Para haber estado viendo las campanadas en Teleayuso, Ultramedia y demás televisiones se ha montado una buena con las de La 1. La tal Lalachus sacó una estampita de la vaquilla del programa Gran Prix como si fuese el sagrado corazón de Jesús y ahí tienen a los beatorros de las redes sociales cabreados. Beatorros porque muchos creyentes han obviado el tema como es normal. Una cutrez más de la televisión pública, no diferente a las catetadas de las televisiones autonómicas públicas y privadas, porque para hacer humor hay que ser más inteligente que eso.
Bromas con cualquier aspecto del cristianismo se llevan haciendo toda la vida. ¿Quién no ha visto, en alguna tienda cerca de una catedral, el muñeco del monje que si le aprietas la tripa te enseña el cimbel? O las monjas que enseñan el culo. Y no, no es de ahora, incluso en tiempos pretéritos se podían ver. En esos tiempos en que la sociedad era mucho más católica que ahora. O esas botellas de licor con la forma de un monje con cara de haberse bebido los mares y tripa de haberse comido los bueyes. El chiste cristiano siempre ha estado ahí y hasta los propios religiosos se han reído con ellos y los han contado.
Como decían los Monty Python nadie espera a la Inquisición española y en estos tiempos ha tomado su lugar Abogados Cristianos, quienes ya han afirmado que presentarán una querella por blasfemia. La cual acabará en el basurero judicial porque la blasfemia no es un delito, ni sacar una estampita de una vaca es blasfemo, ni nada por el estilo, pero ellos justifican así su propia impericia y su fariseísmo. Sí, porque la mayoría de los que se quejan por la estampita son esos mismos que andan quejándose por los rincones, como la zarzamora, sobre la libertad de expresión y la descristianización de España —aquí pueden añadir cosas del tipo «verdadero bastión del cristianismo mundial»…—. Lo de la idolatría como pecado no lo han pillado pero bueno ahí van.
Son fariseos porque la mayoría, cuando los leen en redes sociales y sus distintos medios, son sedevacantistas, esto es, como este Papa no les gusta hablan de no hacerle caso. Sobre cuestiones humanas, no doctrinales, ni de fe, el romano pontífice es como cualquier cristiano, pero cuando afirma cuestiones que se refieren a lo doctrinal, a lo evangélico, ahí hay que hacer caso o hacerse sedevacantista, la cual es la vía de la mayoría de estos ofendidos. A estos les vale lo de la Salvación por la pura fe, olvidándose de las obras, como aquello de dar refugio al extraño. Los mismos que hoy lloran por una broma, si quieren de mal gusto, son los primeros que andan pidiendo la expulsión de todo aquel ser humano que venga a invadir España o Europa.
Hablando de los que llegan o ya estaban, es cierto que en sus quejas hay algo de razón, las bromas siempre se hacen con los mismos y nadie se atreve a hacer bromas con la imagen de Mahoma, las cosas del Islam o, incluso, con las cuestiones religiosas judías. Las bromas siempre caen del mismo lado y ya cansan a muchas personas, aunque no deja de ser menos cierto que al ser una cultura cristiana, la tendencia a hacer chistes cristianos es mayor. Si uno se quiere reír de la propia cultura, el tema cristiano está ahí presente mucho más que el mahometano o el judío. Y todos estos fariseos, que acaban vendiendo al hermano por cuarenta monedas —porque no falla que Mamón es su tentador favorito—, en vez de dar la vuelta a la broma en favor de la propia cultura (como ha hecho Miguel Ángel Quintana Paz, por ejemplo), acaban provocando mayor rechazo hacia lo que es lo propio.
Esto no hubiese tenido más recorrido sino fuese el ataque a lo cristiano, mejor dicho, a lo católico una constante del gobierno y sus amanuenses. Nunca lo hacen directamente, si acaso se lo dejan a Podemos o Sumar —para justificar que hacen algo no liberalote—. Pasó con los execrables abusos de menores en el seno de la Iglesia —por cierto el cardenal Cobo explicó en una entrevista para finalizar el año que no solo se trata de dinero exculpador sino de reparación personal y acompañamiento, algo que no sucede con los abusos en otros ámbitos—, nadie habló de los abusos homosexuales en familia y centros públicos que son mayores que en lo religioso. El wokismo es así, protege de cualquier cosa a las minorías pero ataca a las supuestas mayorías (el catolicismo sigue siendo mayoritario por poco en España) con todo lo que tiene.
Desde el progre-wokismo se ha identificado el catolicismo como reaccionario —pese a la existencia de numerosos creyentes de izquierdas—, por ello ultranosequé y fascista y enemigo a abatir. Se vuelve a la división y la polarización, la cual también es aceptada por el otro bando y transforman lo católico en una nueva cruzada en vez de una forma nueva de testimonio, de evangelización, de posibilidad de encuentro sobre el acontecimiento en estos tiempos de relativismo. Es paradójico que todos han lanzado elogios al papa Ratzinger en los últimos días pero no le han debido leer o se pasan sus consejos por el forro respecto a lo que supone vivir y dar testimonio en una sociedad relativista y postmoderna.
Al final, por desgracia, todo esto no es más que política cutre y de baja estofa, por parte de hunos y hotros. Los hunos porque están deseando menoscabar lo cultural-católico en cada momento y los hotros porque están deseando que les menoscaben para justificar que sus obras cada vez son menores respecto a sus palabras. Y las palabras se las lleva el viento o el fondo de inversión. Además, y esto es algo que han debido olvidar, ofende quien puede no quien quiere. Y algunos quieren mucho pero pueden poco. El caso es que no es en sí una batalla sobre el cristianismo sino contra el sanchismo, visto por un lado, y contra el conservadurismo-facha, visto por el otro lado.
¿Alguien recuerda que Mazón debería haber dimitido y hoy le alaban los mismos que están ofendidos? ¿Alguien recuerda que desde el PSOE han coaligado las ayudas a la Dana a la aprobación de los PGE? La supuesta batalla cultural es filfa si no hay obras, si no hay algo material detrás y en lo material, digan lo que digan, están casi de acuerdo los hunos y los hotros. Mucho cuidado con las ofensas y los ofendidos.