Fuente: PSOE/Eva Ercolanese

Que Pedro Sánchez haya tenido patinazos históricos en materia de Relaciones Internacionales —esa persecución cansina al presidente de los EEUU para aparecer en la foto, por ejemplo— no empece para que, la no presencia de España en la reinauguración de la catedral de Notre-Dame en París, haya causado polémica. Desde los medios de derechas han salido en tropel a acusarle de no se sabe bien qué tipo de visiones satánicas o anticatólicas, mientras que en los de izquierdas se ha pasado por alto, en su mayoría, con algunas insinuaciones hacia la casa real. Todo muy extraño y que no merece los análisis tan banales que se están leyendo.

Lo primero que se dijo es que Ernest Urtasun, mininistro de Cultura, había rechazado la invitación por España, debido a que es un anticatólico declarado. No podía el mininistro permitir acudir a un acto que diese algo de respiro al catolicismo/cristianismo. Posteriormente, desde algunos medios bien conectados con la casa del rey, se ha afirmado que el rechazo, por cuestiones de agenda personal del mininistro, ya impedían a los reyes de España acudir pues se consensuan este tipo de actos entre el jefe del Estado y el Gobierno. Algo que tampoco debía apetecer mucho a Felipe de Borbón pues no ha peleado estar presente en la reinauguración catedralicia. Anticatólicos todos según parece pues las invitaciones eran personales y todos las han rechazado.

Lo extraño en todo ello es que el presidente de la república francesa, Emmanuel Macron, haya invitado al jefe del Estado español y al ministro de Cultura y no al presidente del Gobierno. De EEUU ha invitado al presidente actual y al que llegará. Como el actual está gagá ha acudido su esposa, Jill Biden, en su nombre; el que llegará sí acudió, Donald Trump, junto a algunos de sus futuros secretarios/ministros. También fueron invitados numerosos representantes políticos del “África francesa” y los jefes de Estado y/o de Gobierno de numerosos países de la Unión Europea, como Giorgia Meloni. Aquí cabe, entonces, preguntarse ¿por qué no ha sido invitado Sánchez? Se invita a un mininistro que es un cero a la izquierda en España y ¿no al presidente de un gobierno que es aliado en la UE y no se ha mostrado reacio a apoyar al mandamás francés, incluso en momentos de delicada situación política? ¿Qué ha pasado?

Esto no le importa al mendaz Alberto Núñez Feijoo que se ha lanzado a criticar que ningún representante de España, incluido el embajador en París, haya acudido a la magna ceremonia, sin preguntarse el porqué de todo ello. Como son los más monárquicos del mundo, al menos de puertas para afuera, se quejan de la falta de respeto hacia el monarca, gran defensor de la fe católica, y un supuesto anticlericalismo del ministro que, además, impide acudir a los que supuestamente querían ir. ¿No hay nadie en el PP que se haya pregunta por qué no se invitó a Sánchez? Guste o no guste es el presidente de todos los españoles (aunque esto el propio Sánchez no lo entienda) y a nivel internacional representa a todos, incluyendo al señor Feijoo.

¿Ha querido Macron hacer un feo a Sánchez por algún motivo desconocido? Resolver esta cuestión es más importante que la ausencia de representantes. ¿Hay algo que se esconde a los españoles? No es que el gobierno sea el adalid de la transparencia, pero conocer si existe algún tipo de resquemor personal o institucional es necesario por diversas cuestiones de orden tanto material (inversiones españolas en Francia, por ejemplo) como político (cambios en las alianzas). Que se sepa desde España no se ha vetado a ningún francés para cargos europeos y que se haya tragado con la gente de Meloni no puede ser un motivo pues allí estaba invitada.

Si cualquiera de ustedes fuese el jefe del principal partido de la oposición en España es normal que estuviese preocupado por esta cuestión en mayor medida que aparecer o no en un fasto a mayor gloria del republicanismo woke francés. Si España está vetada por culpa (o no) de Sánchez en los foros internacionales es más importante que pasearse por Notre-Dame. Porque está claro que si a Sánchez le hubiesen invitado allí que se habría presentado para pavonearse. No hay cosa que más le guste al presidente español que pavonearse en los foros internacionales, desde mucho antes de ser, incluso, secretario general del otrora PSOE. Se pirra por ello. Y poder saludar a Trump, Macron o Elon Musk le produce orgasmos inimaginables para el resto de los mortales.

Que Urtasun es la inutilidad máxima es conocido, pero que los reyes no hayan peleado por acudir al fiestorro es una indicación de que hay algo más. Desde luego De Borbón sabe hasta dónde puede presionar al gobierno para estas cosas y si en esta ocasión no lo ha hecho tiene que ser por un motivo que implique algún tipo de daño para España. No sería la primera vez que se filtra que el gobierno sanchista impide esto o aquello. En esta ocasión nada de eso, aunque es lo que intuyen los que carecen de datos reales y generadores de bulos. Incluso se atreven a sugerir que de haberse quemado una catedral española nada se hubiese hecho… sin aportar que la reconstrucción ha contado con el amplio apoyo de los empresarios franceses. A estos habría que preguntarles si los empresarios españoles hubiesen puesto el dinero o no.

Parece una nimiedad conocer los datos verdaderos detrás de la no presencia española (ninguna es ninguna) en el fasto de la catedral de Notre-Dame, pero si se trata de una cuestión personal del mininistro, del presidente y/o del rey hay que señalarles porque o se puede admitir que las apetencias personales interfieran en el negociado simbólico español. Ahora bien, si resulta que existe una mala relación o algún tipo de veto internacional al presidente del gobierno y sus representantes también es necesario saber los porqués para pedir responsabilidades. Las quejas y los análisis a posteriori pero con datos, no haciendo el canelo en columnas y artículos de opinión. ¿Es culpa o no de Sánchez y por qué? Esta es la cuestión importante.

Post Scriptum. La ceremonia en sí ha sido todo lo engolada del republicanismo woke francés, con una mezcla de canciones pseudo-religiosas y flower-power. Sin embargo, se han olvidado de una obra magna, popular sí pero magna, que tuvo como centro la propia catedral, como es el musical, compuesto por Richard Cocciante (italo-francés) y con libreto de Luc Plamondon. La interpretación de Le temps des cathédrales, a ser posible con Bruno Pelletier, habría sido recuperar algo de la grandeur francesa y no la decrepitud mostrada. Y por si no la conocían los estimados lectores, ya la conocen y pueden disfrutarla.

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