No hay nada mejor para el sistema imperial que inventar enemigos en el exterior para poder dominar en el interior. Desde que cayó el Telón de Acero, la potencia imperial anda desesperada en busca de algún enemigo que oculte su propio ser. Cuando no hay enemigo exterior, ni interior, la desnudez del imperio –más o menos decadente- acaba por molestar a los dominados. En España da igual porque no se tiene una amplia conciencia geoestratégica o internacionalista, pero en otros países del entorno europeo sí tienen mayor perspectiva geopolítica. Los que sí saben a quién se deben son las fuerzas políticas españolas, todas las cuales han salido a atacar al presidente bielorruso Alexandr Lukashenko por cometer la atrocidad de vencer en unas elecciones presidenciales.
Dicen que el presidente bielorruso ha amañado las elecciones. Bien ¿dónde están las pruebas? No las hay. Nadie las ha ofrecido. Valen las quejas de los derrotados en las elecciones para, desde los medios y las cancillerías europeas, pedir la dimisión del presidente y la convocatoria de unas nuevas “elecciones limpias”. Les podrá caer mejor o peor Lukashenko, si es que les cae algo que estar por ver, pero pedir a alguien que repita unas elecciones porque neonazis, organizaciones financiadas por EEUU y grupos de extremistas de distinto pelaje lo pidan no parece tampoco demasiado democrático. La bandera esa que les muestran todos los medios imperiales, los españoles también lo son, blanca con una franja roja era la bandera utilizada por los grupos que apoyaron la invasión nazi en la Segunda Guerra mundial. No es una bandera de libertad, sino una bandera de opresión y racismo.
¿Por qué tiene que caer Lukashenko? En términos geoestratégicos para colocar bases de la OTAN aún más cerca de la temible Rusia, como ya existen en las otras repúblicas ex-soviéticas. En términos monetarios, que al fin y al cabo acaban siendo muy importantes, para quitar al Estado bielorruso el control de la mayoría de las empresas públicas. Habiendo hecho del modelo socialdemócrata clásico virtud, Lukashenko tiene nacionalizadas las empresas de los sectores estratégicos de la economía. Las tontadas del twitter y esas cosas son mercado libre; la energía, los productos básicos y demás necesidades principales son estatales. ¿Es Lukashenko comunista? No. Nunca se ha reclamado eso y, de hecho, el partido comunista de Bielorrusia es oposición parlamentaria al gobierno. Curiosamente el PCdB se ha manifestado en favor del presidente y contra las hordas nazis. Pero los medios occidentales, en virtud, de un invento y una pureza electoral que no aplican a Viktor Orban, miembro de la UE y aliado de Donald Trump, les vienen contando que en Bielorrusia el malo es el presidente.
En un país donde una gran mayoría de personas piensan que hay una empresa que cuenta los votos (no las personas que están en las mesas, ni los jueces que revisan las actas), como sucede en España, es más fácil colar milongas sobre elecciones. Más cuando existe una superioridad occidental que hace pensar que más allá de las fronteras de la UE todo son repúblicas bananeras. ¿Se acuerdan que quitaron de en medio a Evo Morales y la presidenta sustituta Jeanine Áñez iba a convocar elecciones? En Bolivia aún esperan elecciones y que la dictadura impuesta por Washington de paso a una democracia. Por el camino, los esbirros del imperio van cediendo los recursos naturales del país a las empresas estadounidenses. ¿Recuerdan al presidente encargado Juan Guaidó que debía llevar a Venezuela a la democracia? Pues está escondido porque parece que tiene algún problema de corrupción –algo que en España no cuentan pero la BBC sí-. Y estos son los buenos según nos venden en la prensa española.
Vladimir Putin, el diablo postcomunista.
