Como sucede con los reyes magos que al final, con desilusión, se acaba sabiendo que son los padres, en el caso de la “autodeterminación de género” hay que señalar que su supuesta existencia son los lobbies. Que alguien se autodetermine genéricamente es como la autodeterminación del heavy, salvo que en el primer caso prima lo individual y en el segundo podría verse como algo colectivo haciendo muchísimo esfuerzo. De hecho cualquier tipo de autodeterminación sólo puede ser individual y, si se hace caso a Kant, moral. Porque es culpa de Immanuel Kant toda esta sarta de idealismos, de invenciones y de negación de lo material a que están asistiendo las diversas sociedades. En busca de la mayor autonomía del ser (frente a la heteronomía) hizo de la autodeterminación el eje del cambio moral. A partir de él llegarían las autodeterminaciones nacionalistas, la adoración al individuo como único ente capaz de decisión, voluntarismos varios (incluyendo el fascismo), el nihilismo y demás propuestas que están incardinadas en eso que se llama ideología dominante. Si para que exista la nación y, por ende, pueda haber autodeterminación nacional, deben existir nacionalistas (la nación política es una construcción social por mucho que les duela a los nacionalistas), para que exista la autodeterminación de género deben existir… lobbies que impulsen ese idealismo irracional.
El género es una construcción social vinculada a algo material (lo biológico-sexual) que lleva siglos actuando y generando una estructura de poder político, económico y cultural. Una estructura patriarcal, mejor dicho, que viene sometiendo a las mujeres frente a los hombres. Como recordaba ayer mismo la antropóloga Marina Pibernat Vila, incluso en la antigüedad griega la mujer carecía de alma, de ser social (Aristóteles dixit), y por ende el amor era imposible entre mujer y hombre. Desde ahí, si ustedes quieren viene esa estructura patriarcal que somete a las mujeres por ser mujeres. De ahí viene, por no remontarnos a culturas más antiguas y no occidentales, la construcción del género como mecanismo de poder para esclavizar, apartar y esconder a la mujer. Luego aparece Beatriz Gimeno, directora del Instituto de la Mujer, diciendo que no sabe cómo se abole el género. Desde el marxismo le dirían que dialécticamente, pero si alguien con ese cargo no sabe cómo abolir el género, no de hoy para mañana que sería algo utópico, es que carece de estrategia feminista. Tampoco hace falta deconstruir, que es lo que vienen haciendo desde el feminismo más cercano a Podemos, porque se ha demostrado que la deconstrucción es casi peor que la reacción ultracatólica, como ya se explicó en estas páginas.
Ya que no saben cómo acabar con una construcción social (normal que el liberalismo en sus diferentes versiones campe a sus anchas como nutriente de la ideología dominante del capitalismo, con estos adversarios el Reich de los mil años se queda corto), al menos que no hagan derecho un idealismo que atenta paradójicamente contra los derechos de un colectivo. Noelia Vera, secretaria de Estado de Igualdad y Contra la Violencia de Género (paradójicamente), afirmó ayer en una entrevista en El País (órgano oficial de todas las deconstrucciones y magufadas ideológicas que se importan de EEUU) que “la autodeterminación de género es un derecho”. Si el feminismo pretende superar, dialéctica o abruptamente, con el género, si en Podemos se autocatalogan como las más feministas ¿en qué momento el género pasa de ser algo a erradicar a ser un derecho? Sólo existe una explicación donde no intervengan procesos psicopatológicos, la presión de determinados lobbies muy vinculados a Podemos y que se separaron del PSOE más feminista (al menos hasta hace dos días, porque las palabras de Carmen Calvo hace poco, salvo que no quisiera generar una bronca en el consejo de ministros por el tema europeo, han asustado al feminismo, vean el mensaje de Laura Freixas y la advertencia que aquí se hizo al PSOE). Potentes lobbies LGTBi que andan detrás de todo ello, porque un grupo que no alcanza ni al 0,01% de la población (las personas que juegan al mus como colectivo cultural son más) es complicado que tenga la fuerza suficiente para hacer claudicar a un gobierno. Primero el género y luego los vientres de alquiler podría ser el hilo conductor.
