El gobierno del PSOE ha tomado la decisión y ha comenzado la ejecución de la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco. Una decisión que no ha gustado entre los fascistas que siguen pululando por España, en ocasiones disfrazados de demócratas azules o naranjas, pero que devuelve dignidad a una democracia que tenía (y tiene) aún en sus venas sangre dictatorial. No es que en la transición hubiese un pacto entre caballeros (eran mayoría masculina), sino que el ejército estuvo amenazando y vigilando ciertos aspectos del período. Por tanto sacar al dictador de su mausoleo era peligroso para la democracia en sí. Había que dejar pasar un poco el tiempo y ese tiempo ha llegado ahora para cerrar heridas que nunca debieron abrirse.
El gobierno del PSOE, tal y como ha expresado la vicepresidenta Carmen Calvo, sacará los restos del dictador y quiere conservar el Valle de los Caídos como Memorial de los que murieron durante la Guerra Civil y posteriormente. Una iniciativa llena de buenismo, deseos de no enfrentar y errática en la práctica. También desde Ciudadanos piden que sea un memorial de los caídos en la guerra al estilo de Arlington en EEUU. Con una salvedad en Arlington están los caídos por las guerras que ha mantenido EEUU después de la Guerra de Secesión, algo que parece que ni Luis Garicano (a quien había que pensar culto), ni Begoña Villacís conocen por tanta insistencia en la comparación. Poco más se puede esperar de la formación naranja, de donde no hay no se puede sacar. El caso es que hay una serie de factores, unos más importantes que otros, que imposibilitan la creación de un Memorial.
Primero. El simbolismo del Valle de los Caídos como lugar fascista. Fue construido con presos políticos obligados a trabajar en condiciones infrahumanas con la promesa de conmutarles las penas de prisión (porque vivieron en una cárcel policial y social toda su vida hasta la llegada de la democracia) para aquellos que sobrevivieran. Muchos no lo hicieron. Por tanto, no fue una obra construida bajo mecanismos normales de “trabajo libre”. En una retorcida maniobra de El Pardo se obligó a los derrotados, que no olvidemos defendían la democracia republicana, a construir un mamotreto en honor del régimen dictatorial que vendía como la reunificación de España. Claro bajo su yugo y sus flechas. Es desde el primer día lugar de peregrinación del régimen franquista para visitar la tumba de José Antonio Primo de Rivera, ilustre jefe del fascio español. Y lugar elegido por la familia del dictador para establecer un mausoleo ad maiorem gloriam suam.
El Valle de los Caídos simbólicamente desde hace muchísimos años es un lugar de amplias reminiscencias franquistas y dictatoriales. Y ese simbolismo, que se puede comprobar en los ataques fascistas a sedes del PSOE, a insultos en las redes sociales y las calles, no sólo está en los fascistas (como se ve en la actitud del PP y Ciudadanos), sino en la memoria de los demócratas y familiares de represaliados y asesinados después de la Guerra Civil. Para alguien que aún no sabe en qué cuneta está su abuelo o su tío, el Valle no deja de simbolizar el odio fascista. Si es imposible que Auschwitz deje de simbolizar el horror humano, el Valle no puede dejar de simbolizar el franquismo. Por tanto no cabe un Memorial que siempre va a ser pensado de parte.
Segundo. Para que fuese un Memorial democrático debería quitarse la basílica o el carácter religioso de la misma. Esto es, debería ser un lugar completamente laico en respeto de los que allí pudiesen quedar (si las familias no ejercen su derecho a exhumar los cadáveres y llevarlos a otro sitio). Los benedictinos tendrían que desfilar y abandonar las instalaciones y dejar aquello al cuidado de trabajadores estatales. Carecería de sentido mantener buena parte de los edificios y sin sentido religioso al final sería un mamotreto en mitad de la montaña y sin uso real. Salvo que monten un Parador para nostálgicos del franquismo. Pero sin quitar el carácter religioso del sitio, no puede ser un memorial ni nada por el estilo.
Tercero. Es costoso. Si ahora mantener el Valle de los Caídos supone un coste de 1,8 millones de euros al año, más los ingresos atípicos que se consiguen por el acceso y uso del Valle, siendo un Memorial costaría mucho más. Habría que mantener edificios sin uso real al no estar los benedictinos. Habría que mantener toda la infraestructura y sin cobrar entrada ya que es un memorial. Habría que contratar a numerosas personas para que hiciesen de guías, de traductores, etcétera. A lo que hay que añadir el impacto ecológico (que en una dictadura importó poco) del posible trasiego de vehículos y personas en el enclave de la Sierra del Guadarrama.
No hay motivos de algún tipo para que el Valle se mantenga como Memorial o lo que sea. En especial por la gran carga simbólica que tiene. Ni los franquistas volvería, ni los demócratas lo pisarían. Quedaría como algo completamente inútil. Y por esa inutilidad lo mejor sería demolerlo tal y como piden desde el PNV. Todo lo que sea religioso que se traslade a alguna catedral o museo y al resto dinamita. Porque ni artísticamente merece la pena salvar las esculturas. Lo mejor sería devolver a la naturaleza y fauna de la sierra lo que el dictador le quitó por un capricho. Pueden alegar que así se mantiene la memoria de lo que significa una dictadura, pero eso iría contra el sentido del Memorial que debe ser de reconciliación. No de mantener símbolos franquistas. Y sin simbología franquista, los franquistas que no defienden la democracia sí pierden memoria. Los demócratas suelen leer y no la pierden tanto. Así que no queda otra que tirarlo abajo todo.