Los días transcurren sin que haya fecha para la investidura y nos vamos enterando de nuevas cosas en los mentideros madrileños. También algunas filtraciones de partidos y altos cargos públicas, más las palabras de unos y otros, en especial de José Luis Ábalos que de tanto hablar y contradecirse termina por desvelar los porqués de la no presencia de Podemos en el Gobierno. Más allá de la estrategia de desgaste de Podemos y de querer todo el protagonismo para Pedro Sánchez, hay otras cuestiones más preocupantes en tanto en cuanto se fulmina la soberanía popular. Por mediocre que sea la representación en el sistema de partidos algo siempre hay de soberanía, pero en esta ocasión es su desaparición.
Nos cuentan que el problema mayor no es la presencia o no de ministros o ministras de Podemos. Pablo Iglesias habría aceptado tener secretarías de Estado (o incluso ningún cargo público gubernamental) a cambio de un compromiso fuerte en el marco programático. Es una táctica estar hablando de ministrables para poder hacer presión con las políticas desarrollar. El veto que le han marcado a Sánchez desde la clase dominante con los cargos morados no es un problema en sí. El presidente en funciones echa balones fuera de esta forma y se queda con todo el foco mediático. De esto es consciente Iglesias y por eso sigue insistiendo en los cargos para que Sánchez se moje respecto al acuerdo programático.
Desde el PSOE dicen que le han ofrecido a Podemos un acuerdo programático, una comisión de seguimiento y carguillos menores porque esos cargos carecen de valor pues puede haber veto superior. Pero lo que no dicen en el PSOE es que tampoco les parecen bien las propuestas que ha presentado Podemos. Y ello se produce por dos razones distintas, una estratégica y otra de relación con el poder. Estratégicamente el PSOE no desea un acuerdo fuerte porque quiere tener las manos libres para negociar con PNV, ERC y Eh Bildu algunas transferencias sociales a cambio de apoyo en la investidura y en los próximos presupuestos del Estado. Cuestiones como la ruptura de la caja única de la Seguridad Social para entregar parte a Euskadi, o como regar con millones las arcas de la Generalitat, impiden que algunas propuestas programáticas de Podemos se puedan implementar. Además de que en Podemos, empujados por el movimiento de pensionistas, no quieren la ruptura de la Caja Única. De hecho el intento de blindar las pensiones de forma constitucional es contrario a esa posibilidad que se está hablando con Euskadi.
Otros aspectos estratégicos son los proyectos que tienen adelantados del nuevo Estatuto de los Trabajadores, el cual no gusta ni a los sindicatos de clase, ni a Podemos, y que piensan negociar con Ciudadanos, PP y demás grupos parlamentarios. También la nueva ley de Educación la piensan llevar a cabo junto a Ciudadanos, menos con el PP aunque le sumen a la negociación, por compartir el espíritu de la misma en ambas formaciones políticas. De ahí que no puedan comprometerse con Podemos en algunas de sus medidas programáticas. Saben que con la formación naranja suman para “acuerdos de Estado” y no quieren atenazarse programáticamente. En el PSOE no han hecho propuestas de programa en sí, sino que han recordado peregrinamente tener un programa electoral y que en el pasado han hecho cosas sociales juntos. Quieren forzar desde Moncloa la máquina lo suficiente para que Iglesias ceda hasta en lo programático. El veto a los ministros es consecuencia directa de no querer un programa fuertemente marcado.
Respecto a las relaciones de poder, a Sánchez y demás miembros de su equipo les han dejado claro que España debe proseguir con algunos recortes para reducir la deuda, no hay problemas por subir la presión fiscal a los que más tienen, pero no les permiten bajársela a los que menos. Esto último sí lo han apoyado desde Podemos y de ahí las divergencias. Además la Troika ya ha señalado el camino económico y empresarial que deben seguir y con el que está de acuerdo el ejecutivo socialdemócrata. El PSOE sabe que está atado por sus compromisos con el establishment y la jugada que viene. Como hemos contado en infinidad de ocasiones a lo largo de los últimos meses, Albert Rivera tiene los días contados y desde la clase dominante ya “han dado orden” de acabar con él como sea. Por eso lanza el dirigente naranja a Inés Arrimadas a quemarse en televisiones mientras él se esconde. Quiere que su suplente dañe su imagen al defender el cuñadismo ideológico de su formación, aunque parece mentira que desconozca cómo le pusieron a él en primer plano. Con desaparecer de los desayunos de Griso y de Quintana y mandar a Arrimadas, más todo el movimiento mediático ya estaría hecho. Esto lo saben perfectamente en Moncloa porque el presidente tiene reuniones puntuales con muchos empresarios para departir sobre España y cuestiones internacionales y por ello están a la espera de formar gobierno con Ciudadanos. ¿Cuándo? En cuanto los primeros golpes de la crisis económica asomen por la ventana.
Si Podemos pelea por ministerios es porque saben que más pronto que tarde el guiso que ha sido cocinado por la clase dominante acabará por estar terminado. Si el PSOE no quiere a Podemos en el Gobierno es porque saben que a más tardar acabarán pactando con los liberales. Evidentemente hay cuestiones de egos (son humanos) pero el futuro y la estabilidad del sistema está encima de la mesa. Y los poderosos, más la Troika, piensan que es mejor estabilidad con los suyos solamente y no con seres extraños al poder dominante. Si Iglesias ha renunciado a los cargos a cambio de un programa fuerte es porque sabe que tampoco lo aceptarán en sí. Y si lo aceptan será, en buena medida, papel mojado. Lo sabe y quiere forzar el máximo para no verse perjudicado. Cuestión bien distinta es que lo esté logrando. Igual hubiera sido mejor estar más tiempo callado y meter presión en quien la debe tener, que parece que si no se mueve Podemos Sánchez ni saldría a pasear al perro.