“Hay un hecho que tengo que lamentar y es todo lo que ha ocurrido entre una jugadora y yo, con una magnífica relación entre ambos, al igual que con otras, y donde, pues seguramente, me he equivocado. Lo tengo que reconocer, porque en un momento de máxima efusividad, sin ninguna mala intención, sin ninguna mala fe, ocurrió lo que ocurrió, de manera muy espontánea, sin mala fe por ninguna de las dos partes. A partir de ahí, aquí no se entendía. Lo veíamos algo natural, normal, y para nada con ninguna mala fe. Pero fuera parece que se ha formado un revuelo. Desde luego, si hay gente que se ha sentido por esto dañada, tengo que disculparme, no queda otra”, Luis Rubiales dixit.
El párrafo anterior contiene las disculpas obligadas que se ha visto a realizar el presidente de la RFEF tras su beso a Jenni Hermoso sin consentimiento. No dice nada de los besos que dio a otras jugadoras (no en la boca) y que quedaron recogidos ayer en el artículo que aquí se ofreció. Unas disculpas que son casi peores que el acto cometido durante ese momento de “efusividad espontánea”. No cabe ningún tipo de efusividad cuando de besar sin consentimiento a otra persona se trata. Agarrar de la cabeza y plantarle un morreo a una mujer, por mucho tiempo que haga que se conocen, es un abuso, deshonorable, indigno y asqueroso.
Lo empeora después cuando dice que siendo un responsable federativo debería cuidar más estas cosas. ¿Si no fuera responsable federativo iría por la calle dando morreos a las mujeres? ¿Suele morrear a sus amigas de Motril, incluso delante de sus maridos? Este cromañón ¿de dónde ha salido? En cualquier pueblo de España acababa con las piernas y cara rota. Si no hay más que escucharle en Radiocaspa de los Deportes de COPE para observar su chulería llamando idiotas, gilipollas y tontos a quienes le criticaban al momento de haber cometido el asalto a la intimidad de la jugadora. El problema es que hasta los medios extranjeros le han señalado como lo que es y se ha amedrentado un poco.
Marisa González, que es la persona que maneja todo el cotarro de comunicación en la RFEF pese a ser directora de RSC, es muy buena profesional. Mucho. Por eso, en cuanto se percató del problema que había creado Rubiales lanzó a su escuadrón a intentar cambiar el relato. Primero, frenar la difusión del vídeo del morreo en redes sociales. Segundo, que la jugadora afirmase que había buen rollo y no pasaba nada, filtrándolo a EFE y con entrevista donde mejor lavan las cosas cromañonas, en Radiocaspa de los Deportes en COPE (aquí la labor de Javier Matallanas ha sido clave seguramente). Tercero, conseguir que la madre de la jugadora quitase importancia al tema en televisión. Cuarto, aguantar el chaparrón mientras se llegaba a España y la fiesta por la victoria pudiese tapar todo.
El problema es que Miquel Iceta ha pedido que se disculpase. Y tienen suerte que solo ha pedido eso porque muy listo el ministro no es tampoco. Así que un vídeo difundido en redes donde Rubiales se disculpa quitando importancia a algo que la tiene y mucho. Cosa de la que Iceta no se ha percatado porque bastante tiene con lo suyo. Ni en momentos de efusividad, ni teniendo confianza se besa a una persona si no quiere. Y si lo ve normal es que Rubiales tiene un problema y grande que necesita de tratamiento psicológico. Ni en tiempos no tan lejanos donde el machismo era uso social se permitía algo así. Salvo que se sea un macarra o chulo de discoteca cutre en la Costa del Sol, a nadie se le ocurre besar a compañeras, amigas, conocidas, familiares en los morros porque sí, porque es muy emotivo.
El problema está en que el video de Hermoso diciendo “¿Qué puedo hacer yo?”, que refleja perfectamente que tanta confianza no hay, ha sido tan viral como el del morreo. Y que llegase el presidente haciendo coñas sobre su matrimonio con Jenni en Ibiza aumentaba la sensación de chulería e impunidad del señor. Le falto al presidente salir con el pene fuera del pantalón. Ayer ya era tarde para dimitir, hoy casi que debería ser una cuestión de central que el presidente en funciones y el ganador de las elecciones pidieran su dimisión inmediata.
Marisa se las tuvo que ver con el caso cremas de Cristina Cifuentes. Lo sostuvo bien hasta que fue obvio que estaban detrás poderosos intereses para hacer claudicar a su amiga. Esos oscuros intereses puede que hoy estén apoyando a Rubiales, pero como bajen el pulgar no habrá quien le salve. De momento tiene a sus amigos de Radiocaspa de los Deportes, otros que deberían hacer un cursillo acelerado de comportamiento correcto y decente en público. Salvo que no les importe que morreen a sus esposas, novias, hijas o nietas. Dimisión ya. Aunque lo más probable es que se agarre sus partes como hace en el palco.