Han coincidido en el tiempo diversas huelgas (Ryanair, Taxi, Amazon, reparto de prensa…), a las que habría que sumar las manifestaciones de las gentes de Coca-Cola en lucha, que han sido publicitadas por los medios de comunicación bajo una presunta asepsia informativa. Sí, presunta porque lo que muestran al final de la información es una especie de criminalización de aquellas personas, la clase trabajadora, que hacen uso de un derecho fundamental. Un derecho completamente objetivo que, como muestran los medios de comunicación, choca con derechos subjetivos de toda ralea y condición. Se produce de esta forma una deslegitimación de las justas reivindicaciones de los trabajadores y trabajadoras. En algunos casos este proceso se genera por la búsqueda de morbo y amarillismo, en otras es consecuencia directa del poder de la clase dominante que posee en propiedad esos medios, y en los medios públicos se produce la confusión para esconder la lucha política. Veamos lo acontecido en los últimos tiempos.
Comenzando por la lucha de los trabajadores y trabajadoras de Amazon, en los medios de comunicación se informó de la propia huelga, aunque bastante menos de los actos represivos de la policía con los congregados a las puertas de los almacenes. Se causaron heridas de distinta consideración a los huelguistas. Desde los medios de la derecha, como suelen hacer, se potenció la violencia de los trabajadores y trabajadoras, mientras que en los que se autocalifican como progresistas se notició escondido si acaso. Eso sí, todos informaron ampliamente de las repercusiones de la huelga para la llegada de las compras realizadas. Poco o nada de las lamentables condiciones laborales que sufren, con numerosas bajas por enfermedad laboral, o de las consecuencias para el pequeño comercio. Algún periódico de la falsa progresía incluso se permitió hacer una comparativa de hacer compras en otras empresas de venta on-line. Al final del camino, tal y como reflejaban los medios, la huelga de Amazon impidió la llegada de compras y tampoco deben quejarse tanto los trabajadores y trabajadoras porque hay empleos peor pagados y con la cantidad de paro que existe son hasta privilegiados. Pero las camisetas con sangre de los porrazos de la policía poco o nada. La represión consentida por culpa de la violencia que se destaca, no la del sistema, sino de las masas furibundas de sindicalistas. Así lo dejan ver en los medios.
Vayamos con Ryanair, una compañía de vuelos de bajo precio que tiene a sus trabajadores en condiciones pésimas, sin descanso y con salarios de saldo. Desde la administración pública lo primero que hicieron, siendo un gobierno que se dice socialista, fue advertir de las formas de reclamación por la cancelación de vuelos. No hubo una intervención para analizar las condiciones de trabajo que incumplen el mínimo exigido, no hubo una investigación sobre contratos laborales, nada. Sólo advertir de la legislación vigente para cancelaciones y demás directivas europeas. Ni amenazas de retirada de la licencia ni nada por el estilo, y eso que la susodicha compañía tiene numerosas huelgas tras de sí y quejas continuas de la ciudadanía.
En los medios, como suelen hacer, comentar que había huelga con los motivos un tanto escondidos. Salvo que Iberia u otras compañías tenga publicidad en sus medios y entonces se comparan condiciones, nada de nada. Eso sí, no han faltado la ristra de perjudicados y perjudicadas por la cancelación de los vuelos que suelen repetir los manidos eslóganes sobre derechos subjetivos e individuales: “No sé por qué tienen que hacer huelga en vacaciones”; “Perjudican a los que menos tienen”; “Siempre pagamos los de siempre”; etcétera. El caso es visualizar al otro y no las reivindicaciones de la clase trabajadora. Nunca cuestionan al simpar entrevistado por la suerte que tiene de viajar mientras que un 40% de la población española no puede, o algo por el estilo. Se produce una deslegitimación por comparación constante. Sobre todo con el típico tópico de que se producen en vacaciones. ¿Cuándo quieren que las hagan? ¿Cuándo no puedan ejercer presión sobre los poderosos?
La clase trabajadora impide el derecho a la información.
