La publicación en Diario16 de la noticia firmada por nuestro Director de Contenidos, José Antonio Gómez, en la que se hacía eco de la reacción por parte de más de 100 artistas ante las críticas furibundas recibidas por la cantante neozelandesa Lorde tras anunciar su decisión de no actuar en Israel como protesta por la represión israelí al pueblo palestino me ha hecho pensar en la diferencia clara entre el compromiso real con causas justas y la demagogia que provoca un compromiso sin ningún tipo de acción, y se me vienen a la mente muchos casos capitales pero lo que sucede con el pueblo palestino es un buen ejemplo.
Lorde canceló un concierto en Israel atendiendo a las llamadas de los grupos de defensa del pueblo palestino. Fue duramente criticada por el lobby sionista-judío que defienden personajes como Sheldon Adelson, José María Aznar o Shmuley Boteach a través de una página publicitaria en el Washington Post y la reacción fue inmediata por artistas de diferentes países.
Esta reacción no es nueva. Uno de los fundadores de Pink Floyd, Roger Waters ya se negó a actuar en Israel porque, según afirmó, «¿Cómo puedo realizar un show en Israel, cuando millones de palestinos no pueden asistir?». El músico Kyp Malone, de TV on the Radio, lo dejó muy claro ante la negativa de la banda a actuar en cualquier ciudad del territorio israelí porque la banda de rock no podría jamás actuar en Israel porque se utilizarían sus conciertos «para encubrir sus crímenes». Estos son dos ejemplos, pero son ya cientos los artistas que se han negado a actuar en Israel como un modo de boicot cultural que ya tuvo éxito porque está basada en los derechos éticos. Fue utilizada como un modo de apoyo a la causa de los negros sudafricanos durante la época del apartheid, un régimen que se lleva aplicando en Israel desde hace décadas mientras el mundo mira hacia otro lado convirtiéndose en cómplice de todos y cada uno de los asesinatos selectivos que se producen a diario por la violencia de Estado que se aplica contra el pueblo palestino. Ese boicot cultural y quienes lo llevan a los hechos es un modo de compromiso porque las palabras son coherentes con las acciones.
Hay quienes tienen un compromiso de palabra mientras que sus hechos les traicionan. Eso es demagogia. Esto se puede aplicar a quienes afirman estar con el pueblo palestino mientras no dudan en aceptar contratos con Israel, tal y como hicieron Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat al actuar en Tel Aviv desoyendo los llamamientos de los movimientos de defensa tanto del pueblo palestino como de respeto a los derechos humanos.
En otro orden de cosas, desde un punto de vista político vemos cómo los diferentes países actúan con una demagogia crónica en todo lo referente a la situación de pueblo palestino. Mientras a todos los dirigentes del mundo occidental afirman que están en favor de una solución de «dos Estados», no aplican ese compromiso con sus acciones porque no hay nadie que se haya atrevido a romper relaciones, ya sean diplomáticas, ya sean comerciales, o a imponer sanciones a un Estado que ya ha demostrado que está aplicando una política de exterminio, incluso que no ha dudado en arrasar ciudades enteras asesinando a miles de seres humanos y cerrando las puertas a la prensa internacional o a las organizaciones humanitarias para que no hubiera testigos de lo que, según el propio derecho internacional, es un claro ejemplo de genocidio.
La cantante Lorde es un ejemplo de compromiso porque sus palabras se convirtieron en acción. Ella y todos los que se han negado a actuar en Israel por la situación del pueblo palestino basan su compromiso en la coherencia, en la ética y en no tener miedo. Todo lo demás es demagogia. Esto ocurre con los pueblos oprimidos, pero hay muchos más ejemplos en otros ámbitos.