Hablaba Louis Althusser hace muchos años, cuando aún se analizaba en profundidad los mecanismos de dominación, que existían numerosos aparatos ideológicos y represivos en el Estado capitalista. Y ayer en la Asamblea de Madrid los periodistas encargados de cubrir la sesión del Pleno comprobaron en sus propias carnes lo que eso significa. De forma sorprendente, desde que se descubrió el caso Máster, la seguridad en torno a la presidenta de la Comunidad de Madrid ha ido creciendo exponencialmente a las mentiras que se han ido descubriendo. En el caso concreto de ayer, según hemos podido constatar, Cristina Cifuentes habría solicitado al cuerpo de escoltas del Estado un refuerzo en su propia seguridad ¡dentro del edificio de la Asamblea de Madrid!
¿Para qué, se preguntarán los lectores, si sólo entran funcionarios, prensa y diputados? Para protegerse de la prensa, en concreto, de los medios audiovisuales. Desde el ministerio del Interior, o la delegación del gobierno, han enviado a casi una decena más de miembros de los cuerpos de seguridad con el único propósito de cercar e impedir a los periodistas ejercer su trabajo. Malas caras a los trabajadores de la prensa, bloqueos en mitad del pasillo, todo ello con el mandato de que a Cifuentes no se la acerque ningún periodista. No quiere Cifuentes a ese lumpemproletariado de los medios de comunicación. Seguramente si estuviese Carlos Herrera le saludaría, pero con los plumillas, los obreros del teclado y el micrófono parece que hay que poner un “cordón sanitario”.
Una represión que iba bien encauzada desde arriba. Por ejemplo, el compañero de La Sexta ha escuchado decir a estas personas de protección de Cifuentes, que “al de La Sexta ni dejarle acercarse”. También, como ha comprobado en sus carnes quien esto escribe, se ha prohibido estar en lugares comunes que antes estaban habilitados, incluso a algún que otro diputado, ni sentarse en los bancos del pasillo. Todo para reprimir al trabajador de la prensa, para establecer un “cordón sanitario” con aquellos que sólo hacen su trabajo, informar. Y si la información no gusta a las altas esferas, es problema de ellas, no del trabajador que, ayer en la Asamblea, ha visto como el poder que se cree omnímodo utiliza los mecanismos represivos contra él. ¡Incluso en el parking de acceso!, como ha constatado un compañero.
Por estos motivos, y los numerosos empujones recibidos, los periodistas que estaban cubriendo la información en la Asamblea de Madrid han presentado una queja formal ante la Mesa para que estas situaciones no se vuelvan a producir. Porque los propios trabajadores de la Asamblea se bastan y se sobran para establecer un diálogo con los medios y no provocar situaciones dantescas. Y si alguien incumple suele llevarse la reprimenda del resto de compañeros y compañeras. Porque, como se ha comentado después, estos dispositivos no se han establecido ni con Ramón Espinar (por lo de su piso), ni con David Pérez (cuando el video machista), ni con Isabel González (con lo de su hermanos), ni tantas otras situaciones vividas en esta intensa legislatura. Sólo con Cifuentes se ha elevado desproporcionadamente y con excesivo celo la seguridad personal contra la prensa. No contra un grupo yihadista, sino contra la prensa.
Una vez más quien se cree poderoso por ocupar un cargo utiliza los mecanismos a su mano para reprimir al molesto. Vita fluxa et caduca.