No es un titular inventado para hacer un poco de clickbait y conseguir más visitas. Esas palabras que reflejamos en el titular han sido dichas por personas. Unas anónimas y otra no tanto, aunque a tenor de lo dicho sí debería ser anónima. Porque pensar que España ha tenido en uno de sus más altos cargos a alguien capaz de decir semejante boutade refleja el nivel de la clase política que ha venido dirigiendo el país. Cierto que el tema catalán nubla la razón, que carentes de sapiencia para legitimar sus actos los dirigentes procesistas utilizan el lenguaje de la izquierda para aparentar otra cosa, pero llegar a afirmar que la existencia del derecho al aborto ha provocado el procés situa a la persona cerca de ser calificada de botarate, cuando no de orate.
Esa frase, en la que se añade también al Brexit, ha sido dicha por Jaime Mayor Oreja. Dirigente del PP de ala más reaccionaria y que muestra la carencia de un mínimo rigor, de racionalidad. “Todo este desorden que estamos viviendo arranca el día en el que se legaliza el aborto. Todo lo demás es plano inclinado” ha continuado en su afirmación. Que Quim Torra sea un doctrinario con una mente absorbida por el nacionalismo no es producto de la incultura, de procesos de fanatización o de intereses de clase (la burguesía catalana), sino del derecho al aborto. Esto igual explicaría que su partido se lanzase a invadir Iraq por culpa del aborto. O que robar a manos llenas las arcas del Estado, como demuestran las sentencias judiciales con gentes de su partido, es culpa del aborto. Una mente nacional-católica, que no difiere salvo en el espacio con la mente de los dirigentes procesistas, sólo puede esputar frases así. El problema no es que Mayor Oreja diga semejante memez sino que algo similar está extendido dentro de su partido.
De hecho, sólo hay que ver las declaraciones de dirigentes del PP como Pablo Casado o Cayetana Álvarez de Toledo para comprobar que, no hablando del aborto, sí siguen la misma pauta reaccionaria del dirigente vasco. El nacionalismo del PP es similar al de Torra o Carles Puigdemont. Se nutren el uno al otro y por eso alientan y condenan por igual los altercados catalanes. Ahora justo que ERC parece irse separando del mundo del huido, se alienta la violencia institucional por ambas partes. No les interesa la solución, ni el diálogo a las dos facciones de las burguesías española y catalana. El PSOE ofrece diálogo dentro de la ley y parece que los republicanos estarían por la labor, la consigna de los demás: ¡a dinamitar todo entrambos! La misma enfermedad se encuentra inoculada en el cuerpo de Torra que en el de Mayor Oreja.
Stalin y la cuestión de las nacionalidades.
Entre las estupideces que se pueden encontrar dentro de la ilógica a que lleva el tema catalán, ese mismo que esconde cuestiones más importantes para la clase trabajadora y que sirve para alimentar fanatismos nacionalistas, tenemos un absurdo debate en torno a la figura de Iósif Stalin y su supuesto apoyo a la causa nacionalista burguesa. Ante el apoyo o la actitud meliflua de cierta izquierda con el tema catalán, en las redes han querido algunas personas justificar su posición recordando que el dirigente soviético hubiese apoyado la independencia. Indicando además que se leyesen sus escritos porque aquellos que tienen una posición más de “lucha de clases” no conocían los escritos. El problema es que algunas personas sí lo han leído, en versión de la editorial Progreso de Moscú como debe ser, y saben que Stalin señaló al nacionalismo como una epidemia: “Hacer frente al nacionalismo, proteger a las masas contra la ‘epidemia’ general. Pues la socialdemocracia y solamente ella, podía hacerlo contraponiendo al nacionalismo, la unidad y la indivisibilidad de la lucha de clases”.
Lenin apoyó las luchas de liberación nacional de los imperios coloniales o los países absolutistas, como hizo Karl Marx quien, a su vez, dejó por escrito que el “nacionalismo es un invento de la burguesía para dividir a la clase obrera”. No es lo mismo apoyar a naciones (como Polonia, por ejemplo, contra Alemania) bajo yugo imperial, que naciones bajo un marco constitucional. A eso se referían los bolcheviques en la III Internacional no tanto por apoyar al nacionalismo, algo a lo que Rosa Luxemburgo siempre se negó, como por destruir la base económica y explotadora de los imperios. Puro materialismo y estrategia de lucha a nivel internacional. Fue Andreu Nin, más bien, el que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid lanzó a parte de la izquierda a apoyar la lucha nacionalista catalana (“El marxismo y los movimientos nacionalistas”, Leviatán nº 5 Sept 1934). Separando a la gran burguesía, que siempre se había posicionado contra la clase trabajadora y el campesinado (vamos como ahora), de la pequeña burguesía de ERC, entendía Nin que frente a la reacción de la derecha española de los años 30 apoyar el proceso independentista serviría para poner en marcha la revolución democrático-burguesa. ¡Ojo la revolución burguesa que no se había producido ni con la II República!
El dirigente del POUM, pecando tal vez de cierto infantilismo, quería apoyar la república catalana para luego “desplazar de la dirección del movimiento a la pequeña burguesía indecisa y claudicante, que prepara el terreno a la victoria de la contrarrevolución, y hacer de la Cataluña emancipada del yudo español el primer paso hacia la Unión de Repúblicas Socialistas de Iberia” (p. 47). Vamos engañar a la burguesía e implantar una República Socialista. ¿Qué apoyan hoy, en las condiciones existentes, las izquierdas pro-independentistas? Habiéndose producido la revolución democrático-burguesa (Felipe González siempre se ha sentido orgulloso de ello); siendo los dirigentes del secesionismo la fracción política de la burguesía catalana que ha acumulado fortuna en base a la explotación de la clase trabajadora; habiendo una legislación (de clase si se quiere) que protege los intereses económicos de la clase dominante como en cualquier lugar del mundo; y no apostando la “futura” república catalana sino por el capitalismo ¿a qué aspiran las izquierdas que apoyan el procés? A eliminar el franquismo según parece.
Ni revolución socialista, ni mejora de las condiciones materiales de la clase trabajadora en Cataluña, ni nada que sea parte de una agenda de acción de la izquierda, sino solamente acabar con el franquismo inserto en el aparato del Estado. Un decir: “¡Nos vamos y os quedáis con esas estructuras franquistas!”. No hay más. No hay república que acabe con la monarquía borbónica por la separación de una parte de España, eso sólo se conseguiría mediante una república federal de todos los pueblos españoles o ibéricos. Ítem más, con una república socialista. Pero bajo las condiciones actuales de la correlación de fuerzas es más bien utópico porque la ideología dominante se nutre de cuestiones como el tema catalán. Y en Cataluña la correlación de fuerzas está a favor de la burguesía que es la que viene controlando todo el procés (poniendo sus fortunas a resguardo eso sí). Lo único que se vislumbra con claridad es que lo que hoy es España serían dos países capitalistas donde la clase trabajadora seguiría siendo precarizada. El “hijoputismo” burgués, por utilizar la expresión de Jesús Ausín, seguiría a ambos lados del Ebro. Siendo gentes de izquierdas debería preguntarse ¿a quién beneficia el procés materialmente? A los franquistas de este lado y a los burgueses del otro.