Albert Rivera siempre ha alardeado de que su partido es el único que puede llevar a efecto la tan necesaria regeneración democrática, siempre, eso sí, enmarcando sus propuestas con unas alarmantes dosis de «cuñadismo». El propio líder de Ciudadanos afirmó que «No se puede defender la regeneración y luego llegar al gobierno y aplicar la degeneración». Eso es lo que le está ocurriendo tanto a él como a su partido.
Hay una famosa canción que dice lo siguiente: «Tú dices blanco, yo digo negro / Tú dices voy y yo digo vengo / Miro la vida en color y tú en blanco y negro». Esto mismo le pasa a Rivera, que es capaz de decir una cosa y hacer la contraria en menos de cinco minutos. Todo sea por alcanzar el poder, a costa de lo que sea, incluso de la ética o del respeto a las convicciones que cualquier político tiene y defiende.
Sin embargo, Rivera es único, es auténticamente auténtico, es genuino y exclusivo. En el mundo no hay ningún ser humano como él…, afortunadamente.
El líder de Ciudadanos dijo en una ocasión que «Nuestro pacto contra la corrupción y por la transparencia es como las Tablas de la Ley». En las negociaciones que está manteniendo el partido naranja en ayuntamientos y comunidades autónomas, con la presión constante de la dirección de Madrid, se ha afirmado que el socio preferente es el Partido Popular, formación de la que dijo Rivera que «tampoco es precisamente el adalid en la lucha contra la corrupción». Además, ha alcanzado acuerdos con el PP de Madrid (Gürtel, Púnica, Lezo) y de Murcia (Púnica, Barraca, Púnica), algo que sorprende cuando el propio líder máximo dijo que «si tienen imputados que ni se molesten en levantar el teléfono».
En estos días estamos siendo testigos de cómo desde la dirección de Ciudadanos en Madrid se está presionando a otros líderes regionales para que no pacten con el PSOE y sí con el PP, caiga quien caiga y tenga las consecuencias que tenga, sobre todo en territorios donde para alcanzar la regeneración democrática es necesario derribar el control absoluto que el PP ha tenido sobre esas regiones durante décadas como, por ejemplo, en Castilla y León. Los casos están ahí, las presuntas irregularidades también, y, sin embargo, Rivera sigue adelante con su idea de pactar con el PP. ¿Ya se ha olvidado de cuando dijo que «O se hace una lucha seria contra la corrupción o no hay nada que hacer»?
Por otro lado, los pactos con la extrema derecha para poder alcanzar gobiernos también va en contra de las profundas reformas constitucionales que necesita el país. Por más que Rivera afirme que él no ha pactado con Vox, la realidad es que se celebran reuniones secretas con los ultras que certifican que la foto de la Plaza de Colón fue algo más que el final de una concentración: fue una declaración de intenciones o un quitarse la careta.
Si Albert Rivera pretende que la regeneración democrática se adapte a su mentalidad patriótica que le acerca a los planteamientos de España de José Antonio Primo de Rivera o a su odio hacia los nacionalistas periféricos, entonces pasaremos a lo que él mismo afirmó: a la degeneración democrática.