parte de las reivindicaciones de Vox. Huele a llamada desde la Puerta del Sol para dañar al partido ultra.