Este mismo año ha visto la luz una obra del politólogo Ignacio Sánchez-Cuenca titulada La superioridad moral de la izquierda (Lengua de trapo) donde detalla, con perspicacia, los que supone para las personas que se consideran de izquierdas los valores éticos y morales. Como afirma en la introducción: “Las ideas de izquierdas son superiores a las de derechas precisamente porque beben de principios morales más potentes” (p. 2). Porque la izquierda “busca eliminar toda forma de opresión, explotación e injusticia, de manera que todas las personas tengan medios materiales y sociales para desarrollar sus capacidades, autorrealizarse y vivir en libertad” (p. 3). Al fin y al cabo, dice Sánchez-Cuenca, la política es para las personas de izquierdas un “proyecto de trascendencia”. Todo ello implica una firme moral y ética que si bien, en muchas ocasiones, provoca desunión en el seno de la izquierda, empero es una verdadera marca de vida.
La dimisión del ya ex-ministro de Cultura y Deportes, Maxim Huerta, ha puesto en valor esa superioridad moral que ostenta la izquierda. A muchas personas les puede haber parecido exagerado que dimitiese por una irregularidad fiscal, o contabilidad creativa, de hace unos años. En parte, como ha hecho el propio Huerta al abandonar el ministerio, se culpa a los medios de comunicación y a la oposición de generar una “jauría” contra el ex-ministro por algo que ya pasó, y con lo que cumplió. Rafael Hernando en su momento llamó “hienas” a quienes seguían a Rita Barberá por sus relaciones con corruptos y corruptelas. Los políticos, da igual el tiempo que lleven, tienden a ver agrupaciones de animales persiguiéndoles. Sorprende más las palabras del ministro pues proviene de la profesión periodística y participa en programas de “jaurías y amarillismo” precisamente. Pero bueno cuando le toca a uno directamente parece que hace menos gracia que cuando se está en un plató.
Dejando de lado esto, que no deja de ser anecdótico y chusco, el ex-ministro de Cultura ha debido dimitir no por persecuciones, ni porque lo que realizó sea un delito, que no lo es, sino porque es una afrenta a los principios que defiende la izquierda. A diferencia de la derecha, en la que los recovecos, las contabilidades creativas y las ingenierías financieras están a la orden del día, en la izquierda todo eso está mal visto. Y no porque a causa de ser de los de abajo, de ser el pueblo, de ser clase obrera, eso no lo puedan hacer por no disponer de capital suficiente, sino porque hay valores superiores que impiden hacerlo. Al menos si se es realmente de izquierdas, no sólo apariencia. Y esto, por estar separado de la política de partido, parece que no lo entendía Maxim Huerta. No es que haya robado, ni sea corrupto no, es que al detraer esos recursos laborales de la caja común de la ciudadanía, se pierden recursos para Educación, Pensiones, Cultura y demás políticas públicas encaminadas a lograr una equiparación entre las personas. La garantía de los medios materiales y sociales de los que hablaba Sánchez-Cuenca. Si se cuela un sofá, o la casa de la playa como gasto empresarial para no pagar IRPF, alguien está perdiendo algo en el extremo de la pobreza, la desigualdad y la solidaridad.
Si ayer España se alegraba por tener un gobierno solidario y humanitario que se disponía a acoger al barco Aquarius, hoy tendrían que estarlo porque un ministro, pese a sus numerosas dudas mañaneras, dimite por un error que ponía en quiebra esos valores superiores de la izquierda. Más cuando el propio presidente del gobierno admitía no hace mucho, como consecuencia de la paralela que le hizo Hacienda a Juan Carlos Monedero, que él no consentiría a nadie a su lado que tuviera una empresa para pagar menos (ver vídeo). Pedro Sánchez no es que marcase la línea ética, es que defendía unos valores superiores en aquel momento, como hoy. Aunque Adriana Lastra haya dudado de esos mismos valores en su comparecencia en el Congreso de los Diputados.
Una dimisión que se une a todas esas que en España marcan la ética. Guste o no, Monedero dejó sus cargos (no su actividad política, como es lógico), Huerta deja el cargo y seguirá con su vida, Antonio Asunción también dimitió sin tener realmente culpa de la fuga de Luis Roldán. Todos ellos casos de gentes de izquierdas con valores superiores. O, en otro sentido, el abandono de la política por parte de Luis Gómez Llorente por saber que el felipismo tendría que hacer la revolución burguesa que no se había hecho en España. Los “diputados del No” también mostraron que ellas y ellos no pasaban por el aro de plegarse ante la derecha, como los diputados socialistas que se negaron a votar la reforma del artículo 135. Siempre es la gente de izquierdas la que hace gala de elevación moral. Y la dimisión del ministro es una prueba más de que para alguien de izquierdas hacer trampas contables perjudicando a la mayoría es moralmente reprobable. Todos esos que ayer salieron a pedir dimisiones ya saben que el listón es el que ha marcado la izquierda, veremos si son capaces de estar a esa altura.
No, no lo veremos en la derecha.