El discurso del Jefe del Estado en referencia a los hechos ocurridos en Cataluña ha sido un verdadero despropósito. Jamás, ni siquiera en el 23F, la Monarquía ha utilizado un lenguaje tan beligerante. Ha hablado de conductas irresponsables, de deslealtad inadmisible. Hoy ha adoptado la posición intransigente del Partido Popular y de Ciudadanos. Sorprendente. Jamás se había visto al Jefe del Estado tomar partido a una parte de los españoles dejando fuera del mismo a los millones que no piensan como él.
El diagnóstico presentado por Felipe de Borbón coincide exactamente con el del Gobierno y el de Ciudadanos. Ha hablado de socavar la convivencia en Cataluña, pero no ha hecho ninguna mención al diálogo. El propio discurso lo que ha hecho ha sido socavar la propia convivencia en Cataluña echando más gasolina al fuego.
El papel de Felipe de Borbón y Grecia debe ser la de garantizar la unidad del territorio, es cierto, pero también la unidad de todos los españoles, de todos los catalanes, extremeños, andaluces, gallegos, vascos, castellanos, manchegos, canarios, murcianos, madrileños, asturianos, navarros, cántabros, aragoneses, valencianos, riojanos, ceutíes, melillenses o baleáricos. Hoy Felipe de Borbón ha dividido aún más porque, asumiendo el mismo papel del PP y de Ciudadanos, se fractura la sociedad.
La apelación a la unidad que ha hecho el Jefe del Estado está basada en la imposición y no en el diálogo y, precisamente por el puesto que ocupa, debe garantizar el respeto a uno de los principales pilares de la democracia: el diálogo y el consenso. Hoy las palabras de Felipe de Borbón han garantizado aún más la división y el enfrentamiento.
El apoyo directo que se ha hecho de las fuerzas de seguridad es, en cierto modo, una justificación velada de la violencia ejercida por las órdenes de los organismos dependientes del Gobierno del Partido Popular que no entienden más diálogo que el de la imposición porque va en su ADN y en sus orígenes. Por otro lado, el Jefe del Estado ha empoderado a los movimientos de la extrema derecha para realizar sus razias contra quienes no piensan como ellos. Muchos catalanes, independentistas o no independentistas, se habrán sentido abandonados por el Jefe del Estado, lo mismo que muchos españoles. Realmente, lo que ha hecho dar fuerza a los independentistas de cara a la proclamación unilateral de independencia. Con las palabras de Felipe de Borbón se sentirán con más fuerza para hacerlo y los dirigentes catalanes que tuviesen dudas se las ha disipado.
En otro orden de cosas, ha hecho un llamamiento al cumplimiento de la ley y de la Constitución como valores de la democracia. No ha hecho mención alguna de una posible reforma de la Carta Magna, una reforma que hubiera permitido al pueblo catalán, independentistas y no independentistas, el respeto de sus ideas a través del ejercicio democrático del sufragio. En España sólo se reforma la Constitución para perder soberanía no para defender y fortalecer la democracia.
El discurso del ciudadano Felipe de Borbón ha sido inoportuno, muy inoportuno. En todo el texto leído no se ha hecho una sola mención al diálogo, una sola mención a la voz del pueblo. En el siglo XXI, tras más de 40 años de democracia, no se puede hacer una propuesta a través de la imposición y sin mencionar el diálogo o el consenso que, con sus errores y aciertos, fue la base para la construcción de nuestro actual sistema político.
España no se merece un Jefe de Estado así, los españoles nos merecemos más, nos merecemos tener voz y que nuestra voz sea escuchada. Ahora más que nunca, es el momento de devolver la Jefatura del Estado al pueblo y proclamar la República.