España tiene una derecha que no merece. Cogen la linde, se acaba la linde y siguen hacia delante. Da igual el motivo si hay o no linde, siempre defendiendo lo indefendible o intentando engañar a ciudadano achacando a los demás lo que es culpa de que defienden con entusiasmo y bastantes eufemismos. Ayer el alcalde de Palos de la Frontera no tuvo mejor ocurrencia que mandar al médico al diputado de Más País, Íñigo Errejón, tras haber expuesto un problema sanitario grave que afecta a toda la sociedad española. Gracieta de lindero que intentó arreglar pero… siguió en la linde. Francisco J. Contreras, diputado de Vox, artífice del trifachito andaluz, también quiso su cuota de gloria respecto a las enfermedades mentales y acusó al diputado madrileño de la “muerte de dios”. Otro con su mentira, como se verá.
Carmelo Romero, el diputado del PP y alcalde, aunque mucho más conocido por su teleCarmelo (ver vídeo), se escabulló nada más proferir ese “¡Vete al médico!” que ha producido estupor en la sociedad y vergüenza en alguno de sus compañeros. Luego ha debido utilizar las redes sociales para pedir disculpas a Errejón y a las personas que padecen enfermedades mentales. Una disculpa, seguramente obligada por el escándalo, que sin embargo acaba con puyita al diputado de Más País porque el señor alcalde no puede dejar la linde. Tres mensajes que dicen lo siguiente: “Pido disculpas al señor Errejón por el comentario que he realizado en la sesión de control al Gobierno. Ha sido una frase desafortunada. En ningún momento ha sido mi intención referirme ni a los enfermos ni a las familias de las personas con enfermedad mental a quienes reconozco su dolor y a los que siempre he intentado ayudar desde mis distintas responsabilidades, como es reconocido por las distintas asociaciones de Huelva”.
No se refería a los enfermos o las familias pero sí que se refería a Errejón como ¿un orate? Es como un “disculpas por llamarte gilipollas aunque pienso que eres gilipollas”. Frase desafortunada pero opinión correcta. Ahí está la linde del señor Carmelo. El típico político de “usted no sabe con quién está hablando”; el típico alcalde (extensible a otras posiciones políticas) que se cree impune y no un servidor público; el típico pepero que cree que haciendo gracietas o insultando a los contrarios gana puntos con los jefes; el típico machito español que jamás sufre –salvo cuando le tocan la bandera, que ahí llora a lágrima viva-; el típico franquista reconvertido en pseudodemócrata a fin de cuentas –de hecho ha alabado a Franco en alguna ocasión-. Es un “lo siento, no lo volverá a hacer” lleno de falsedades y de incapacidad para ser responsable en la representación de la nación española.
Errejón ha matado a dios.
Más curioso es el caso del catedrático de la Universidad de Sevilla, el señor Contreras. Por curriculum no es un mangurrián como Romero, ni su crítica es un rebuzno estentóreo, sino una maldad intelectual. “Errejón, muy preocupado por los suicidios y porque la gente toma antidepresivos. ¿Qué esperabais, tras matar a Dios con regodeo?” ha dejado escrito en Twitter. El problema con este tipo de mensajes es que no se sabe si Errejón ha matado a dios o es una acusación ad hominem. No es falsa la muerte de dios en nuestras sociedades, de hecho se le viene matando desde Baruch Spinoza y su panteísmo (por poner una acotación). Y es cierto que el proceso de secularización, ya lo dijo hace más de un siglo Émile Durkheim, incide en los suicidios, no tanto por la muerte de dios como por la expansión del capitalismo como modelo de sociedad que causa la misma.
