Como bien saben quienes leen esta columna, no es que aquí se sea muy de Francisco I, pero no por ello hay que llegar al extremo al que se llega en buena parte de la clerecía española. Los curas contrarrevolucionarios e integristas de La parroquia de Vendée estarán contentos con la elección de sus (nuestros, a nuestro pesar) obispos para conformar la cúpula de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Salvo el cargo de secretario general (monseñor César García Magán, arzobispo de Toledo), se han renovado todos los cargos. No. ¡Perdón! No se han renovado, se han elegido algunos nuevos cargos, porque en otros persisten los mismos que ya estaban.
A la cabeza estará monseñor Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y como vicepresidente, un cargo más simbólico que práctico, el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. A ellos hay que sumar a monseñor Ginés García, obispo de Getafe; monseñor Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo; monseñor Mario Iceta, arzobispo de Burgos; monseñor Enrique Benavent, arzobispo de Valencia; monseñor José Ángel Saiz, arzobispo de Sevilla; y monseñor José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada. Luego hay diez comisiones episcopales y nueve subcomisiones, más tres encargados de asuntos económicos, donde se acomodan otros monseñores. Pero los que mandan son los otros.
Realmente el gobierno de las diócesis sigue estando en manos de cada obispo que, se supone, es autónomo (en algún caso para desgracia de los feligreses), pero la CEE marca territorio, aconseja al Nuncio Apostólico y se codea con el Poder, gracias a COPE y 13tv. Para aquellos que no estén al tanto de “lo político” episcopal la supuesta ideología que se les puede aplicar a los monseñores iría del peligroso progresismo de Ciudadanos o el PSOE de José Bono (como dirían en Gran Bretaña un red tory) hasta la ultraderecha de verdad (no las cosas libertarias de Vox). Los que tienen querencias de izquierdas, sean sanchistas o sumartistas, son algunos párrocos y teólogos, en el episcopado se suele estar entre el moderado y el rancio.
Con esta composición de mentalidad para los profanos, y sabiendo que como en todo en esta vida el fariseísmo está presente, los electos y re-electos tienden ha irse muy a la derecha. Con decirles que, dentro de ellos, al de las querencias opusinas le consideran tirando moderado, ya está todo dicho. El problema no es que sean conservadores, muy conservadores, el presidente Argüello sería un “pepero” (demócrata cristiano evidentemente), es algo normal por la situación del mundo. Si hasta un socialdemócrata cabal es hoy visto como un cuasifascista, es evidente que el posicionamiento ideológico clásico está descompensado y acartonado. El dilema es el camino a tomar para la Iglesia en España.
Los frentes que se han abierto ellos mismos son cuestiones pastorales (especialmente los jóvenes) y el problema con los seminarios (hay otras cuestiones que son importantes pero menos). Nada sobre el estado de la Teología en España, un mundo incapaz de exportar conocimiento desde hace muchos años (salvo algunas, pocas, excepciones). Por ejemplo, en el Concilio Vaticano II las aportaciones fueron casi residuales y así ha seguido siendo. Algo que les compete al controlar las facultades de la materia. Nada sobre las fórmulas de comunicación del evangelio y la doctrina. Debe ser que les gusta cómo hablan (mintiendo si hace falta) y el sesgo carca de los medios de comunicación que controlan, directa e indirectamente, desde la CEE. Cualquiera que no concuerde con la política económica y social de PP y Vox parece que no es católico, ni buen cristiano. Y si apoya el feminismo (no la ideología de género que es otra cosa), aunque con los límites evidentes de la fe, ya debe estar en el infierno.
Si la conformación de la CEE les ha gustado, y mucho, a InfoVaticana es que algo falla respecto al camino de la mayoría de conferencias episcopales. Sin llegar al casi cisma alemán, todas tienen personajes ilustres que participan y dialogan con los contrincantes, aquí siguen al momio y a esperar que llegue “otro rayo de esperanza” y reinstaure el nacionalcatolicismo o algo similar. Si ustedes tuviesen el tiempo de comparar lo que decía y hacía Benedicto XVI y lo que hacen quienes han sido elegidos, dirían que el alemán es un rojo peligroso.
Si los seminarios no se llenan, además de la clara secularización de las sociedades occidentales, igual es, así por pensar alguna cosa, porque asustan a quienes se acercan a la vocación con algún ímpetu social de caridad y misericordia. Los curas que escriben o hablan en medios alternativos son claramente producto de esos seminarios y para cualquier laico moderado asustan. Y no por los temas clásicos sino porque parece que querrían meter a las mujeres en las casas a concebir, cuidar y callar; porque mandarían/mandan a cualquiera al infierno; porque el acontecimiento que es Jesús, en sus manos impide cualquier encuentro que posibilite la fe. Como algún chistoso ha dicho que son muy del Antiguo Testamento y menos del Nuevo.
Por todo ello entenderán porque son todos anti-Francisco. La sinodalidad, en su primera fase, en muchas diócesis ha sido algo que nadie ha visto o de lo que han podido participar. Persiste en España ese clericalismo que tanto critica, aunque acaba haciendo lo mismo en el Vaticano, el pontífice, donde el cura es dios y no su representante. Cierto que Francisco se pasa tres pueblos con cuestiones doctrinales pero tampoco hay que irse a Trento para refutarle. Lo curioso es que todos estos monseñores, excepto el cardenal Cobo, son hijos del postconcilio vaticanista y en algo se debería notar. También se dicen muy de Juan Pablo II pero el santo polaco les pasa por la izquierda.
Eso sí, bien que han promovido la limpia, como hacen el en Vaticano, de posibles obispos que tuviesen algún vínculo con asociaciones laicas. Normal que haya sido monseñor Roman Walczak, ayudante del Nuncio, quien ofreciese las primeras palabras con el emérito cardenal Juan José Omella. Ni el nuncio Bernardito Azua se ha atrevido a acudir a la Asamblea. Lo peor de todo es que, estando en comunión, según dicen, con el Papa, han hecho todo lo posible por impedir un aire menos condensado. Han situado a Cobo de vicepresidente (el candidato que gustaba al Vaticano) y gracias para demostrar que no se entregan a ningún poder, ni al del cielo casi se podría decir. Como el Padre Calvo (Agustín González) de La escopeta nacional, lo que ha unido él en la Tierra no lo separa ni Dios en el cielo.