Aquí ya se advirtió en el momento del nombramiento de la buena jugada que había realizado Pedro Sánchez con el nombramiento de Salvador Illa como candidato a gobernar Cataluña. Era evidente que gobernar, lo que se dice gobernar no se podría por estar los secesionistas echados al monte de una secesión imposible, salvo que existiera una revolución sangrienta que ya se vería como acaba. Más allá de esa posibilidad violenta y de la imposibilidad material de la secesión, los partidos secesionistas mediante el control de los aparatos ideológicos catalanes viven muy bien con sus proclamas y demás cosas de secesionistas. No necesitan gestionar, no necesitan hacer política, con la propaganda les basta y les sobra. Por tanto si alguien pensaba que gobernaría Illa es que se dejaba llevar por un voluntarismo y un deseo muy alejado de la realidad si a los secesionistas les daban los números.
Fuera de ese contexto secesionista es donde se jugaban las lentejas para el guiso catalán. Y ahí es donde la jugada de Sánchez ha servido para ponerle sofrito necesario a un proceso que tiene hastiada a parte de la población y que hay que intentar cambiar. No sólo Illa puede y debe abandonar la cuestión procesista (tanto como se pueda) sino que al haber ganado podrá (tanto como lo permitan los aparatos ideológicos catalanes) utilizar esa auctoritas para señalar los aspectos de gestión. Una batalla difícil y complicada pues el resto de grupos viven de la bronca y el aquelarre. Tal vez en mínimo Alberto Fernández pueda ser un compañero de fatigas en lo relativo a la gestión nefasta de los secesionistas, pero no se puede esperar lo mismo del resto de compañeros. Vox se va a dedicar a sus cosas de populistas. Ciudadanos ni está, ni se le espera más allá de hacer cosas de populistas montapollos. Y la sucursal de amado líder está a cosas brilli-brilli como la legalización de la prostitución, la feminidad de las farolas de las Ramblas y demás cosas postmodernas que tanto les gustan.
Illa está solo en la batalla por recuperar cierta normalidad política en Cataluña y por eso es normal que quisieran expulsarle pidiendo su dimisión por no hacerse una PCR, o querer meterle en la cárcel por su gestión (no administrativa por cierto) al frente de Sanidad o por cualquier estupidez que los asalvajados entiendan que puede servir para acabar con el ex-ministro. Como dice el titular, siempre que piensen en todas las maledicencias que se lancen sobre Illa hay que hacerlo imaginando al sujeto con espumarajos en la boca. No conviene, retomando, que alguien con suficiente voz y nada dado a la gresca haga política sobre gestión; sobre las cosas que importan a las personas de la calle; sobre las cosas que importan a los empresarios catalanes que ven cómo, más allá de la pandemia, van perdiendo oportunidades de negocio; sobre la pobreza que está alcanzando a la clase trabajadora por un procès de nunca acabar; sobre el gasto innecesario de los secesionistas para lograr algo inalcanzable; sobre lo material y sin necesidad de balandronadas.
No conviene a Pablo Casado porque está sin programa y sin discurso, con el añadido de carecer de palabra en los acuerdos. No conviene a Ciudadanos porque…, más allá de su camino hacia la extinción, puede mostrar que las cosas se pueden hacer con firmeza pero sin aspavientos innecesarios –los cuales te dan aplausos un día pero te los quitan al siguiente cuando el espectáculo ha cambiado-. No conviene a Junts porque preferirían como contrapoder a gentes que les chillen y que tapen su inmanente racismo. No conviene a ERC porque se dicen de izquierdas pero actúan de derechas y con un PSC con cierta fortaleza se les notan las costuras. No conviene a la sucursal de Podemos porque odian cualquier cosa que sea PSOE. A la CUP y a Vox les da lo mismo porque están sus cosas radicales y saldrán en las televisiones mostrando sus espasmos, sus bailes de san vito y demás cosas de extremistas. No convenía a nadie como se vio en campaña y ahora tampoco les conviene porque no es como Miquel Iceta. Puede ser moderado, dialogante pero no llega a esos límites del buenismo. Seguirán pidiendo su dimisión, su encarcelamiento y cualquier otra pena que ideen, pero es más por sus déficits que por los errores o aciertos que tenga el socialista.
Lo de buena jugada… relativo. Aún con el salto que ha pegado el PSC en estas autonómicas, Illa se ha quedado bien lejos de comerle la tostada al nacionalismo catalanista.
Y lo digo teniendo aprecio por Illa.
Postdata: Se te ve el plumero mogollón…