Escribir en un medio que es plural y respeta las diversas opciones políticas como Diario 16, sin tener que posicionarse en sí con alguna de ellas, siempre desde la visión zurda de la realidad, permite escribir con la serenidad que da no verse prisionero más que de la propia ideología o cosmovisión del que analiza la realidad. Esto no sucede en los demás medios de comunicación que, por regla general, se atienen con total doctrinarismo a la opinión de la editora del medio en cuestión. Lo que por regla general lleva a ocultar ciertas oscuridades del sistema o a actuar en pro de los intereses de la clase dominante (o fracción de esa clase que controla de diversos modos al editor). Lo que ha sucedido en estos días en Cataluña se ve reflejado perfectamente en los artículos de opinión, los editoriales y el sentido de las publicaciones de los distintos medios de comunicación.
Da igual que miren hacia la derecha o hacia la izquierda, se pueden ver perfectamente los intereses económicos y políticos de los editores o sus protectores. Desde la defensa de España como unidad indivisible en lo universal de medios controlados por ACS hasta la alegría por la primavera nacionalista de George Soros. De Inda hasta De Prado todos los directores siguen las líneas marcadas no sólo por la ideología editorial sino por los intereses detrás de la cabecera. Por eso es interesante ver cómo en la derecha mediática se insiste en seguir atizando el fuego de la barricada de la plaza de Urquinaona, permítannos la metáfora; quieren seguir con el conflicto catalán en su máximo apogeo de violencia, de irritación y de perversión para sus propios intereses económicos y políticos. El mundo mediático quiere más leña que echar a ese fuego de la lucha entre dos entes tan mágicos como movilizadores. Como en la caverna platónica, de ahí les viene el apelativo, no quieren que la realidad, que la forma, que la idea, que la verdad en resumidas cuentas florezca y muestre bien a las claras los intereses detrás de todo el tinglado que existe. Prefieren apedrear a quien intente pacificar o solucionar la situación como le pasaba al personaje del mito platónico que había salido de la cueva y había contemplado la realidad y no sólo las sombras. De un lado y otro quieren mantener a España (y dentro de ella a Cataluña) en las sombras, en el mundo de las metáforas, de la falsedad, del teatro, de la mentira en términos generales.
Desde las distintas tribunas se critica por igual al Gobierno de Pedro Sánchez, en cosas que si las hiciesen los suyos serían alabadas, como al de Quim Torra obviamente. Los improperios hacia el nacionalismo catalán se asumen vista su ideología de origen, sin embargo la deslealtad con el gobierno de España tan sólo persigue acabar con la izquierda en un futuro gobierno, sea Sánchez, sea Podemos, sea una coalición de progreso. El ataque premeditado y antipatriótico (según los estándares que la caverna marca en otras ocasiones) tiene un claro sesgo político y estratégico, nutrir al PP de Pablo Casado y a la extrema derecha de Vox (Ciudadanos ya está descontado para la clase dominante como avisamos hace meses). Ahora que las encuestas permiten visualizar una mejora considerable del PP y un fuerte asentamiento de Vox, los directores de los medios han salido en tromba a echar gasolina al fuego catalán para ver si consiguen que su Partido consiga ganar aunque sea sólo en escaños. Antes de ayer en 13 TV, la cadena de los obispos, Narciso Michavila, director de GAD3 advertía que el PP estaba subiendo a un ritmo de un punto o punto y medio en las encuestas por semana, lo que faltando tres semanas serían de tres a cuatro puntos y medio, lo necesario para empatar o ganar a un PSOE que se mantiene con una pequeña bajada.
El Editorial del ABC de ayer mismo es incendiario contra Sánchez y para alimentar el conflicto. Bajo el anonimato editorialista Bieito Rubido sacaba a relucir lo mal que lo viene haciendo el presidente del Gobierno, con el que no hay que tener consideración. “La peligrosa inacción del presidente” se titula el editorial que podría dar a entender que critican a Sánchez por ese pasmo que parece mostrar ante el requerimiento de diálogo por parte de Torra. “La gestión realizada por Pedro Sánchez para paliar el daño causado por el separatismo en Cataluña es tan ineficaz como temeraria. Durante la última semana, lo único que se conoce de lo realizado por Pedro Sánchez se reduce a contener a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado mientras eran atacados, a no atender las llamadas telefónicas del chantajista Joaquim Torra y a una operación propagandística de lavado de imagen visitando a los agentes heridos en el hospital” comienza, dando la impresión de que la crítica tendrá sentido de Estado como reclaman. Pues no, no es una crítica constructiva sino todo lo contrario. Tras decirle al presidente que debería atender al teléfono del president, da un giro a los argumentos para señalar lo siguiente: “El presidente defensor del «diálogo siempre y antes que nada» debería hablar con Torra para decirle que está poniendo en peligro la democracia en Cataluña, que es el primer pirómano, que es un irresponsable político y que Cataluña no merece menos que su dimisión inmediata”. Y que le digan que es “un mierda” les ha faltado escribir. Desde ABC sólo se les ocurre decirle al presidente que caliente más de la cuenta a Torra, que ya viene cargado de casa. Y se le conmina a hacer algo más que hablar: “No basta con las palabras. No basta con que Sánchez diga que los miembros de las guerrillas urbanas de los últimos días pagarán ante la Justicia. Faltaría más”. Vamos que le piden al ejército masacrando catalanes sin ton ni son. A esto súmenle artículos de tertulianos como Ignacio Camacho titulados “Nadie al mando”, opacando a dos análisis de derechas pero bien traídos como el de Pedro García Cuartango (“Berlin y el nacionalismo”) o el de Gabriel Albiac con reminiscencias de su juventud althusseriana (“Lo que no se entiende”).
