El boom inmobiliario en Andalucía no solo se cobró víctimas mortales entre los desahuciados que perdieron sus casas, también entre los trabajadores que durante esos años de ladrillo y frenesí fabricaron a destajo las encimeras de las cocinas y baños con un peligroso mármol aglomerado de cuarzo. Con el tiempo se ha demostrado que ese material es altamente tóxico, hasta tal punto de que provoca silicosis a quien aspira el polvillo de sílice en suspensión. Según los estudios científicos el mineral, tras ser inhalado, causa heridas internas en los pulmones que pueden llegar a ser mortales. Micropartículas como cuchillos que rajan por dentro los tejidos más sensibles del sistema respiratorio humano. En 2012 Comisiones Obreras presentó un estudio alertando de que al menos 700 trabajadores andaluces (el 15 por ciento de los 5.000 empleados del sector) padecían esta enfermedad. Hasta 35 personas pudieron haber muerto a causa de una dolencia de la que nunca, hasta hace unos años, se había hablado en España.
En 2014 uno de los afectados consiguió que se abriera una inspección contra la empresa Cosentino, líder en la fabricación de este tipo de equipamiento de cuarzo. El trabajador aquejado de silicosis presentó una denuncia ante el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y este departamento concluyó que en la época en la que el empleado prestó sus servicios en la compañía, y hasta el año 2002, la fábrica era una nave única en la que quedaba “interconectada la zona de almacenaje de materias primas a granel con el resto de la planta”. Esta distribución de la factoría provocó que “se vieran afectados los trabajadores por grandes concentraciones de polvo de sílice en el ambiente debido a la ausencia de medidas de protección colectiva y a la falta de equipos de protección individual” que no fueron facilitados a los empleados de la empresa, según la denuncia que obra en poder de Diario16.
A partir del año 2002, cuando empezaron a detectarse los primeros casos de silicosis del mármol, Cosentino cambió el proceso productivo de Silestone –su gran marca y primera apuesta para cocina y baños– y optó por la “eliminación de los focos de emisión, aislamiento del proceso, instalación de un sistema de ventilación industrial y uso preceptivo de equipos de protección individual por parte de los trabajadores”, tal como figura en el acta de inspección del Ministerio de Trabajo.
Se trata de un polvillo compuesto por micropartículas cristalinas como cuchillos que rajan por dentro los tejidos más sensibles del sistema respiratorio humano
De la denuncia se desprende que Cosentino no se preocupó por la salud del trabajador mediante reconocimientos médicos periódicos ni le ofreció equipos de protección contra las partículas en suspensión. Sin embargo, y a pesar de que tales supuestos incumplimientos de la ley de seguridad e higiene en el trabajo podrían acarrear infracciones “muy graves”, los hechos a día de hoy “están prescritos”.
La inspección que llevó a cabo el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social en el año 2002 terminó en un acta de infracción por “superación de valor máximo permitido de concentración de polvo con contenido de sílice (0,05 miligramos por metro cúbico) previsto en la orden de 16 de octubre de 1991, por la que se aprueba el Reglamento General de Seguridad Minera. Santiago Alfonso, director de comunicación de Cosentino, rechazó pronunciarse sobre el acta de inspección por enfermedad laboral abierta a la empresa, y aunque reconoció que se han detectado casos de trabajadores afectados por la silicosis del cuarzo recordó que “aún no hemos sido condenados judicialmente por ninguno de ellos”. Además, aseguró que “da la sensación de que alguien quiere remover cosas del pasado que ya estaban cerradas”.
Desde el año 2012 los sindicatos vienen denunciando con contundencia lo que sucede con los trabajadores de este sector estratégico andaluz. El mármol en sí mismo contiene una proporción de hasta un 30% de sílice, mientras que las planchas de productos como el Silestone pueden acumular hasta un 70 y un 90 por ciento de este compuesto tóxico.
Pocos ciudadanos saben que las encimeras que disfrutan muchas casas españolas están aquejadas de ese mal que ha envenenado a los trabajadores del sector. El aglomerado de cuarzo puede ser un producto peligroso si no se manipula con las correspondientes medidas de protección, tal como denuncia la Asociación Nacional de Afectados y Enfermos de Silicosis (ANAES), pero en la época del “ladrillazo” todo valía con tal de construir mucho y rápido.
El informe de Comisiones Obreras ha revelado que el polvo flotante se alojaba en los pulmones de los operarios, produciéndoles un daño irreversible cuyos síntomas solo aparecen con el tiempo. En algunos casos, trabajadores en el paro o que actualmente se encuentran en una empresa distinta han sido diagnosticados por el mal de la silicosis. Algunos de ellos ni siquiera sabían de qué enfermedad les hablaba el médico.
Y si se trata de una intoxicación masiva, ¿por qué no se denuncian en el juzgado todos los casos registrados? Raúl Carballedo, abogado de los afectados, aseguró a la revista Interviú que el miedo impide a muchos de los enfermos llegar a los tribunales. “Nunca he visto tanto miedo a denunciar. Hay afectados que dicen que sin Cosentino la comarca de Macael estaría muerta y pueblos como Serón desaparecerían sin remedio”. La extinción de la acción penal –la enfermedad tarda un tiempo en aparecer y para entonces todo está prescrito– y las fuertes indemnizaciones que las empresas ofrecen a las víctimas a cambio de guardar silencio hacen el resto.
El problema de la silicosis del mármol ha adquirido tintes de pandemia y hasta la Junta de Andalucía se ha visto obligada a editar un protocolo sanitario de actuación, el conocido como PISA (Programa Integral de Silicosis de Andalucía): “En los últimos años se ha asistido, tanto en España como en Andalucía, a un aumento del número de casos de silicosis, concretamente en el sector específico de corte, tallado y acabado de piedra derivado de la manipulación de aglomerados de cuarzo sin la adopción de todas las medias preventivas y de control del riesgo necesarias”. Por lo visto en los años de la burbuja inmobiliaria nadie vigilaba nada; hoy todos ponen paños calientes a la tragedia o directamente se lavan las manos.
Y mientras tanto, a la silicosis se une otra consecuencia añadida: la contaminación que puede generar la industria del mármol, principal motor económico de la zona. Las canteras almerienses de Macael, con más de 6.600 hectáreas de superficie, proveen de piedra a las empresas del sector. Durante la etapa del gobierno socialista se ordenó limpiar toda la zona y se prohibieron los vertidos ilegales. No obstante, este diario ha tenido acceso a un reciente vídeo obtenido por particulares en el que aparece al menos un camión arrojando supuesto material de desecho. Al igual que la silicosis, tampoco parece importarle a nadie.