John Stuart Mill, el gran pensador liberal del siglo XIX, creía que la democracia permitía que aflorasen las mejores cabezas para gobernar. No conocía a Pablo Casado porque hubiese exclamado que esa persona que demuestra su ignorancia día tras día no puede decirse, como él, liberal. Ayer se conmemoraba el cuadragésimo aniversario de la aprobación en referéndum de la Constitución Española, se podrá discutir si ha envejecido más o menos, pero lo que está claro es que la clase política ha empeorado por la parte intelectual. La de noches que pasaría Simón Sánchez Montero, por citar a uno entre muchos y muchas, estudiando por su condición de proletario para no ser un ignorante y defender sus ideas con la máxima solvencia. Ni con títulos universitarios a cuestas la actual clase política tiene la mínima solvencia intelectual en su mayoría.
Casado, que está sacando el discurso del odio neoconservador apartándose de sus supuestas preferencias liberales, explicó ayer a las puertas del Congreso de los Diputados que no quiere una reforma constitucional en estos momentos críticos. Se puede entender esta preocupación, aunque normalmente los cambios vienen determinados por las crisis a lo largo de la historia. Lo que no se esperaba es que la justificación de ese no cambio fuese la tremenda metedura de pata, más en alguien que ha debido estudiar, reiteramos, ha debido estudiar filosofía del derecho en la Universidad. “Si abrimos ese proceso tendremos la ruptura del sistema político, abriremos las puertas a quienes pretenden la República, tendremos la inestabilidad del sistema democrático” ha afirmado sin ruborizarse el presidente del Partido Popular. Varias son las inexactitudes que conforman la boutade de Casado.
Primera. Abrir un proceso de reforma constitucional puede o no cambiar el sistema político actual. Lo normal es que sí cambie (desde Ciudadanos piden un nuevo sistema electoral, por ejemplo), pero no tiene porqué producirse una ruptura en el sentido que tiene esa palabra en términos políticos. Ya que estaba en el 40° Aniversario de la Constitución podría haber recordado que la propia transición a la democracia fue un proceso de ruptura pactada (el famoso debate ruptura-reforma) que, con sus cosas, no ha salido tan mal. De hecho él mismo se autonombra el adalid de la defensa de la Constitución que devino ruptura pactada con la dictadura franquista. Por tanto puede haber otra ruptura pactada (en Francia pasaron de la IV a V República mediante reforma democrática y nadie se rasgó las vestiduras) que permita seguir la senda democrática por otros cuarenta o cincuenta años. Y si sólo nos referimos al sistema político, nadie con dos dedos de frente está en contra de hacerlo más democrático y de quitar las limitaciones a la representación más proporcional que existen actualmente, o que haya una participación más directa de la ciudadanía por diversos mecanismos constitucionales. ¿Le parece mal esto a Casado? Es de suponer que no, pero realmente lo que pasa es que no sabía ni qué estaba diciendo.
Segunda. Dice que mediante la reforma constitucional se abrirían las puertas a los que quieren la República. Y ¿eso es malo? Desde cuándo la monarquía es mejor que la República como forma de gobierno. Igual Casado ha leído a Karl Popper y su La sociedad abierta y sus enemigos que afirma que todo es culpa de la filosofía platónica que produjo una sociedad cerrada con su utopía de La República y su idealismo, y ha pensado que República era ya un concepto malo. Igual debería pensar que EEUU, Francia o Alemania son repúblicas y no pasa nada. Es más, desde su postura, lo que realmente está haciendo, además de mostrarse como un cortesano, es impedir que sea la ciudadanía la que decida, si es que se plantea el dilema. Desde luego cada día hay más personas que ven en la monarquía un problema por la corrupción de Juan Carlos de Borbón o por los privilegios que tienen cuando muchas personas lo están pasando mal, pero de eso no se infiere que la mayoría de la ciudadanía votase en favor de la misma.
Es curiosa la forma de emplear el lenguaje, lo que determina la predisposición inconsciente del sujeto a exponer la negatividad del concepto que critica. Casado dice que llegaría “la” República, no “una” República. Este matiz es producto de que en su cabeza está visualizando a Quim Torra o Alberto Garzón que ayer mismo la defendían y al Borbón le denunciaban ante los tribunales. Comete la boutade que estamos analizando porque al hablar de República es “la República de esos tipos peligrosos”. El sistema republicano en sí ni es mejor ni peor sino va acompañado de los valores republicanos. Los cuales son plenamente democráticos. El republicanismo ha sido defendido tanto por personas de derechas como de izquierdas a lo largo y ancho del mundo. Una República, para conocimiento de Casado, defiende la libertad plena de la ciudadanía, la igualdad ante la ley y la fraternidad entendida como comprensión y justicia con los demás que son ciudadanos o ciudadanas todas. La democracia radical, el civismo o la defensa de la pluralidad son valores propiamente republicanos que no se entiende que Casado llegue a rechazar. Como lo defienden “los comunistas” ya no es válido para el presidente del PP, pues en su cabeza no caben cuestiones que no sean dicotómicas o antagónicas.
Tercera. Casado, además, sitúa a la República en lo problemático, en las revueltas, en la inestabilidad, todo ello producto de su propia incultura e ignorancia sin duda. Le han contado en FAES, o a saber dónde, que hubo una República que tuvo muchos problemas y violencia y eso ya lo asimila a cualquier República. Es tan simple que partiendo de una verdad a medias (son varios los factores que explican aquella inestabilidad) genera un mundo conceptual en el que no se adentra por no tener capacidad. ¿Si hubiese una república habría en sí inestabilidad? No. Ni más ni menos que la que existe en la monarquía actual. Porque no es que esta monarquía sea un mar en calma, sino todo lo contrario, en buena parte por no tener dentro los valores republicanos. Pero esto no lo puede saber Casado pues es un político, como otros y otras, que ni se ha “educado”, ni parece que le importe. Una clase política que se ha criado dentro de los partidos políticos sin más formación que tres o cuatro eslóganes o ideas mal concebidas, pero suficientes para la pelea interna y la acusación al enemigo político. Sin más valores que democracia es votar y los partidos son “empresas” de colocación.
Debería Pablo Casado estudiar un poco, callarse cuando no se sabe de qué se está hablando, y entender que los dirigentes políticos deben ser también pedagogos e inoculadores de valores democráticos y republicanos (aunque se esté en una monarquía parlamentaria). Y para ello hace falta preparación, prudencia y no lanzar odio contra los demás ciudadanos que no piensan igual que uno mismo. Podría haber dicho perfectamente que hoy en España no se dan las condiciones para una reforma constitucional que se pueda hacer mediante la deliberación (valor republicano), el diálogo, el acuerdo y la más alta consideración democrática y de respeto hacia los demás. La fraternidad republicana (y católica, por cierto). Demuestra con sus palabras Casado, no sólo ignorancia, sino capacidad de dirigir un país, salvo que lo quiera hacer desde el odio. Se puede ser duro y contundente en democracia pero nunca dejar de ser un verdadero demócrata.