Muy confiados andan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias respecto a la opinión de sus bases como para andarse con unas no-negociaciones respecto a la investidura del primero. Una pelea de niños mimados y soberbios que quieren centrar en los cargos cuando se está pidiendo una concreción programática desde distintos ámbitos. Una pelea con amenazas sobre futuras elecciones, algo que ha gustado en la CEOE y que, por tanto, debería alertar a ambos dirigentes. La jugada de nuevas elecciones, cargarse a Rivera por el camino y lograr un gobierno PSOE-Cs, que ya ha pedido por activa y pasiva Ana Botín, ha gustado a la patronal que no sabemos si tendrá conexión diaria con el camarlengo monclovita. Eso sí, la desafección cuenta y mucho para esa repetición.
Dejemos esto de momento y pasemos un poco a la política ficción, aunque no tan ficción. Las bases del PSOE en su mayoría no quieren un gobierno de coalición sino de sumisión de Podemos a los deseos de dirigente máximo. Como mucho se pide un acuerdo programático y que apoyen después todo lo que quiera Sánchez, salvo que se negocie con Ciudadanos, que ya en ese momento hasta sobran los podemitas. No quieren a nadie de Podemos cerca de un ministerio o la Moncloa. Hablan del pacto a la portuguesa como si en el país vecino los partidos a la izquierda del socialista no pintasen nada o como si fuese la isla de Utopía. Cuando la mayoría no sabría decir qué políticas se han aplicado en acuerdo con quién. No quieren a Podemos y ya está. “Con Rivera no” pero “Con Iglesias tampoco” es el lema de las bases socialdemócratas. El mismo que mantenían desde 2015 los barones, por cierto.
En Podemos tampoco están mejor las cosas. O se entra en el Gobierno o que Sánchez se busque socios por la derecha que es lo que parece querer, es lo que piensan. Ni acuerdo de mínimos, ni nada por el estilo. O Gobierno, o nuevas elecciones. Piensan que si dan cuerda a los socialdemócratas acabarán traicionándoles como ha pasado en algunas de las votaciones que se han dado en Portugal, por ejemplo. Creen que sólo con Iglesias en el Gobierno es posible un gobierno que se pueda catalogar de izquierdas. En mayor medida que en el PSOE están convencidos de que éste acabará votando junto a Ciudadanos las leyes importantes y mirando a la derecha.
Vistas así las cosas cualquier acuerdo que se acabe votando, como estipulan los estatutos de ambos partidos, posiblemente contaría con pocos apoyos. Por mucho que sus dirigentes apretasen, algo menos según sea el acuerdo en el caso de Iglesias, la posibilidad de votar contra el pacto es real. Por culpa de ambos dirigentes se ha creado un clima tan irrespirable entre ambas formaciones que es complicado pedir a ambas bases aceptar un acuerdo con quien ahora ven más enemigo que la ultraderecha. Si fuese rechazado el acuerdo por ambas o una de las bases, aunque al ser electrónico las trampas son sencillas de hacer, sería la plasmación de una política postmoderna y populista que no sirve para nada.
En la derecha, más allá de alguna salida de pata de banco, tardan poco en sentarse, negociar programa y gobernar juntos. En la izquierda parece haber una maldición y eso que ambas formaciones hablan de pactar con los otros como socios preferentes. La unidad de la izquierda, respetando las especificidades de cada cual (que tampoco son tan distintas), parece imposible en España. Cuando las personas que se piensan de izquierdas claman por la unión, los dirigentes, que se creen vanguardia y no son más que camarilla, se empeñan en seguir divididos. Problemas personales, soberbia y creerse más de lo que realmente se es enturbian lo que parecería lógico. Sentarse y negociar un programa para luego ponerse a hablar de cargos o lo que sea, pero la estrategia cortoplacista, líquida si quieren, de los comunicólogos de la nada es más fuerte que lo racional. Deberían tener cuidado en ambas formaciones porque muchas personas ya están diciendo que la próxima vez los va a votar su…