En los enlaces anteriores ya se explicaron las barrabasadas que esconde ese supuesto derecho por una autodeterminación de género (pedofilias, librarse de penas por violencia machista, etc.) y que nada tiene que ver con los transexuales y/o las personas que sufren disforia (que no hay por qué patologizar) sino con el borrado de las mujeres. Todo este mundo de la performatividad, lo queer, el no binarismo (que paradójicamente es binario al distinguir entre no binarios y binarios) y demás demandas acaba, al final del trayecto, borrando a las mujeres y haciendo que el género, como construcción social, sea más opresivo que antes. Preguntaba Luz Sánchez Mellado, defendiendo a su medio, si los hombres no quedan borrados con esta legislación. No lo quedan sino que hacen uso de su derecho a ser mujeres (como en la película de Monty Python) cuando les plazca y por los motivos que les plazca pero siendo cultural y socialmente hombres. Los hombres en sí no tienen reivindicaciones porque, gracias a la estructura de poder patriarcal, son los que mandan. Si un hombre trans quiere participar en competiciones deportivas masculinas no hay problema y seguramente no llegará muy lejos por su diferente constitución corporal (¡Ay que el cuerpo existe!), cosa que sucede al contrario en las competiciones femeninas. El hombre (¿Recuerdan que hasta hace dos decenios utilizar hombre era sinónimo de ser humano, de ser en general?) viene reinando, por utilizar la metáfora preferida del patriarcado, en el orbe desde hace milenios y el transgenerismo no le va a mover porque la estructura de poder es suya. Claro que si no se entiende esto, tampoco se entiende el feminismo por mucho glamour que se ponga.
Volviendo a la autodeterminación de género, que es un idealismo cabe recordar, lo curioso es que sólo es para unos pocos, no para todas las personas. Un hombre machista no puede autodeterminarse en su género masculino, eso está mal visto e incluso algunas acciones penadas. Un hombre, en base a que el género es una construcción social, no puede autodeterminarse como hombre y hacer chistes de mariquitas, ni someter a la mujer en casa, algo que es éticamente bueno. Pero si de lo que se habla es de autodeterminación del género, ese tipo de autodeterminación debería ser igualmente un derecho porque el género masculino-machista es una realidad cultural y mental, un sentimiento. Ven como la autodeterminación de género comienza a verse de forma absurda. También puede una mujer autodeterminarse bajo el patrón patriarcal y exigir su derecho a quedarse en casa y con la pata quebrada (algunas siguen haciéndolo). Y mediante esa autodeterminación de género también se puede legalizar la prostitución porque genéricamente los hombres necesitan mujeres para desfogar y es mejor que haya putas a que violen. Todo se va entrelazando y acaba apareciendo el lobby proxeneta. No existe la autodeterminación de género ya que si existiese todas las leyes contra la homofobia deberían abolirse (y esto viene explicado en la propia legislación cómo hacerlo señora Gimeno).
Supone, evidentemente, llevar el argumento al absurdo, pero ese absurdo está ahí. Tan absurdo que el género, que es un mecanismo de opresión de la mujer, desde Podemos (como encargados del tema en gobierno) quieren hacerlo derecho. Derecho a ser oprimido u oprimida. Ni Friedrich Hegel cuando ideaba la dialéctica del amo y el esclavo pudo llegar a semejante absurdo. Y no podía porque para Hegel lo racional primaba y esto es completamente irracional. No sólo porque a los sentimientos se les quiera dar categoría de derecho fuera de toda materialidad (lo que lo aleja de la izquierda), sino porque se quiere establecer como derecho individual elegir la forma de opresión de la persona. La realidad es que pareciera que no saben cómo argumentar el interés de ciertos lobbies, de ciertas empresas farmacéuticas, de ciertas empresas de la sanidad y de diversos brujos magufos. Pretendiendo generar autonomía individual al final no hacen más que ampliar la heteronomía (dominación por leyes y cultura en términos casi coloquiales) del ser humano. Reaccionarismo social es realmente lo que pretenden, pero todo muy postmoderno y con mucho “brilli brilli”. Ya que les gusta tanto Foucault y demás postestructuralistas, este artículo no es más que un uso de la parresía, el decir la verdad al poder. ¡Hala, deconstrúyanlo!