Ilusión máxima en la izquierda española. Pero cautela porque no se fían de la banda del PP y sus aliados naranjas. Pueden estar preparando un golpe de Estado institucional para que la moción de censura no salga adelante, que no sería la primera vez. Con Sánchez I ya liaron una buena desde el establishment para que sus peones pudiesen gobernar. Aunque en esta ocasión, igual les conviene dejar a la izquierda en el gobierno para así afilar toda su artillería, que el PP haga una transición del marianismo a-lo-que-sea-que-llegue y tener dos peones que se puedan convertir en reinas. Tampoco son tan estúpidos como para dejar solo a Albert Rivera con el peligro que tiene.
El caso es que el buen rollo demostrado por las principales cabezas de la izquierda española, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Alberto Garzón (¡Viva la República!), y la sensatez que han demostrado, ha llenado de ilusión gran parte de la población española. En Cataluña, los independentistas también celebran por motivos parecidos, pero no se fían del nuevo inquilino de La Moncloa. Pero en la izquierda al menos existe la sensación de haber dado un golpe muy duro a la clase dominante. El establishment ya sabe que la izquierda se puede unir y “ganar las próximas elecciones”. Porque son más las cosas que unen que las que separan. Pero ese cainismo izquierdista por tener la razón más pura siempre ha llevado a separaciones y escisiones. Como recordaba Carlos Semprún en su libro El exilio fue una fiesta, a cada escisión más pureza ideológica. Eso hoy no importa, hoy hay una unión de mínimos.
Lo primero hacer caer el Imperio mariano, esa devastadora máquina bien engrasada que ha estado generando hegemonía y utilizando los aparatos de represión contra el pueblo y en favor de los poderosos durante los últimos años. El que ha ejecutado el austericidio contra el pueblo español. El que ha puesto la mordaza contra las personas decentes de este país. El que ha ido esquilmando lo público para que los ricos y poderosos pudiesen saquear a placer metiendo la mano en la caja común. El que ha vaciado la hucha de las pensiones para pagar deuda por ellos mismos generada. El que ha provocado la división entre las fratias de la península ibérica. El Imperio del capital en todo su nombre.
Lo segundo es dar algo de esperanza a una futura unidad de la izquierda desde la discrepancia y las diferencias pero en favor de la ciudadanía española. Esa ciudadanía diversa, decente, luchadora y que quiere recuperar la hegemonía del discurso. Que lo social, lo público no vuelva a poder ser puesto en cuestión tal y como se ha hecho en los últimos años. Una izquierda que hoy se abraza de alegría y mañana se espera lo haga por el trabajo bien hecho. Algo que han recogido Sánchez, Iglesias y Garzón. Una izquierda que sabe que tiene la razón y debe acabar con las políticas imperiales hoy y mañana. Porque, la moción, sólo ha sido el primer paso hacia una lucha que debe seguir estando en la calle, en las fábricas, en las universidades, en los bloques de oficinas. Una lucha de catalanes, vascos, andaluces, gallegos, valencianos, murcianos, mujeres, migrantes, investigadores, trabajadores todos contra la opresión y el autoritarismo imperial.
No hay que confiarse porque, si en estos últimos tiempos hemos visto como el establishment laminaba al PP para colocar al sustituto, qué no querrán hacer con la izquierda. Ilusión sí, pero las orejas tiesas porque los malos siguen ahí fuera.