Si van a El Mundo verán lo mismo que en ABC. En La Razón Francisco Marhuenda no se queda atrás en sus ataques antipatriotas al presidente Sánchez al que acusa de no defender a los españoles no independentistas en territorio catalán (“¿Quién defiende a los otros catalanes?”). Comienza por recriminarle que no hayan dejado pasar a su candidato electoral, el señor Casado (ese de quien no encuentran las actas de convalidación de su Master): “Es inadmisible que el Gobierno haya prohibido la entrada a la Jefatura Superior de Policía al líder del PP, Pablo Casado, que acudió con la misma misión que el candidato socialista: mostrar su apoyo a los que habían sufrido el asedio durante horas por manifestantes independentistas”. No es admisible porque realmente lo que quiere es fundirse en un abrazo de amor con ERC, pues así le ha informado el malvado Miquel Iceta, viene a decir mientras soterradamente le culpa de electoralismo (el mismo de Casado acudiendo a hacer de presidente sin serlo) y de antipatriota. “No debería menospreciar el desamparo político de una buena parte de los catalanes, que esperan algo más que una visita de dos horas a Barcelona –obligada, por supuesto– y no contemporizar una situación en la que nos jugamos el futuro” al igual que Rubido, Marhuenda insiste en las medidas duras contra los secesionistas y le añade que no está preocupado por el resto de catalanes no independentistas. Le ha faltado decir como sí lo está mi adorado Casado, pero hubiese sido demasiado descriptivo y se atemperó por guardar las formas.
Si leen a Eduardo Inda o escuchan a Federico Jiménez Losantos verán algo muy cercano a posiciones fascistas en sus medios, quiere no sólo acabar con Sánchez (que es lo esperado) sino hacerlo con el nacionalismo catalán. Lo primero en momentos de crisis puede ser execrable pero entra dentro del juego, lo segundo es una lucha larvada desde hace tiempo. Si en estos últimos días se ha criticado en estas mismas páginas al nacionalismo catalán como pernicioso, como instrumento de la burguesía para hacerse con el control total y expoliar a las clases populares, no es menos cierto que el nacionalismo español es tan pernicioso y patológico como el catalán. Un nacionalismo reaccionario de terrateniente y contrario a todo mecanismo democrático. Nacionalismo tan mágico como el catalán (recuérdese que la nación española no se constituyó hasta el siglo XIX y de mala forma) y con un tinte autoritario similar al del otro lado del Ebro. Un nacionalismo que desea ser hegemónico por el aplastamiento de los demás nacionalismos. Ni el federalismo, ni el autonomismo le parece bien a ese nacionalismo español que acepta el Estado actual por conveniencia (mejor control y posibilidad de acumulación por desposesión).
El nacionalismo español, como el catalán, tiene un componente totalitario y por ello desean un Estado (que aquí es donde se encuentra el verdadero problema) para ellos solos, para su uso y disfrute utilizando el nacionalismo como mecanismo de encubrimiento de la verdadera acción de extracción de la clase dominante. En esa lucha entienden a ambos lados sólo puede quedar uno y por ello, salvo que haya intelectuales suficientes y una educación profunda en sentido contrario, necesitan el conflicto en sí. El conflicto acaba por legitimar sus posiciones mágicas que no son más que imponer una dictadura (de clase) al resto de conciudadanos. Tan infeccioso es el nacionalismo catalán como el español. Enfermedades a tratar y extirpar del cuerpo estatal. Tantos años de educación perversa, sin embargo, no es fácil de eliminar. No es acabar con las nacionalidades (en su sentido clásico más allá de lo folklórico) sino con los nacionalismos lo que se debería hacer para evitar que burgueses de uno y otro lado lo utilicen como arma arrojadiza que esconde otras aspiraciones, ninguna en el buen camino del progreso humano. Lo identitario es capaz de movilizar porque es fácil de transmitir, se basa en muchas ocasiones en la mentira o la falsificación de la historia, y por ello es utilizado en esta ocasión por la caverna mediática para atacar al presidente del Gobierno Sánchez. Daría igual si la presidencia la ocupase otra persona de izquierdas (si fuese mujer se añadiría bastante machismo seguramente), la derecha mediática sabe que está ante la oportunidad de utilizar un conflicto grave para todos los residentes del Estado español y lo utilizará sin dudar para conseguir sus intereses. Que, como hemos visto, son políticos, económicos e identitarios. La lucha de los nacionalismos siempre ha provocado muertos en las cunetas, la lucha entre dos nacionalismos más fosas comunes aún y sociedades quebradas. Si en España está costando acabar con la fractura por la irrupción del nacionalismo español reaccionario del franquismo, imaginen acabar con el odio que están generando las derechas a ambos lados del Ebro.