El giro a la derecha en las presidenciales francesas es un hecho. Éric Zemmour y Marine Le Pen ya suman entre ambos más de un tercio del voto de la ciudadanía francesa. El presidente Emmanuel Macron se asienta en el 24-25% del voto y el candidato de la derecha clásica Xavier Bertrand está en el 13% de la intención de voto. A la izquierda de presidente… la risa. Lo que viene a decir que casi un 70% del electorado francés apuesta por candidatos de derechas.
Desde la derecha sistémica entregada a la Unión Europea y el globalismo (Macron), hasta la derecha ultra (Le Pen y Zemmour), pasando por los republicanos (Bertrand y Dupont-Aignan), parecen haber conquistado el voto de los franceses. A la izquierda de todo esto está Yannick Gadot de los verdes (8%), Anne Hidalgo del PSF (5%), Arnaud Montebourg (3%), Jean-Luc Mélenchon (9%), Fabien Roussel del PCF (2%), Phillippe Poutou (1%) y Nathalie Arthaud (1%). Un 29% de los votos que no sirve ni para que les inviten a tomar algo en una terraza parisina. Algo normal si se ha seguido la política francesa en los últimos años, todo postmoderneces cuando desde hace dos décadas la población viene advirtiendo que ya no se tragan los sapos del izquierdismo barato.
Aviso a los países circundantes
Con la victoria del SPD alemán, la socialdemocracia europea se ha venido arriba haciendo creer que lo siguiente sería un cambio de época en favor de unos gobiernos un poco más virados a la izquierda. Un poco, tampoco se piensen que esto lleva a una mínima rebeldía. Francia, que siempre ha sido un poco espejo para ver por dónde van las cosas –para bien y para mal-, muestra que la derechización tremenda de ciertos países europeos es un síntoma más de una enfermedad interna. Francia es un país que tiene graves problemas de integración de la población inmigrante y de los musulmanes de segunda generación. Algo que se está viendo en la propia campaña.
Que Zemmour esté dando la sorpresa (en los sondeos de la semana pasada, por otras encuestadoras, le daban hasta un 18% de los votos) no es extraño. Como se contó en estas páginas, la deriva política francesa era lugar propicio para esa irrupción, más cuando el lepenismo estaba anquilosado –igual por el bloqueo permanente, igual por cierto cansancio-. Un 36% de los franceses estarían apostando por una política radical de derechas, soberanista, antipostmoderna y antiliberal. Normal que intelectuales como De Benoist, Delsol, Bousquet, Micheá o el mismo Zemmour vendan muchos libros, en cantidades que en España son imposibles. Por no hablar los que vienen advirtiendo del malestar por la izquierda como Guilluy.
Habrá bloqueo a Le Pen/Zemmour en segunda vuelta
Lo normal hasta la fecha es que el candidato del sistema que logra pasar a la segunda vuelta obtiene el apoyo del resto de candidatos, de izquierdas y derechas. Pero esa lógica, más con la irrupción de Bernard y Zemmour, igual ya no se cumple en esta ocasión. En las últimas elecciones Macron venció a Le Pen por ese veto electoral y mediático, pese a haber perdido en la primera vuelta, algo que está por ver en esta ocasión. Si un 70% del electorado está volcado a la derecha ¿quién garantiza que ese bloqueo sea efectivo en esta ocasión?
El pírrico 29% de la izquierda ¿pasaría a Macron directamente o pasaría a la abstención? Desde luego los verdes, esa eterna promesa, se pasarían al candidato de la Francia en marcha, al fin y al cabo son casi lo mismo, pero el resto de votantes igual prefieren quedarse en casa. Como han demostrado las encuestas el voto antaño comunista ahora se encuentra en buena parte en el lepenismo ya que en las banlieues las están pasando putas y les ofrecen amor y besos contra la precariedad. ¿Pueden el resto de votantes hastiados de la izquierda acabar votando a Le Pen o Zemmour? Lo más probable es que se queden en casa en segunda vuelta y que dios reparta suerte. Al Macron que ganó las elecciones se le apoyó una primera vez, a este Macron, con las que viene haciendo, igual se le deja caer.