Esto último no lo reconocerá Contreras. De hecho lo viene escondiendo en sus obras ensayísticas todo lo que puede. Nadie puede impedirle defender con todo el énfasis del mundo los valores católicos –de hecho hay que preservarle ese derecho con sangre si hiciese falta-, nadie puede criminalizarle por mostrarse contrario al aborto –uno de los temas sobre los que más incide-, nadie puede negarle defender a Hayek o a Scrutton (que no son lo mismo aunque quieran hacer cambalaches ideológicos), pero sí podemos recriminarle que no señale a la izquierda como culpable ni de la secularización social, ni del atomismo social, ni de la muerte de dios. Él se dice liberal-conservador pero no quiere ver que en esa autoidentificación está la clave de la muerte de dios, de la que Nietzsche tan sólo fue notario. Su amado Kant –a quien ha dedicado alguna monografía- fue el inquisidor mayor del reino de la ideas contra dios. La autonomía que propugnó acaba con la heteronomía propia de quienes se guían por los valores propios de las creencias cristinas. También santo Tomás de Aquino con su empeño en la racionalización comenzó a socavar el suelo al ser, como ha reconocido el propio Contreras, padre del nominalismo que condujo al individualismo liberal.
Cierto que la izquierda socialista, y aún menos la comunista, no ha hecho nada por salvar a dios por haber cambiado la teología por una teleología de una sociedad futura mejor y más humana sin necesidad de dios, aunque no carente de valores. Cabe concederle a Contreras que la actual izquierda difiere bastante de esos postulados morales de gran relato, pero queda aún cierto comunitarismo, cierto sentido de sociedad orgánica –por contraposición a la sociedad atomizada o de agregación de individuos que es la liberal-. Cuando Errejón se preocupa por el suicidio y las enfermedades mentales está señalando al verdadero causante de esos males: el capitalismo. Porque el capitalismo, tal y como lo plantean Hayek, Popper, Von Mises, Rothbard y demás autores sumamente conocidos, necesita un campo sin ningún tipo de restricciones morales. Le valen todos los dioses siempre y cuando entren dentro del mercado. Y en el mercado la muerte del dios católico es producto de la oferta y demanda de otros dioses.
Pensadores como Rusell R. Reno (católico) o Alain de Benoist, que no son de izquierdas precisamente, y a los que se podría añadir con matices a Alasdair MacIntyre, no han dudado en señalar clara y concisamente a la verdadera Babilonia, el capitalismo, y su hijo como ideología dominante, el liberalismo. El pragmatismo liberal, que tanto gustaba a Popper, exige rechazar cualquier tipo de discurso que esté asentado en principios o normal morales –al no ser falsables-. Ahí es donde se le da la puñalada mortal a dios, no en un tabernáculo londinense. Quienes comenzaron la persecución y acabaron con dios no fueron peligrosos proletarios sino acomodados burgueses. Los cuales necesitaban para la expansión de sus negocios sociedades desvinculadas sin lazos humanos más allá de la mera agregación de personas. Eso señalaba Durkheim en su libro El suicidio o cuando hablaba de la anomía. Las sociedades han ido desintegrándose por la acción del capitalismo y allí donde quedan trazas del “orden tribal” –por utilizar el léxico de Hayek- hay menos suicidios que donde son las hay.
Teniendo razón el señor Contreras en algo, yerra con las culpas o señala a ciertos personajes por cuestiones de su propio inconsciente. No es lícito mentir o engañar cuando la realidad es la que es. Se puede entender que es complicado estar en misa (ser católico) y repicando (ser liberal en lo económico y político), pues lo segundo anula lo primero en el caso de la conformación de las sociedades occidentales (algo que ha señalado el papa Francisco I). Si hay que buscar culpables de la muerte de dios no vale señalar a los enterradores y dejar libres a los verdaderos asesinos. La debilitación moral e ideológica, transformada en mercadeo y exceso de lo políticamente correcto, no es un invento socialista, ni conservador, sino liberal. Algo que no aceptan ni los más acérrimos defensores del liberalismo porque son incapaces de ver cómo su propia ideología contenía, no tanto el sujeto de su destrucción, como el reverso tenebroso y antitético que jamás pensaron llegaría (esto fue denunciado por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI). La sociedad líquida es lo que el capitalismo y el liberalismo han buscado siempre como perfecto orden social. Un completo desagregado de individuos, alienados, hastiados y sin fines (políticos, sociales o morales). Con todos los medios que quieran pero sin teleología alguna. Lo que se pensaba como autonomía ha devenido heteronomía. De hecho sus propios compañeros de Vox, por mucho que se den golpes de pecho católicos, al final son portadores del martillo para los clavos del ataúd de dios.