Se esperaba como agua de mayo y así ha sido. Finalizando el mes Izquierda Unida, después de un proceso de debate amplio, da los pasos necesarios para la convergencia con Podemos de cara a las elecciones regionales y municipales de 2019. Una estrategia que supone no dejar que IU sea invisible, se diluya en la formación del movimiento de cambio, pero pragmática y consecuente con la realidad en la que se mueve la formación. “En términos generales, las afiliadas de Izquierda Unida en Madrid comparten la existencia de los tres escenarios posibles que se reflejan en el documento borrador de debate, así como la importancia de construir un programa que trascienda a las partes integrantes de la futura coalición a través de un debate abierto a la mayoría social y construido de forma colectiva. También se comparte la importancia de desarrollar una campaña electoral unitaria, en la que se visibilice la propuesta política propia de Izquierda Unida, su capital organizativo, y las personas que la encarnan” manifiestan.
En el documento Bases para convergencia electoral de IU Madrid advierten que no puede ser una convergencia sin más, sin ciertos mecanismos fiscalizadores: “Se entiende una prioridad absoluta el desarrollar, previamente a la construcción de una candidatura, un conjunto de mecanismos de seguimiento y fiscalización del cumplimiento de los compromisos adquiridos en el programa electoral”.
En el análisis, las gentes de Izquierda Unida parten de dos escenarios posibles. El escenario A sería “una candidatura de cambio en el ámbito regional y de cada uno de sus municipios, [como] nuestro horizonte y objetivo principal. Es lo aprobado y las direcciones, tanto locales como regional, tienen el deber de trabajar hasta el último segundo por la consecución de esa candidatura”. Para llegar a ese escenario habría que establecer un programa de mínimos, aunque “el programa propio de Izquierda Unida y de la izquierda rupturista también habrá de visibilizarse en el proceso electoral”. Una cierta autonomía para visibilizar aquellas cosas que son propias de IU.
No pudiéndose dar ese escenario A, pasarían al segundo escenario o B, que no es incompatible con el A en todo caso, sino que “es la garantía fundamental para que éste se den las condiciones democráticas y de posición política que Izquierda Unida plantea”. Este escenario B sería la conformación de un bloque rupturista y social. Pero se desea el espacio A, como bien demuestra la propuesta de que “la campaña debe articularse en torno a dos vertientes complementarias: el desarrollo unitario de la misma en cuanto a su percepción por parte del electorado (no un 26-J sino una CUP) y la visibilización de las partes integrantes y sus candidatas y propuestas (desde logos hasta propuestas)”.
Son conscientes de que podrían surgir discrepancias, por lo que hablan de “normalizarlas”, más allá del consenso de mínimos cabrá la posibilidad de “determinar posiciones de voto en el resto de cuestiones sin que esto suponga un problema para el normal desarrollo de la actividad de las candidaturas de unidad popular”. Unas candidaturas que no deben dejar de estar en la calle y en la lucha social: “Es fundamental acompañar el proceso de confluencia electoral con el fortalecimiento de las luchas sociales, los conflictos laborales y el tejido feminista, obrero, ecologista, vecinal, etc. La movilización unitaria es clave para transformar la realidad. El objetivo de construir poder popular y acumular fuerzas para promover un proceso constituyente es el eje vertebrador de nuestra política”.
Todo esto concluirá, estiman en IU, hacia el 7 de octubre cuando finalicen las distintas elecciones de quienes representarán a la formación en los distintos procesos. Pero los pasos dados llevan a IU hacia la confluencia con Podemos con claridad. Ahora sólo falta saber qué querrán Podemos y su candidato Íñigo Errejón.