Albert Camus siempre defendió la rebeldía como mecanismo del ser humano para avanzar en la consecución del bien común (El hombre rebelde, Alianza Editorial). Hoy esa rebeldía queda reflejada en Juan Lobato y su no plegarse a los dictados de la dictadura instaurada en el PSOE por el sanchismo. Ahí tienen a los palmeros paniaguados de la prensa y a los sugus, debidamente orientados por la cúpula de Ferraz, calificándole de traidor cuando en realidad lo único que ha hecho es rebelarse de manera camusiana. Eso «¡No, por ahí no paso!» que ha resonado hasta en las profundidades del sistema sanchista y que ha dolido por ser un secretario general de la misma “federación” que su sanchidad.

Esa rebeldía de Lobato, quien en su momento no supo rodearse y tragó con lo peor que puede ofrecer el PSOE-M, es la lucha de miles de afiliados del PSOE que no son complacientes con el sanchismo y que llevan unos años sufriendo persecución por parte de las hordas alentadas por Santos Cerdán y sus esbirros sanchistas. Miles de militantes que han visto cómo Pedro Sánchez y Félix “Lavrenti Beria” Bolaños les arrebataban la democracia interna, la misma posibilidad de expresarse, de ejercer la libertad de pensamiento o de poder competir “electoralmente” en el interior del partido y en el exterior. Muchos han sufrido procesos de depuración y expulsión del paraíso sanchista, otros abandonaron asqueados y muchos de los que han permanecido se ven sometidos a la vigilancia y la delación de las tropas sanchistas.

Lobato está sufriendo un “Tomás Gómez” alentado, dentro de Madrid, por los mismos que le cambiaron la cerradura al ex-secretario general del PSOE-M. Las huestes de tanto Rafael Simancas como Miguel Arranz están moviendo sus piezas para trasladar a la prensa y a quien quiera oír que lo realizado por el actual secretario general del PSOE-M es un grave acto de traición y, por ende, es necesaria su purga total por actuar de forma, a toda vista, legítima —por tratarse de los trileros mayores del reino— y legal —siendo alto funcionario del Estado conoce perfectamente la legislación—. Todos esos que filtran a la prensa el desasosiego, la frustración y la traición de Lobato —quienes le alababan hace un par de semanas, por cierto, porque son así de arrastrados— se entregan a la deshumanización y la persecución del dirigente madrileño a la espera de rascar algo, aunque sea estar cuatro años más en la oposición llenando su cuenta corriente sin hacer nada.

No se lo han cargado ya porque la misma ley que protege a Sánchez, y que él impuso para que nadie le echase, protege a Lobato. Eso sí, esta rebeldía puede ser el despertar de la FSM, de esa federación que no se callaba ni debajo del agua, que era un remanso de democracia, de disputa ideológica (y por cargos, no hay que mentir) y de no venderse por cuatro mendrugos de pan. Una federación que era capaz de proveer al partido de cuadros y dirigentes cualificados y con amplia experiencia profesional o cuadros cuajados en las asambleas del partido sin lamer el culo del jefe de turno. Esas federaciones que fueron laminadas (salvo la asturiana) por José Luis Rodríguez Zapatero —el ideólogo y machaca en la sombra del sanchismo, aunque éste carece de ideología en sí— para contentar a los cuatro nacionalistas amargados que pululan por algunas federaciones.

Militantes sin voz y sin capacidad de actuación ven con cierta simpatía la rebeldía de Lobato. Solo hay que pasarse por los foros, los pocos que van quedando, del no sanchismo existentes en el PSOE para darse cuenta de lo que se comenta más arriba. Les han arrebatado la voz y la democracia por el empuje de masas embrutecidas que pensaron que Sánchez y su banda de ladrones —por utilizar la reflexión de san Agustín— eran los defensores de la clase trabajadora. Esa clase que hoy es repudiada por el ejecutivo monclovita, como lo es esa clase media a la que se está empobreciendo siguiendo las órdenes de la coalición dominante. Dicho con las palabras de Christophe Guilluy, los desposeídos en la actualidad.

Y no Sánchez solo está a lo que mejor le convenga a Sánchez y su grupo de amigos-coaligados en el mal. Esas masas, que carecen de visión, comprensión y capacidad analítica siguen persiguiendo a los militantes discrepantes y ahora se han lanzado contra Lobato, quien no deja de ser un símbolo de esa rebeldía propia del PSOE de toda la vida, cuando se podía pensar algo distinto a lo que expresase el dirigente máximo. Cuando dar palmas a lo que dijese el secretario general estaba mal visto. Donde las intervenciones en los comités federales solo podían ser en sentido crítico a los expresado o ejecutado por la ejecutiva/gobierno. Zapatero y José Blanco —el padre político de todos los que hoy conforman el sanchismo— pusieron la primera piedra contra al democracia interna, el sanchismo es el último paso para tener un partido de pagacuotas, focas aplaudidoras y lamedores del dirigente máximo.

Se han lanzado con excesiva fiereza contra Lobato e igual lo que provocan es una reacción en cadena, porque ya existe cierto hastío en muchos militantes frente a la dictadura sanchista. No podrá ser en el 41º Congreso federal porque van palmeros y pelotas, pero en los congresos regionales no habría que descartar algún tipo de revuelta. Más si cabe cuando el sanchismo está podrido por la corrupción de los fontaneros y de la esposa, por no hablar de la mayor corrupción que viene soportando el otrora PSOE, la corrupción moral. Igual la rebeldía de Lobato supone la chispa de la rebelión mayor. Cuando se lleva a las personas a una opresión enorme la respuesta puede ser sangrienta. Que se anden con cuidado muchos porque esos militantes sojuzgados han tomado buena nota de quienes son copartícipes y/o coadyuvadores de la dictadura de Sánchez.

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