No tienen bastante con azuzar el mantra del golpe de Estado blando, ese que quieren provocar mediante un Gobierno de Concentración (o Salvación Nacional) o directamente por la expulsión del presidente del Gobierno y el Vicepresidente Segundo, que ahora los medios de la derecha también desean meter en la cárcel a los principales dirigentes del Gobierno. Es toda una suerte la que tiene España de tener unos directores de periódicos, unos columnistas, unos todólogos y unos políticos que hagan tanto por la unión, dicho con toda la ironía del mundo. Están dedicados a derrocar al Gobierno desde el primer día de confinamiento; sólo piensan en sacar réditos personales y políticos; e incluso piensan que con la bandera, que debe tener poderes taumatúrgicos desconocidos, se va a superar todo. Nadie ha dicho que no se deba hacer crítica a la acción de Gobierno (se han confundido en muchas cuestiones y lo seguirán haciendo por la propia coyuntura), pero bien distinto es pretender el hundimiento del mismo con la sola finalidad de que la derecha gobierne. Ya se comentó en estas mismas páginas que un gobierno del trifachito no lo hubiese hecho mejor, al menos para la clase trabajadora, pero todo son críticas, despiadadas en muchas ocasiones, y ninguna propuesta alternativa que el propio Gobierno pudiese tener en cuenta.
Llevan varios días los medios de comunicación con la cantinela de llevar al Gobierno a los juzgados para que paguen por ¿las muertes? del coronavirus, por la mala gestión realizada e, incluso, por haber hecho perder derechos fundamentales (se referirán a la libertad de movimientos porque el de expresión bien que lo utilizan). Los primeros en lanzar la piedra, más allá de las extravagancias de los neofascistas de Vox, son los sospechosos habituales de las tramas de este tipo. Francisco Marhuenda lanzó ayer la piedra, porque se cree sin pecado alguno, en su editorial-columna-escribo-al-dictado-del-poder. No se esconde, pues es valiente cuando tiene a la clase dominante detrás dictándole, y titula de la siguiente manera: “Los frentes judiciales del Gobierno”. Si uno lo lee así de refilón puede entender que hay algún problema con la legislación. Nada más lejos de la realidad. Tras sacar la momia de Franco a pasear, con efecto de despiste (un macguffin de cátedra), se lanza a por la cabeza de Luis María Díez-Picazo, presidente de la sala contencioso-administrativa del Tribunal Supremo, con la intención de que se acabe aviniendo a lo que Marhuenda entiende que deberá hacer cuando pase el confinamiento: proceder a culpabilizar al Gobierno por la gestión de la crisis. Así, sin cortarse lanza una andanada contra un juez conservador y amigo del PP para que se atenga a las consecuencias de obrar ajustado a derecho y no de acuerdo a la voluntad de la clase dominante. Quédense con esta frase del artículo, la cual hubiese sido firmada por cualquier fascista (nunca por un demócrata): “No importa si lo han hecho bien, mal o regular. Espero que una sala compuesta por algunos magistrados de enorme prestigio recobre el sentido jurídico y que el Derecho prime siempre sobre el interés político”. No importa la acción en sí sino despeñar al Gobierno en otras palabras.
Otro de los sospechosos habituales, al que medios que dicen ser de izquierdas dan vía libre para sus infamias (La Sexta), Eduardo Inda lleva tres semanas echando espumarajos por la boca con todo tipo de insultos, bulos e imprecaciones contra el gobierno socialcomunista (curioso que sigan teniendo miedo al socialismo y al comunismo estos liberales/fascistas de medio pelo cuando dicen que había vencido el capitalismo). De hecho ya habla de “homicidio imprudente” como base para pedir la encarcelación de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. No le basta con que abandonen el Gobierno sino que deben acabar en prisión, con mil años de condena le falta decir. La táctica de Inda, que también escribe al dictado del poder económico (fracción constructora y servicios), es sencilla, inventar que el Gobierno está creando un sistema dictatorial (por culpa de los comunistas Iglesias y Juan Carlos Monedero) que debería ser depuesto, bien por la vía armada, bien por la judicial. Escribe sin cesar mentiras de ese tipo para crear un estado de opinión que posibilite lo que sería un grave perjuicio democrático (nunca les ha gustado la democracia, bien es cierto) como es deponer al Gobierno. Por si el golpe blando, ese que ya están trabajando con los independentistas en la oscuridad de la Zarzuela, no surtiese efecto, hay que dejar bien claro que hay que llevarles a la cárcel por su gestión entonces. Y más con el tonto útil que es Kerensky Sánchez.
No es nueva esta forma de actuar. Este lawfare o guerra judicial ya ha sido utilizada y probada con éxito en Brasil, en Bolivia, en Colombia y otros países europeos. Se presentan demandas de todo tipo contra el Gobierno que permiten a la prensa de derechas hablar y no parar sobre la “ya” culpabilidad del Gobierno (hay demasiados sobre-cogedores en la prensa). Así se condiciona la acción judicial desde lo mediático hasta que un juez, casi siempre con olor a conservadurismo, haga arte de birlibirloque y se lance contra el Gobierno. Sólo hay que pensar que el Tribunal Supremo no ha podido ser renovado y la mayoría son jueces puestos a dedo por el PP. A Lula lo laminaron así para instaurar un dictadura evangélica. Viktor Orban lo hizo en su momento para instaurar una dictadura (por cierto Pablo Casado no ha firmado junto a los dirigentes del partido popular europeo contra esa acción porque su jefe José María Aznar es amigo por encargo de los EEUU del presidente). Y para que parezca que no pasa nada, que todo es hasta filosófico, los medios cavernarios sacan a Gabriel Albiac para que hable de sus melancolías (“Serenidad”), sus desconstrucciones, sus clásicos y coloque entremedias que hay que llevar al Gobierno a los tribunales penales por causar las muertes de miles de españoles. Un tipo que en su tiempo fue un buen pensador de izquierdas que ha quedado para mamporrero de la derecha más contumaz, porque sólo así se explica que pase de Epicuro a la cárcel para Sánchez e Iglesias. Esta es la derecha española, siempre a lo suyo, alas cosas fascistas, a hacer el mal incluso cuando peor vienen dadas. Les dan igual los enfermos, los muertos o la clase trabajadora, sólo trabajan para llenar los bolsillos de sus jefes de la clase dominante, quienes en contraprestación les dan limosnas y llenan los sobres.