Aunque lo más vergonzoso que se ha visto en los medios ha sido respecto a la huelga del reparto de prensa. Aquí se han dicho auténticas barbaridades criminalizando a los transportistas, muchos de ellos “falsos autónomos”, y que ganan lo justo para sobrevivir por el oligopolio del reparto. Una huelga con toda la legitimidad del mundo se transforma para los propios medios de comunicación en una “vulneración del derecho a la información”. Ahí es nada. La clase trabajadora impide el derecho a la información por hacer huelga. ABC titula Piquetes violentos de transportistas bloquean el reparto de prensa en Madrid y se suma la entradilla donde afirman que “los repartidores autónomos quieren imponer unos contratos fuera de mercado, con sueldos de 4.500 euros por quince días de trabajo”. Para rematar el diario monárquico conservador comienza el artículo afirmando que “la libertad de prensa en Madrid se está viendo amenazada”. El Mundo titula Seis días de boicot a la prensa y al derecho a la información. En la trama del artículo advierten “no se trata de una huelga, porque estos transportistas, autónomos, responden a un contrato mercantil de prestación de servicios”. Por el hecho de ser autónomos, digamos que “falsos autónomos”, no tienen derecho a la reivindicación o la huelga. También informan que es la empresa Boyacá la que interpreta que sus condiciones están fuera de mercado y las quejas de las organizaciones empresariales por la violencia ejercida por estas personas.
Sin entrar a valorar en profundidad si las reclamaciones están fuera de mercado o no, en los medios ningunean los costes que tienen esos autónomos, o las condiciones en las que están otros contratados por la propia empresa o que tienen otro tipo de contratos con la empresa de distribución, se hace evidente que se criminaliza al que protesta. En este caso incluso quitándole la categoría de trabajador, de formar parte de la clase trabajadora por el hecho de ser autónomo. Se le niegan derechos, aunque la violencia pueda ser excesiva sin duda, y se pretende quebrar la solidaridad de clase al expulsarlos intencionadamente de esa catalogación. Lo horroroso es la interpretación que hacen sobre la falta de derechos de los trabajadores autónomos. Y tampoco pueden ejercer como “supuestas empresas” una competición capitalista, según parece. Lo que ocultan los medios son las detenciones de esos trabajadores realizadas por la policía durante el fin de semana, o la alta mortalidad por accidentes de tráfico que sufren esos “autónomos”. Eso lo ocultan para que las personas, no vaya a ser que, se solidaricen con sus protestas.
Lo más aberrante es que se establezca el derecho a la información como antagonismo a la huelga. Informar como bien supremo, cuando se sabe que los medios acaban ocultando lo que los poderosos no quieren que se sepa, frente a una huelga. Informar como necesidad máxima del sistema de reproducción capitalista frente a la violencia ejercida por los trabajadores deslegitimados. Pues no, es mentira que se vulnere el derecho a la información. Lo que se impide es la distribución de prensa escrita, lo cual significa un perjuicio económico para esos medios de comunicación y para el oligopolio de la distribución. Cualquier editor mediano o pequeño sufre y sabe que el coste mayor es la distribución y cómo se las gastan esos mismos que hoy se quejan de pagar demasiado. Al final lo que hacen los medios de comunicación, que pueden ser seguidos vía digital (por tanto la información llega), es defender los intereses propios y de sus distribuidores. Es defender los intereses del capital frente a los intereses de la clase trabajadora.
En este caso, como sucede con Ryanair o Amazon se señala que los que protestan son privilegiados. Frente a la ignominia de la explotación más salvaje que se recuerda en los últimos años a la clase trabajadora, y que esconden esos mismos medios que hoy protestan, se señala a quienes aún mantienen una medio dignidad en su explotación. Esto es como si a algunos esclavos se les azotase y a otros no, y si éstos reivindicasen más comida les dijesen que tienen suerte de no ser azotados. Lo mismo hacen los medios de comunicación con las huelgas. Señalan los privilegios para esconder la realidad de un sistema en descomposición y que, fortalecido por la falta de contrincante, quiere hacer del abuso, la extracción masiva, la explotación y la miseria lo normal.