Se dicen liberales pero en cuanto se descuidan y sacan lo que hay en el fondo aparece las sombras negras del pasado. La “tarjeta-Covid” propuesta por la presidenta de la Comunidad de Madrid, del Partido Popular cabe recordar, no sólo machaca todos los principios liberales sino que viene a ser un símbolo de opresión a una serie de personas por haber sufrido una enfermedad. Señalar a un grupo de personas por enfermas, por raza o por religión ya se ha hecho en el pasado, no tan lejano como para haberlo olvidado, y llevó al campo de concentración, la cárcel o la pira de fuego purificador. El gobierno nazi, como el fascista, ya expulsó de la sociedad a los enfermos –a los que consideraba como tales (incluyendo homosexuales también)- o a los que señalaron como seres de raza inferior a la aria.
Algo así es lo que pretende hacer Isabel Díaz Ayuso con su “tarjeta-Covid”, señalar a los enfermos, a los que han pasado pruebas, a cualquiera que pasa a ser considerado como un apestado y por ello debe ser expulsado del mundo de los demás seres. Seres que son considerados puros y perfectos para la convivencia feliz y armoniosa de la sociedad perfecta. Tanto tiempo señalando al PSOE, Más Madrid, Podemos o IU como totalitarios, como enfermos del colectivismo y resulta que IDA acaba recurriendo a mecanismos totalitarios para excluir a parte de la sociedad para que no formen parte de las acciones colectivas. Según la nota de prensa de la Comunidad de Madrid, la susodicha “cartilla-nazi” se crearía “con la idea de que quede reflejado si la persona ha pasado la epidemia, tiene anticuerpos, se ha hecho PCR o ha tenido acceso a otras pruebas”.
Véase por partes las frase porque es terrorífico lo que se dice. Primero, si la persona ya ha pasado la enfermedad –como supuestamente sucede con la presidenta madrileña- para qué tiene que avisar que lo ha pasado si ya no posee el bicho dentro. Sólo cabe el señalamiento a esa persona como apestada y, por ende, excluible del mundo social. Segundo, si alguien ha pasado las pruebas PCR y han dado negativo por qué tiene que ir enseñando que es negativo; por qué se toma lo que puede ser producto de su trabajo –personal sanitario o futbolista, por ejemplo- como un motivo de sospecha. Esto recuerda a tener carnet de socialista o comunista en la Alemania nazi como justificación para ir a la cárcel –si se era más o menos conocido- o al campo de concentración. Lo mismo ocurre con los test rápido –que se supone es lo que quieren dar a entender con “otras pruebas”-, sólo pueden servir como señalamiento. Ahora bien, todas esas personas que no se hayan hecho las pruebas (PCR o test) pues ni han tenido síntomas, ni han estado cerca de personas enfermas, ni en su trabajo se hacen ¿por qué se las excluye de la vida social? ¿Por qué se las considera sospechosas y, por ello, eliminables de lo social? Lo dice con toda la cara del mundo IDA: “Ahora la clave también pasa por que todas aquellas personas que no contagien puedan seguir con una vida normal y extremar las precauciones sobre los vulnerables”. Si usted es pobre, pensionista, menor de edad queda excluido del mundo social. Eso sí, para ir a trabajar –si no les han hecho pruebas, salvo en un principio- puede ir en el metro atestado y con sudoraciones varias que pueden llegar a contagiar.
Lo curioso es que personajes, como el portavoz del PP en la Asamblea de Madrid, Alfonso Serrano, que tienen dos dedos de frente más que IDA acaben apoyando esto con furor. Tanto como para permitirse el lujo de aconsejarlo como medida estándar para toda España o el Mundo. “¡Viva el totalitarismo!”, les ha faltado decir. Llevan desde que llegaron al poder diciendo que la libertad individual debe ser el principio fundamental de su gobierno. Que la libertad individual se debe respetar hasta el punto de que, cuando el gobierno estaba viendo si utilizar los móviles para que las personas se pudiesen mover por zonas Covid-cero, clamaron diciendo que eso no era más que un intento dictatorial de control de las personas. La realidad, que suele hundir a las teorías construidas sobre un suelo falso, acaba por demostrar que el totalitarismo está mucho más en el PP que en el PSOE. Esos aromas a excluir a los enfermos potenciales son muy nazi. Eso de las cartillas de control tiene aroma a las arbeitsbuch del régimen hitleriano. Realmente la “cartilla-Covid” es una recuperación del marcado nazi “Gemeinschaftsfremde” (Ajeno a la comunidad). Todo el liberalismo se va por el retrete en cuanto se rasca un poco.
Y ¿qué dice la oposición? Que le parece mal. Ya está. No esperen nada más. Ángel Gabilondo –mientras se debate entre si esto es dialéctico o no y supone algún tipo de contradicción (su tesis era sobre Hegel, aunque se tiene la imagen de exceso de Kant)- pide que lo explique en la Asamblea. Debe ser para debatir hasta el final de los tiempos pero en clara conexión con la teoría de acción comunicativa de Habermas. Vamos debatir por debatir. En IU dicen lo siguiente: “IU Madrid plantea que los informes científicos no respaldan la medida, al no estar garantizada la inmunización por superación de la enfermedad. Además, según la organización, la presidenta autonómica parece confundir las pruebas PCR con vacunas, lo que puede conducir a un aumento de los contagios y la transmisión por personas que bajen la guardia al dar negativo en un test”. Algo más que Gabilondo, pero sin ir al núcleo principal de la propuesta. No es la sanidad sino la libertad lo que está en juego. Es señalar a cualquiera para que no vaya a ciertos sitios y así los “borjamaris” tengan la exclusiva (aunque no se les ve mucho de ir a museos). Es señalar al pobre. Es excluir al otro tanto como para echarle de la sociedad. Es proponer cosas totalitarias para los demás, para los que no son como ellos y ellas, para las clases subalternas. Y frente a esta oportunidad la oposición responde con arañazos de bebé. ¡Si es que no hay izquierda en Madrid!