Pasar, dejar pasar.
El acontecimiento.
Dejar pasar.
Las luchas que no se dieron nunca volverán.
Pasar, dejar pasar.
El acontecimiento.
Dejar pasar.
Sin la práctica cotidiana no hay nada que ganar.
Pasar, dejar pasar.
Otro acontecimiento que por el retrete se va.
Tras este malísimo homenaje a la recién premiada con el premio Nobel de Literatura, la poetisa Louise Glück, nada mejor que volver la vista a la cruda realidad de las batallas estériles, de las peleas pueriles y el mundo de la partitocracia. Mientras miles de personas caen enfermas cada día, unos cuantos millones viven en un sinvivir por la peligrosidad del virus y, esperemos, las menos buscan ya entre sus pertenencias las monedas del barquero la judicatura ejecuta de manera perfecta la cláusula de la clase social. Entre otras cuestiones porque desde el gobierno clasista de la Comunidad de Madrid se había dejado todo dispuesto para que pudiese colarse el juez y derribar todo intento de establecer medidas sanitarias justas e imparciales. En el otro lado del escenario el ministro de Sanidad, Salvador Illa, aparece con cara de… (pongan el término que prefieran aunque sale de dentro decir gilipollas), sin explicarse por qué se han rechazado las medidas propuestas. Ya se advirtió al ministro que con sociópatas no se puede tratar, ahora cabrá añadir -algo que si fuese socialista y no socialdemócrata sabría- que en medio de una lucha de clases, la clase dominante actúa como tal.
Hoy, mañana o pasado verán cómo políticos, cronistas de lo evanescente, amanuenses y todólogos con “sentido de clase” hablan y no paran sobre medidas clasistas, sobre si los barrios de clase trabajadora sí pueden ver limitadas sus vidas y demás peroratas de “izquierdista de manual”. Como en el malísimo intento de poema del comienzo, las batallas que no se dieron nunca volverán, ni se podrán ganar tras la derrota. Retorcer la realidad lo harán porque de eso viven todólogos y políticos, pero por mucho que se empecinen lo que pudo ser ya no será. La batalla se tenía que haber dado en su momento cuando se reprimió con saña a la clase trabajadora, pero decidieron, medrosos, echarse para atrás. Hoy un juez y una presidenta de Comunidad se han reído de ellos en su propia cara. Se indignarán pero nada harán porque al final la pusilanimidad aflora por todos sus poros… y por sus bolsillos porque se han construido una imagen de revolucionarios, de izquierdistas, de “comefascistas” que queda en nada cuando hay que afrontar una lucha que puede privarles de sus lugares de “privilegio”. ¡Haciendo la revolución no se venden libros!
Isabel Death Ayuso, más bien sus asesores, han demostrado que conocen mejor que el Gobierno y los amanuenses los entresijos del sistema. Saben engañar para ponérselas como a Fernando VII a la judicatura. Tienen los mismos intereses, no sólo de clase en sí, sino políticos, culturales y económicos. Un acontecimiento perdido cuando las masas estaban dispuestas a dar la batalla en toda la Comunidad de Madrid pero que los expertos revolucionarios e izquierdistas atemperaron y dejaron en nada como en otras ocasiones. ¿No se han dado cuenta que salvo dos o tres columnistas despistados ya nadie de la caverna habla de golpe de Estado, de involución, etc., respecto al Gobierno? Han verificado que son mansos y que en la lucha buscan no salir de sus zonas de confort. Los partidos de la oposición en Madrid sacarán muchos memes y comunicados llenos de furia cuya tinta acabará borrada por lágrimas de risa de sus oponentes. Papeles que se los llevará el viento y acabarán en el vertedero de oportunidades perdidas. Y van…
Lo que sí daría miedo a la clase dominante sería una Huelga General, de momento, en la Comunidad de Madrid. Sólo entran en pánico cuando es su bolsillo el que sufre. Cuando es su posición la que se ve enfrentada. Cuando todo su universo simbólico deja de estar tapado por el telón de la opereta política. Y una huelga general indefinida les asustaría bastante más que dos tuits de un cargo político muy enfadado. Y quien dice huelga general, dice cualquier otro mecanismo de combate que realmente les haga entrar en razón. Porque si algo ha demostrado la historia es que la clase dominante y sus partidos (de derecha a izquierda) sólo recapacitan cuando se levantan las masas de las clases subalternas. Y fíjense que personal para apoyar esa huelga hay de sobra: sanitarios; trabajadores en precario de todas las ramas productivas; trabajadores amargados y explotados por el teletrabajo; trabajadores de los servicios que se exponen sin derecho alguno al virus todos los días; trabajadores que van hacinados en los vagones del metro; trabajadores a los que privan del tiempo libre mientras ven cómo en la acera de enfrente se toman cervezas por clasismo; personas que ven cómo fallece un familiar porque en los centros de salud no les cogen el teléfono; maestros, profesores y estudiantes que tienen miedo a entrar en clase (por el virus o la pulmonía); autónomos a los que esta crisis les ha hecho ver que los políticos sólo piensan en los grandes empresarios; y así hasta sumar a casi todas las clases productivas.
Una buena huelga con sus cortes de carreteras, con las televisiones fundidas a negro, demostrando que ante medidas de corte clasista hay una clase trabajadora, con sus fracciones y sus contradicciones internas, que está ahí, presente, dispuesta a la batalla. Enterraron el 15-M utilizando la misma táctica que con mayo del 68, igual porque los protagonistas se querían dejar lisonjear. Lo que se cuece hoy en día es más que una protesta de febril de entrada en la madurez, es una lucha por la vida en muchos de sus aspectos (vitales, económicos, sociales y políticos). Y sólo cuando la clase dominante vea que sus privilegios se ven realmente disputados reaccionarán o se los llevará la historia por delante. Cuando mañana no puedan tomar café, cuando no puedan llevar a sus hijos al colegio, cuando sientan el miedo a perder en sus carnes, entonces y sólo entonces se podrá hablar de aprovechar el acontecimiento. Están tan envalentonados que no dudan en pisotear al de abajo, en quitarle los paupérrimos derechos que había logrado con sangre y lucha.
El problema ¿quién decide dar fuerza a esa lucha ya que sujeto de acción existe? ¿Los partidos políticos? Quia, están a lo suyo. A sus cosas de políticos profesionales más pendientes de lo inmediato mediático que de la realidad de la lucha. ¿Los sindicatos? Igual alguna esperanza podría haber pero caben dudas. Están ante una gran oportunidad e igual podrían aprovecharla. ¿El movimiento asociativo? Posiblemente. Especialmente aquellas que no son garrapatas de las subvenciones y servicios del Estado. El problema, de verdad, es que todas las organizaciones de distinto tipo que deberían llevar años luchando en el día a día, dejaron de hacerlo en busca de lo meramente institucional-mediático. La no imbricación con las clases subalternas; la carencia de una cultura de izquierdas; la inexistencia de una lucha en la teoría asumiendo toda la ideología dominante como verdadera; la desvertebración y aislamiento de las distintas fracciones de la clase trabajadora… son todas ellas causas de haberse rendido a la clase dominante. Mientras se vivía bien todo eran risas, gracietas y memes, hoy, cuando no sólo la vida, sino la misma forma de existencia está puesta en entredicho, no hay nada cuando debería haber todo. Otro acontecimiento que se deja pasar…