En esta cuestión no hay diferencias partidistas destacables. Da igual que el gobierno sea un trifachito, una coalición de la izquierda, del PP en solitario o del PSOE sin nadie más, la inoperancia y la inutilidad están a la orden del día por igual. A menos de un mes escaso para que comience el curso escolar la práctica totalidad de los gobiernos autonómicos aún no saben a ciencia cierta –y lo de ciencia cierta se revela como una necesidad y no mera retórica- cómo comenzará, ni con qué medidas de seguridad sanitaria eficaces, ni con infraestructuras suficientes para que la salud y la vida de las hijas e hijos de los españoles estén salvaguardas. Chapuza tras chapuza, previsión tras previsión, todas las consejerías de educación, las de sanidad y las de “moñadas diversas” tienen seguridad plena sobre el comienzo del año escolar y la convivencia con una pandemia que, pese a que supuestamente el calor provocaba menos peligro, está disparada. Numerosos casos debido a la manga ancha de los gobiernos -¿se puede decir del capital?- y a la irresponsabilidad individual, pero que puede ser una bomba nuclear en cuanto se abran los centros educativos.
Cuando comenzó la pandemia, allá por febrero-marzo, pilló desprevenidos a todos los gobiernos regionales y al estatal también. No hubo consciencia de la magnitud vírica y destructiva del Covid-19 (se sabe que la RAE pide que se diga “la Covid-19”, pero justo tienen que feminizar un mal cuando tienden a masculinizar todo, por eso se sigue con “el Covid-19”), pese a las advertencias de la OMS y viendo lo que pasaba en Italia, hubo relax. Luego las medidas, las compras y demás necesidades de primer orden se tomaron a salto de mata. Algo disculpable en vista de estar confrontando algo nunca visto. Bien es cierto que algunas comunidades eligieron hacer casi un genocidio en las residencias, mientras otras intentaron evitarlo en todo lo posible. En unas comunidades las infecciones fueron mayores y más extensas y en otras más livianas.
Hoy ya tienen experiencia en todos los gobiernos regionales y no valen excusas. No vale decir como hace el sinsorgo Pablo Casado que al gobierno se le ha ido de las manos cuando no es responsabilidad principal suya desde el fin del estado de alarma. Pedían, incluso con manifestaciones, en la derecha que les dejasen las manos libres para decidir por sí mismos y mismas la gestión. Pedro Sánchez debía dar dinero fresco y callarse y no inmiscuirse. Hoy ya se está viendo que el mando central igual no era tan mala idea con el aumento enorme de casos positivos y la cancelación de viajes desde todo el mundo. Se está intentando salvar el capitalismo antes que a las personas –esos vagones de metro atestados son el ejemplo más claro- y como llevan décadas de destrucción de empleo de calidad, entregando todo al sector servicios –especialmente el turismo- se han dado cuenta que con los “nacionales” no basta para cubrir los gastos. Entre otras cosas porque la mayoría de familias españolas están tiesas. Ni se está salvando la economía, donde tienen la culpa se reparte por igual a unas y otros, ni hay preocupación por las personas.
Lo peor de no querer saber nada de la salud de las personas de los gobiernos autonómicos es que se descuida a quienes no tienen capacidad propia para la supervivencia. La mayoría de sociedades, por tribales que sean, suelen proteger a sus descendientes porque son el futuro grupal, salvo la española. Da igual que sea el “republicano de la identidad” Quim Torra, que el “a mí no me pregunten de eso” Juan Manuel Moreno Bonilla, pasando por Javier Lambán –que tiene Aragón al borde de la extinción-, o la incalificable (o excesivamente calificable) Isabel Díaz Ayuso, todos y todas están poniendo en peligro a los descendientes en favor de la economía. Y si antes tenían la excusa del desconocimiento, hoy saben perfectamente lo que se hacen. Sin medidas efectivas y reales a un mes de llevar a las chicas y chicos al colegio, instituto o universidades; con profesores que a día de hoy realmente no saben qué se encontrarán y que están tan expuestos como los menores; sin estructuras suficientes para dar espacio y que no haya contagios por sobreexposición; y sin saber si comenzarán las clases. Con un problema añadido, mientras estuvo el confinamiento muchas personas se vieron obligadas a no trabajar, pero ya no habrá más confinamientos –hay que salvar la economía capitalista- y nadie podrá quedarse con los menores. Salvo que quieran generar más desempleo porque haya madres (principalmente madres a las que se sigue cargando los cuidados de forma patriarcal -¿te has enterado Echenique?-) o padres que decidan no trabajar para proteger a sus descendientes y sus ascendientes (tampoco se puede cargar a las personas mayores con esa responsabilidad). El sistema capitalista está montando de esa forma para funcionar. Las crías humanas se dejan en instituciones públicas –no vamos a desarrollar para que la ideologicen en el sistema- para que los ascendientes puedan trabajar, ganar dinero y consumir. Si se rompe ese ciclo –y aun existiendo- viene la pobreza y el hambre.
Algunas comunidades tienen proyectos que no saben si podrán poner en funcionamiento. Otras esperan a que la luz venga a sus cerebros para ver si dan con la idea genial. En general, a un mes de la vuelta a las aulas, no hay planes y los que existen están tan cogidos por alfileres que dan más miedo aún. La improvisación cuando se tiene la responsabilidad muestra la inutilidad de personas que dicen representarnos. Lo fácil era cerrar los centros educativos y que las familias cargasen con la educación y el cuidado. Hoy cuando eso no es posible, no hay plan alternativo que proteja la salud de los menores realmente. Que puede haber contagios sí, pero si leen los planes presentados, donde se han presentado, es para no llevar a la chavalería al colegio. Y lo peor es que cuando se han criticado los planes, ¿verdad señor Imbroda de Ciudadanos?, los consejeros y consejeras se hayan puesto muy dignos diciendo que si los padres y madres no llevaban a los niños y niñas estarían cometiendo un delito y una irresponsabilidad. Encima quieren que los padres y madres sean corresponsables de la infección, y quién sabe si muerte, de sus propios hijos e hijas. A derecha o izquierda no hay más que improvisación, pero eso sí, mejor tener entretenidas a las masas con repúblicas imaginarias (en España o Cataluña), con corridas de toros y con los supuestos escarceos amorosos, y paso por el sofá, del vicepresidente segundo. Siguen nutriendo a las personas de alimento espectacular y a un mes para llevar a nuestras hijas e hijos al colegio nadie puede asegurar que vuelvan con vida.