Sin tener que cambiar de zona geoestratégica, el verdadero ser monstruoso que venden desde los medios occidentales es Vladimir Putin. El presidente ruso –o ¿soviético como les gustaría a algunos medios?- es la maldad hecha persona y el modelo de sátrapa según cuentan desde la potencia imperial. Si hay chanchullos en la campaña electoral estadounidense, la culpa es de Rusia porque desde allí han hackeado cuentas –cuando, si se tiene medio dedo de frente, se conoce que cualquier estadounidense puede estar en Rusia o desviar hacia un servidor ruso la conexión-. El presidente ruso es malvado porque no permite que EEUU se haga con el petróleo sirio, por ejemplo. Además no se le ocurre otra cosa que enviar ayuda a Italia en lo peor del coronavirus. El valiente Pedro Sánchez se negó a esa ayuda esperando la de la OTAN que les guindaron en Europa oriental. Y ahora tiene una vacuna que está siendo burla del mundo occidental en un pensamiento etnocentrista que da por hecho que en Rusia no tienen capacidad, ni tecnología suficiente. Los aviones MiG o los grandes cargueros Antonov son bastante solicitados y una maravilla tecnológica, por ejemplo. En España ¿qué cazas se han desarrollado? ¿Los Eurofighter que se caen cada dos por tres?
Cuando no saben ya que inventar suele aparecer Alexei Navalny, al que califican de líder de la oposición o de máximo opositor al “régimen” de Putin -¿se han dado cuenta que los medios españoles jamás utilizan la palabra “régimen” para referirse a dictaduras “amigas”?-, envenenado. Ya lo ha sido en tres ocasiones. Sí que debe ser peligroso para el gobierno ruso entonces…, pues no. Es un cantamañanas como en España “el condenas”. Aliado de nazbols (nazis-bolcheviques), de nazis, de nacionalistas extremistas y demás asociaciones postmodernitas que desde EEUU fomentan para hacer caer a Putin. El propio Navalny fue educado en Yale para ser el estilete pseudoliberal contra el “zar ruso”. Las encuestadoras independientes que trabajan en Rusia ofrecen datos asombrosos de líder de la oposición, ni el 1% de los rusos y rusas le apoyan. Y aquí en España vendiéndole como si fuera un ídolo de masas. No es ni parlamentario.
El problema es que, como sucede en Bielorrusia, el principal partido de la oposición es el Partido Comunista de la Federación Rusa. Y claro, que la oposición sean los comunistas como que no cuadra con el apoyo imperial. Ya tienen, además, a China para advertir del peligro comunista y de la extensión de todos los virus y maldades del mundo. Pero como al gobierno chino le dé por ejecutar la deuda que tiene comprada de los países occidentales, en España les tendríamos que dar hasta los calzoncillos de Pablo Casado para quedar en paz.
Así engañan los medios no contando la verdad y proyectando una realidad paralela que proteja los intereses de la máxima potencia imperial… y del IV Reich alemán –eso que se llama Unión Europea-. Paradójicamente, acaban mostrándonos como verdaderos demócratas a simpatizantes nazis –como hicieron en Ucrania-, a extremistas de diverso pelaje o a tipos raros que deberían estar en un psiquiátrico cuando menos. Grandes mentiras distribuidas a conciencia por los medios de comunicación, por los expertos en relaciones internacionales y por los gobiernos que se pliegan a sancionar a esos países tras la orden dada por Washington. ¿Son buenos o malos Putin y Lukashenko? En términos de calificación moral cada cual tendrán su opinión, pero sin duda son más demócratas que los jeques árabes, los genocidas sionistas, los dictadorzuelos africanos o los pelagatos, tipo Uribe, de Sudamérica. Pero el Imperio necesita inventar enemigos para no ver cómo domina o, mejor dicho, como comienza su decadencia. Risas con las vacunas rusa, cubana o china ¿saben por qué? Porque serían gratis para el mundo. Las de EEUU o Alemania hay que pagarlas muy caras y hacer más millonarios a unos cuantos. Pueden no gustarles Putin y Lukashenko pero que no nos engañen, ni ustedes se dejen engañar.